Un perfil del diputado Sebastián Sabini
El pegotín con la hoja de cannabis ocupa un lugar discreto en la oficina del diputado Sebastián Sabini. Adherido en el ángulo inferior izquierdo de la vitrina del despacho, hay que tomarse unos minutos para divisarlo en ese rinconcito, junto con la inscripción “Legalizar Uruguay 2013”. Y es que la iconografía utilizada por el “Tati”, como lo conocen dentro y fuera del Palacio Legislativo, no difiere en demasía de la esgrimida por otros colegas del Movimiento de Participación Popular (mpp). Está el rostro de Sendic. Y tampoco falta una conocida frase del Che Guevara: “Aprendamos el valor de la organización, enseñemos también el valor de la rebeldía, y tendremos por resultado rebeldía organizada”.
Aunque trata de tomarlo con humor, no le resulta demasiado cómoda esa etiqueta que asocia su actuación parlamentaria con tan seductora planta. Algo inevitable, porque debe convivir con los chistes de Darwin Desbocatti y todo un séquito que lo identifican como el “diputado fumeta” o “el diputado falopero”.
“Y… me divierte… (aunque su semblante es más bien serio cuando lo dice), porque para mí la droga, digamos, la marihuana, nunca fue un problema, ni de mi vida personal, ni intelectual, ni política. Siempre conviví con ella, incluso cuando fui estudiante de formación docente y nunca perdí ningún examen. Tengo una maestría (en historia económica), y si pudiera seguiría estudiando. Pero te mostraría mi agenda: por cada cinco entrevistas que me han pedido por la marihuana, hay una sobre educación. Incluso me han llamado del exterior.” Y por más que intente ver el costado descontracturado del asunto, también admite que el rótulo implica un costo algo fastidioso: “No me considero el dueño de estos temas, y hemos buscado que las cosas sean lo más colectivas posibles, pero me gustaría que a la gente le preocupara más la educación que la marihuana”. Considera también que el sistema político está cada vez más preso de la agenda setting de los medios, porque “el impacto de cualquier noticia sobre la marihuana no se compara a cualquier cosa que hagamos sobre una universidad tecnológica en el Interior (la Utec), o un instituto de evaluación educativa”.
A PURA INTUICIÓN. Sebastián presenta el physique du rôle de cualquier tipo de 31 años. Ama jugar al fútbol, organizar asados y, claro, también le interesan algunas claves generacionales como la legalización de la marihuana, la despenalización del aborto o el matrimonio igualitario. Pero también preside la Comisión de Educación de diputados y no incurre en falsas modestias: “Me he especializado en educación; y voy a ser más duro: en el Parlamento hay poca gente dedicada a este tema. Y eso de alguna manera marca el lugar que la sociedad le da a la enseñanza. Fui a negociar con la oposición por el proyecto de la Utec, pero en todas las entrevistas lo que me preguntan es si fumé marihuana”. Y, por si las moscas, aclara que ese puñado especializado en educación se concentra mayoritariamente en el Frente Amplio (fa).
El interés tiene que ver con su vida. Antes de ingresar a la política pura y dura del Parlamento dio clases de historia durante siete años en liceos a lo largo y ancho de Canelones. Lo que pasa dentro de un aula también tiene mucho que ver con su decisión de militar políticamente. Sebastián pertenece a la generación que protagonizó aquella “primavera” de ocupaciones liceales en 1996, los tiempos de la reforma de Rama (en su caso desde el liceo 18, de Millán y Luis Alberto de Herrera). Y puede decirse que una porción significativa de los cuadros políticos treintañeros de la izquierda (frenteamplista y no sólo) surgieron de esa incubadora: como Alejandro “Pacha” Sánchez (un diputado emepepista con una agenda menos “juvenil”), Pablo Álvarez (director general del mec, de la cap-l) o Daniel “Rulo” Arbulo (edil socialista). “Yo tenía 15 años y ahí empecé a discutir de política. Quizás medio intuitivamente –analiza–, porque en mi casa no hubo ningún direccionamiento.” En su politización pesó su barra de amigos, un grupo que hasta hoy sigue militando: “venimos juntos desde jardinera”.
Un año después Sebastián ya empezó a militar en una agrupación del mpp de Las Piedras (en donde vivía), y paralelamente en el mln. Si bien su familia era claramente de izquierda (campeaban los discos de Viglietti y los libros de Galeano), su casa –dice– no era un comité de base: el padre (empleado en una empresa de construcción) siempre fue simpatizante del mln, pero nunca fue un militante partidario, y la madre (tomaconsumo de ute, pero también ceramista y costurera) había militado en el sindicato del ente. Su infancia transcurrió en un hogar de clase media trabajadora, donde había que rebuscárselas.
