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Desenfrenados

“La crisis política ha sacado lo peor de los brasileños”, comentó un analista de Folha de São Paulo semanas atrás. El clasismo, el racismo, la intolerancia política han emergido sin filtro alguno, y encontrado eco en la prensa y en la dirigencia política.

Se hizo conocida la anécdota de la pediatra que se negó a seguir asistiendo a una niña a la que atendía desde su más tierna infancia, porque su madre era dirigente del PT. Y es sólo uno entre una multitud de casos que se dan a diario, a menudo más violentos, como los ataques físicos a personas que osan salir a la calle con ropa de color rojo, que identifica al partido de Lula y Dilma Rousseff. Y ni que hablar del machismo rabioso que hizo centro en la presidenta, tratada de “puta” o de “sapo gordo” en las manifestaciones opositoras. “Erotícese, presidenta”, le había “aconsejado” a Rousseff el año pasado un columnista de la revista Época, y otro le había recomendado que se atuviera a una “dieta estricta”. “Ser mujer me valió un destrato que un hombre que hubiera estado en mi lugar no hubiera sufrido”, dijo Rousseff luego del bochorno que se vivió en la Cámara de Diputados el día que se votó el comienzo del trámite de impeachment. “En tiempos de crisis la descalificación y el insulto aparecen como elementos políticos. En este sentido, el machismo surge rápidamente como una forma muy poderosa para menospreciar la figura de la presidenta”, dijo al diario español Público.es la socióloga española Esther Solano, profesora en la Universidad Federal de San Pablo. No sólo la presidenta. Las diputadas que el domingo 10 osaron votar contra el juicio político fueron agredidas con insultos de todo tipo; mientras las que se pronunciaban a favor eran piropeadas por la barra brava del sí al impeachment. El que se destacó en la Cámara, una vez más, fue el fascistoide diputado Jair Bolsonaro, defensor a ultranza de la dictadura, que dedicó su voto a la memoria de Carlos Brilhante Ustra, un militar que torturó a Rousseff cuando estuvo detenida y que era conocido por violar a las presas. En 2014 el mismo legislador le había lanzado a una ministra que era “fea” y que no se merecía que él la violara. Bolsonaro es uno de los políticos más populares de Brasil y en las últimas elecciones estuvo entre los diputados que más votos captaron en todo el país.

“Además del machismo y la intolerancia está el clasismo. Brasil es un país clasista, en el que negros y pobres son despreciados por la elite blanca; pero en los últimos años se ha llegado a picos realmente preocupantes, por la realidad política del país”, consignó semanas atrás la publicación digital Carta Maior. La publicación recordó cómo hace un par de años, en plena campaña electoral, unos 100 mil médicos y estudiantes de medicina marcaron “me gusta” a un libelo en el que se pedía la “castración química de los nordestinos” por votar mayoritariamente al PT y ser unos “asistidos por el Estado”. 

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