Sería difícil exagerar la trascendencia nacional e internacional de las elecciones presidenciales que tendrán lugar en Ecuador el próximo domingo.
Una derrota de Alianza País significaría poco menos que la clausura del ciclo iniciado a fines del siglo pasado. Caída la fortaleza ecuatoriana, el cerco se cerraría sobre Bolivia y Venezuela, acosadas por el recrudecimiento de la virulencia de la oposición y, en el caso de la segunda, también por los tremendos efectos de la crisis económica desatada por una perversa combinación de factores locales e internacionales. Y Cuba perdería un gobierno amigo, cosa que no es una cuestión menor para la isla en un escenario internacional como el actual. Por el contrario, una ratificación general del curso político seguido por Ecuador desde la elección d...
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