Esa realidad dotó a Sabini de un pasado rural, que contribuyó a vincularlo con la vida política canaria y puede ser otro punto de conexión con el mpp (de hecho, aunque nació en el montevideano Maroñas, fue electo por Canelones, y se autodenomina como “un producto metropolitano”). Cuando tenía 10 años, toda la familia (que incluye dos hermanos) se mudó a una chacra en los alrededores de Las Piedras (en Trabal y Mendoza): “Hacíamos de todo: conservas, salíamos a vender huevos, pollos congelados, y criamos chanchos. Había que limpiar chiqueros… Todas esas cosas fueron muy lindas” (ahora sí se ríe). Aunque llegaron a criar hasta 30 chanchos, la faena sólo daba para empatar: “Nunca llegó a ser la actividad principal, pero para nosotros, con 13 años, significaba comprarse la computadora o la bici. La bici que todavía tengo la compré vendiendo conservas”.
¿Por qué el mln? Quizás al fin de cuentas hay una conexión familiar, aunque de nuevo intuitiva. “De grande uno se va enterando de cosas. Mi familia siempre estuvo vinculada al club Goes, porque mi abuelo tenía una empresa de camiones, y los ponía para la hinchada. Luego me enteré de que habían dejado de ir al club porque les dijeron ‘no vengan más por acá, porque son todos unos tupas’. Todo estaba radicalizado en aquella época…” Pero otra vez las historias afloraban a partir de sus preguntas.
Cuando se hurga más por la seña ideológica, Sebastián piensa cuidadosamente cada palabra: “Es difícil… siempre me atrajo mucho. El poder no es una cosa absoluta, ¿no? Y llegado el momento hay que tomar ciertas decisiones. Yo creo que el mln fue muy coherente con lo que planteaba. Más allá de que después uno puede estar de acuerdo o no, o tener su interpretación histórica. Para nosotros en aquel momento el Pepe, el Ñato, Arturo Dubra, eran tipos superreferentes, en cuanto a coherencia. Y empezás a leer, a discutir. Te diría que la propuesta política del mln era o es la que más me convence, pero sobre todo por el pensamiento de acumulación”. Se refiere a ese concepto –harto manejado por Mujica o por Marenales– de acumular fuerzas mediante una etapa progresista, hasta crear las condiciones para un cambio más profundo (aunque evidentemente todavía indefinido). En la sesión de fotos se explaya algo más: “Nunca toqué un arma, pero hay que pensar en el contexto de la época. Si hay un Estado tomado por las fuerzas conservadoras, si no hay garantías, sería otra cosa…”. Y en este hoy dispara que “no hay socialismo sin libertad” y que no se puede “imponer el socialismo a la fuerza”. Cree en los proyectos colectivos, pero que respetan al individuo: “Soy bastante ácrata en ese sentido”.
—¿Y qué análisis hacés de la opción por la lucha armada, o de ese karma combatiente que para algunos condiciona tanto la política de derechos humanos de este gobierno?
—Es difícil juzgar desde este momento histórico. Son experiencias personales, y colectivos que tomaron decisiones… Yo lo veo desde un punto humano más que político. Y hablar de la teoría de los dos demonios me parece ahistórico. Si uno mira lo que sucedió en esa época, esa sociedad en crisis…; pensar que como hubo lucha armada se dio el golpe de Estado es una simplificación tremenda. Son temas que tocan mucho el corazón de las personas y hay cuestiones que no se pueden argumentar. Y entre las víctimas había personas convencidas y resueltas a morir y otras que fueron víctimas de garrón. Entonces no todas las situaciones son iguales.
BANDERAS REVUELTAS. Sabini acepta que ciertas expresiones de los líderes tupamaros históricos (desde liberar a “los viejitos” presos hasta criticar con dureza a las organizaciones de derechos humanos) son cuestionadas “en un cien por ciento” por algunos de sus compañeros, pero considera que la crítica es injusta: “Todo lo que se ha avanzado se ha producido con los gobiernos del fa: los restos que aparecieron, los militares y civiles procesados, la ley inconstitucional que barrió con la otra ley inconstitucional. No le puedo pedir a los compañeros que tengan ánimo vengativo, porque son distintas peripecias”. Toda la izquierda debería hacer una autocrítica, “aunque duela” –esboza–, porque se convocó a la gente a votar y ésta dijo que no.
Cuenta que el mpp imprimió más de 5 millones de papeletas rosadas, no sólo para el sector, sino para todo el movimiento social, y ensobró: “Te puedo asegurar que militamos y más de uno lloramos ese día en que se perdió el plebiscito. Pero estas cosas no van a parar, ni aunque mueran todos los involucrados; basta ver en España cómo los nietos buscan a sus abuelos en las fosas comunes del franquismo”.
