—La obra presenta a cuatro actores jóvenes que se preguntan por el lugar que Benedetti ocupa en sus vidas. ¿Cuál ocupa en la tuya?
—Con las actrices y los actores trabajamos las relaciones personales y auténticas de cada uno con Benedetti. La primera vez que nos juntamos teníamos muchas dudas sobre cómo abordarlo, cómo encarar una obra homenaje, experiencia nueva y muy desafiante para mí. Sobre todo por la relación tan particular que tenemos, como sociedad, con él: nos dividimos en detractores y admiradores a ultranza. Quienes lo colocan en un pedestal conviven con los dispuestos a hundirlo. Incluso alguna teoría cuestiona su popularidad aduciendo que, para obtenerla, sacrificó la calidad de su literatura. Estas y otras polémicas alimentaron el diálogo con el que comenzamos a trabajar esta puesta en escena. Lo primero que hice fue preguntar a cada integrante del elenco cuál era el primer recuerdo que tenía de Benedetti y, obviamente, yo también me lo pregunté.
—¿Y la respuesta?
—Tendría 13 o 14 años, cursaba ciclo básico en el liceo y con mi padre vimos el anuncio, en la tele, de que el diario La República publicaría la obra de Benedetti en fascículos semanales. «Voy a comprar esto, porque a Benedetti tenés que conocerlo», dijo mi padre. Así empecé leyendo las novelas: Gracias por el fuego, La tregua… Y cuando llegó su poesía, repartida en tres tomos –que todavía conservo, muy malheridos por el uso–, la fascinación me inspiró a escribir poesía y sumergirme en el mundo de las letras. Me acuerdo de llorar, encerrada en mi cuarto, con el final de La tregua.
—¿Hasta qué profundidad te sumergiste en el mundo de las letras?
—Egresé del Instituto de Profesores Artigas [IPA] como profesora de literatura, aunque en el IPA, por lo menos en la época en que cursé, no estaba bien visto valorar a Benedetti. Quienes admitíamos nuestra inclinación por él éramos sospechosos de un déficit en el pensamiento literario. Nuevos autores, más estudios, el rumbo que tomó mi escritura y la vida fueron alejándome de Benedetti, pero nunca fue una distancia subestimadora, sino, por el contrario, afectuosa y nostálgica, en algún punto, por aquel compañero de mis primeros pasos poéticos. Y ahora, a mis 42 años, la Comedia me obsequió la oportunidad de un reencuentro que sacudió la emocionalidad de todo el equipo de trabajo.
—¿Trabajaste libretando improvisaciones o partiste de una base textual?
—La Comedia me pidió, en realidad, la dramaturgia y la dirección de un montaje sobre Benedetti para itinerar por los barrios montevideanos, objetivo que la pandemia impidió. Pero, en compensación, terminamos siendo la primera obra teatral que estrenó el teatro Solís en su reapertura poscuarentena. En la primera reunión con el elenco que te comentaba, cada actriz y cada actor describió con una anécdota sus recuerdos sobre Benedetti. Grabé esos relatos y me los traje para casa. El de Fernando tenía que ver con amores de sexto de escuela y el poema «Táctica y estrategia»; el de Florencia, con su adolescencia y su militancia política, en el marco de la cual le tocó acompañar del brazo a Benedetti para que recibiera una distinción en el Paraninfo de la Universidad; el de Stefanie –que nació en Alemania y vivió en distintos países–, con el momento en el que, cuando estaba en Guatemala, conoció el poema «Defender la alegría» en un libro de idioma español, y la de Leandro, con la causa por la cual no podía leer a Benedetti. Analizando ese material, percibí que podíamos dividir la obra en cuatro áreas: amor, militancia, exilio y desexilio. Y le agregamos una quinta, mercadotecnia, referida a la comercialización internacional del producto Benedetti. Con todo esto elaboré un pequeño texto alusivo al estrés de cuatro actores integrantes de un elenco profesional remunerado a los que les encargan montar una obra para homenajear a Benedetti y llegan al día del estreno sin haber podido concretarla. «Pero, como somos trabajadores asalariados, aquí estamos y haremos lo que podamos», informan al público.
—¿La obra potencia a un Benedetti en especial o permite que elijamos el propio?
—Me gusta lo que decís, porque creo que todas y todos tenemos un Benedetti internalizado, a favor o en contra. Hay quienes lo definen como el abuelo de Montevideo, y otros, como un escritor muy aburrido. Me parece que esta obra refleja y potencia la posibilidad de que cada uruguaya y cada uruguayo recupere el vínculo con su Benedetti.
—¿Y qué opina sobre su literatura la profesora de literatura que dirigió la obra?
—Por algo su escritura trascendió fronteras. Hace vibrar nuestras fibras más íntimas con el poder de la sencillez. Sencillez que no le quita un ápice de profundidad.
1. Nociones básicas para la construcción de puentes. Obra teatral protagonizada por Florencia Zabaleta, Fernando Vanet, Stefanie Neukirch y Leandro Íbero Núñez, escrita y dirigida por Jimena Márquez. Viernes y sábados a las 21.00, domingos a las 18.00, teatro Solís. Jimena Márquez Maya nació el 20 de agosto de 1978 en Montevideo.