Las penas capitales en Estados Unidos nunca paran de ser noticia. En noviembre del año pasado, en Alabama, un condenado a muerte de 74 años logró aplazar su ejecución por séptima vez. El hombre había sido condenado a morir por un asesinato cometido en 1982, y ya estaba preparado para recibir la inyección letal, cuando una decisión de último momento lo libró temporalmente de la ejecución.
En diciembre se supo que en Ohio se aplicaría la pena capital a un prisionero que ya había sobrevivido una vez. Había sufrido una ejecución fallida que duró dos horas y 18 intentos de insertarle agujas en brazos y tobillos; sus verdugos no fueron capaces de encontrar una vena capaz de soportar la perfusión de las sustancias letales. Luego de la horrenda experiencia sus abogados señalaron que su cliente ya había sufrido lo suficiente y que en todo caso estaba preparado para ser ejecutado una vez, y no dos, pero la Suprema Corte de Ohio rechazó la apelación.
Ahora trasciende la noticia de que el estado de Arkansas apurará las ejecuciones de ocho condenados, y que éstas tendrán lugar entre el 17 y el 27 de abril. Pero no se trata de una iniciativa piadosa para contraer las dilatadas y eternas esperas en el corredor de la muerte; la verdadera razón es que se les vuelve imperativo utilizar una partida de inyecciones letales antes de que caduque.
El fármaco en cuestión es un ansiolítico llamado midazolam. Las ejecuciones habían sido suspendidas desde enero de 2014, luego de que el preso Dennis McGuire pasara 26 minutos agonizando antes de morir. Habían intentado ejecutarlo con sólo diez miligramos de la sustancia. Luego de esa experiencia, las nuevas normas estipulan que la dosis debe ser de 500 miligramos. Se supone que se lo utiliza como anestésico para que el condenado quede inconsciente y no sufra durante la inoculación de los otros dos componentes que conforman la dosis letal. Pero el midazolam no es una sustancia lo suficientemente fuerte y sus efectos no duran demasiado. No podría ser utilizado en cirugías, por ejemplo.
Este fármaco comenzó a usarse para las ejecuciones en sustitución del pentotal sódico, anestésico que era suministrado por la farmacéutica Hospira hasta que dejó de fabricarlo para mejorar su reputación: había trascendido que uno de sus productos no se utilizaba para curar gente sino para matarla.
Lo cierto es que hasta hoy no han encontrado un sustituto efectivo, y a pesar de que el midazolam está en entredicho y varias administraciones han desistido de seguir empleándolo, otros tantos estados se empeñan en continuar con su uso. Aunque aparentemente no es fácil conseguirlo: según informes de la Administración para el Control de Drogas (Dea) de Estados Unidos, el estado de Alabama fue sorprendido tratando de obtener esta sustancia en el mercado negro.