El presidente de la República –e incluso gente de su entorno más cercano– ha dado a entender que la izquierda debe priorizar las cuestiones del desarrollo, y no estar tan atada a la historia reciente. Sabini opina que no hay una “escala” de derechos: “No centro mi vida en trabajar sólo en los derechos humanos. El programa político del mpp no pasa sólo por ahí, y la agenda de derechos es una agenda integral”.
Lo mismo responde en torno a esa polémica soterrada en la izquierda que enfrenta a la pelea por los “nuevos derechos” con las cuestiones de la economía o la distribución de la riqueza. Una dicotomía que a veces no ha quedado tan solapada en el propio mpp: el ex diputado Álvaro Vega, quien abandonó hace poco el sector, decía luego de los magros resultados en las internas de mayo de 2012: “Tampoco nos matamos en la campaña, hacíamos propaganda con el ‘Tati’ Sabini, que nadie sabe quién es, un diputado que anda en el tema de la marihuana y no sé en qué vuelta. Hicimos todo lo posible para que no nos votaran”. Sebastián no es de los que polemiza con sus correligionarios a través de la prensa, prefiere destacar el respaldo de dos de sus referentes: Julio Battistoni y el fallecido Gonzalo de Toro.
No le gusta victimizarse ni detalla la incomprensión, pero no es difícil enterarse de los chistes de tono grueso sobre el matrimonio igualitario que han retumbado en más de una sesión de la dirección del mln. “Si bien esos temas nunca fueron prioritarios para mí, entendí que teníamos la responsabilidad de llevarlos adelante. Si una persona desea casarse con la persona que ama y no puede hacerlo porque la ley no se lo permite, es el tema de su vida. Y no se trata de ser más o menos transgresores con la institución matrimonial. Yo soy hetero y puedo optar si me quiero casar o no –y de hecho no lo voy a hacer–, pero las personas homosexuales no podían optar.” En el caso de la marihuana, su sensibilidad se disparó desde el momento en que vio caer presos a amigos del liceo por haber comprado porro en una boca. “Pero pensar que eso implica bajar alguna otra bandera es un error. Tenemos planteos en el área de la producción, con la autogestión, en muchos temas.”
La escasa aceptación de la regulación del mercado de la marihuana en la opinión pública no la atribuye a errores de comunicación del gobierno (aunque la sinuosidad ha sido esgrimida por Darío Pérez, un diputado aliado del propio Espacio 609, quien llegó a hablar de la “marihuana burguesa”). Más bien percibe que estas posturas son lógicas en el marco de un debate inexistente: “Es un proceso de cambio. Tuvimos campañas que demonizaban la sustancia, hasta que se entendió que el problema no venía por ahí sino por un modelo que lleva a que exista un mercado negro, que está en pugna. Si somos capaces de instalar el debate, estoy convencido de que la propuesta va a avanzar”.
En el origen, Mujica llegó a hablar de “devolver las colillas” como forma de control del tope de cannabis legal permitido, y más recientemente de distribuir la sustancia en hospitales (para hablar sólo de los empujes más pintorescos que hubo en la discusión). Sabini cree que es hora de hacer conocer el proyecto en profundidad (menciona que implica el autocultivo, productores con licencias, un registro de consumidores innominado, la producción de medicamentos, el cáñamo industrial, y lo defiende como “integral”). Hasta ahora no ha podido hablar con el presidente de estos temas, y las charlas que ha tenido con él han girado sobre todo en torno a la educación.
—¿Te gustaría explicarle a Mujica esta cuestión?
—[Piensa.] Bueno, yo no sé… Él ha demostrado que cuando le interesa un tema lo estudia y va perfeccionando su visión. Un presidente tiene tantas cosas que resolver, que pensar que los temas que yo trabajo son los prioritarios de su agenda… Él ha planteado el tema y nuestra tarea como bancada oficialista es desarrollarlo. Pero Mujica siempre dice lo que piensa. Yo no le puedo decir que no sea así: sabemos que es de esa forma y lo aceptamos. Y me parece buenísimo. Le ha dado mucha frescura a la política. Con sus 70 y pico, fue votado por una enorme mayoría de los jóvenes.
Desde hace algún tiempo arrecian las expresiones que imploran por una profundización del debate ideológico en el fa, por definir los ejes de sus batallas culturales y evitar esa exposición tan deliciosa para el reality show. “Primero: no tenemos que tener miedo de ser oficialistas. La izquierda tiene que entender que tenemos el mejor planteo. Nos tenemos que sacar todo tipo de culpa. Quizás el problema es que no estamos convencidos de algunas cosas. En lo personal no es así, pero también tenemos a veces una oposición bastante mediocre en sus planteos”, atiza. ¿Ejemplos? Iniciativas como la reducción de la edad de la imputabilidad (y otras vinculadas a la inseguridad en el fútbol o el consumo de drogas), según él, “carecen de cientificidad”.
Pero dejando a un lado a la oposición, le insisto en si el fa no está desaprovechando la mayoría parlamentaria de la que hoy goza (y que quizás no repita en 2014) para imprimir algunos sustanciosos cambios de signo. “Para mí una persona que tiene un pensamiento conservador no es lo mismo que una que tiene uno de izquierda. Eso no significa que en ciertas instancias se pueda generar un ambiente de diálogo. Sí creo que pusimos demasiado empeño en generar políticas de Estado y tendríamos que haber sido mucho más avasallantes con lo que queríamos –acepta–. Porque igual nos dicen que somos autoritarios, y ni siquiera se reconocen los esfuerzos… En el fondo hay cosas en las que no vamos a estar de acuerdo nunca.”
De todos modos percibe que en la puesta en marcha de la Utec (“votamos una segunda universidad pública autónoma y cogobernada, y eso no es poco”) la izquierda demostró que va adelante con un planteo y lo concreta.
Tampoco está a favor de censurar el debate interno, ni siquiera en cuanto a la política económica: “Nadie tiene el monopolio de la verdad, y un gobierno de izquierda está siempre en disputa. Coartar la posibilidad de discusión, no en el plano personal sino de las ideas, sí me parece un error”. La bancada, para él, puede aportar cosas que exceden las tareas diarias de un gobierno, como los proyectos de autocultivo de cannabis, el de matrimonio igualitario o el de interrupción del embarazo. O incluso no comportarse como un rebaño: “La mayoría de los frenteamplistas rechazamos el veto de Tabaré Vázquez en el período pasado. Fue una actitud autoritaria. Le pasó por arriba al Parlamento, y eso desde un gobierno de izquierda no es bueno”.
Igual surge aquí el “como te digo una cosa, te digo la otra”: “También es cierto que el peso político que tiene, no lo tiene nadie (…). Para mucha gente, Tabaré no significa una profundización de las cosas, pero hay que pensar si existe alguien que pueda concitar… (interrumpe la frase). Nosotros no podemos discutir temas como si fueran los únicos, estando yo sensibilizado como lo estoy con el tema del aborto”.
FUTURAMA. Hay algo que Sabini introduce más de una vez en la conversación: no se ve como un político profesional, ni en una carrera de honores al estilo romano. Insiste en que es sólo un militante, un integrante de un colectivo: “Sé que cuando la gente lea esto no lo va a creer, pero yo nunca pedí estar en algún lado. Y los que me conocen saben que es cierto. Si mañana me dicen que el diputado tiene que ser tal o cual, no entro en esa lucha de poder”. Y precisamente, “las bajezas y mezquindades” de propios y ajenos son para él el lado oscuro de la política. También las críticas y las presiones son difíciles de sobrellevar: “La gente piensa que vos no trabajás o que le estás robando la plata, pero yo realmente pienso que me gano el sueldo”.
Y responde con sentido de pertenencia cuando le mencionan la posibilidad de que el mpp implote o se desintegre ante la ausencia de Mujica: “Es más una expresión de deseo. Todo el mundo quiere que el mpp se deshaga, incluso los que vivieron de él durante muchos años. Yo comencé a militar cuando el mpp tenía 40 mil votos. Está en nosotros generar las condiciones para desarrollarnos. Esto se resuelve con política”. Entonces la continuidad no lo desvela: “porque hay un núcleo de personas que vamos a seguir militando, porque eso tiene que ver con la vida. Tantas veces se ha dicho que el mpp se iba a caer…”. Y ahí sí la camiseta se le sale por los poros.
Contraseñas
Lecturas. “En el verano leí el último (Cartas marcadas) de Dolina. Me pareció muy bueno. También un libro de Gonzalo Curbelo, Los comediantes. Muy bueno, aunque no lo terminé. Y La broma, de Milan Kundera, que me pareció impresionante. Ahora ya estoy leyendo cosas del trabajo y no podré leer novelas hasta el próximo verano. En la mudanza [hacia una casa en Las Piedras que estuvo reciclando con su compañera] me di cuenta de que tengo demasiados libros.”
Sonidos. “Me gusta mucho la música brasileña: Cassia Eller, Caetano, Vinícius, Baden Powell de Aquino. Obviamente música nacional. Siempre estoy tratando de buscar cosas nuevas. Y si es para bailar: murga o cumbia. Me prendo con todo, así sea de Marito Silva. En ese sentido soy completamente desfachatado. Escucho también mucha radio.”
Imágenes. “Miro mucho fútbol; tengo ese problema. Después, Los Simpsons y Futurama. Cine muy poco. Me gusta Woody Allen y películas boludas tipo Transformers.”