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Declaraciones

Sol de agosto.

Ilustración: Ana Larravide

Nunca hubo tantas novedades.

Pronósticos futbolísticos, económicos, ciclones, suaves brisas. Opiniones inverosímiles y no comments obtenidos en mares de micrófonos movedizos.

Vehemencia. Inmediatez. Olvido.

¡Se vive el presente!

Vertiginoso presente.

Las declaraciones se consiguen a punta de hombro y de codo, como “las dentradas en el tiatro de Colón”, de Estanislao del Campo.

A mí… más que movilera de novedades me gustaría ser movilera de antigüedades. Salir a conseguir reflexiones de hace veinte, cien o dos mil años sobre esta cosa tan de siempre, la vida. Por ejemplo: ¿qué opinaba Shakespeare sobre la clemencia, o Séneca sobre la justicia?

LA CÓLERA NI SIQUIERA PEQUEÑA. De Séneca sabemos que nació en Hispania, media docena de años antes que Cristo. Lo llevaron a Roma, donde creció. Discrepó con Calígula. Sufrió destierro ocho años. Procuró educar a Nerón, quien lo supuso, años después, implicado en la conjura contra él.

¿Eran tan distintos los hombres y sus circunstancias hace dos mil años? ¿Qué esperaban de la justicia?

¿Qué esperaba Séneca? ¿Qué declaraba? Estas cosas:

—Nada es grande sino lo que al mismo tiempo proporciona paz.

—No pueden caminar juntas, la cólera y la justicia.

—Ni siquiera pequeña recomiendo la ira. Porque nada que es bueno empeora al aumentar y eso sucede con la cólera.

—Un juez ecuánime espera, si el hecho suscitó su indignación, que ésta pase. Si obra serenamente y ante la ley, ¿quién podría protestar su sentencia?

—La cólera, por poca que sea, no debe caber en un alma.

—Tampoco el derroche, la avaricia y la ambición, cosas todas que, al aumentar, son mezquinas.

—Los delitos ya no son secretos. ¡Ante los ojos se nos manifiestan! Vemos el campamento de una misma facción, enemistado; vemos escuadrones de encanallados caballeros; vemos las fuentes contaminadas; la calamidad labrada a pulso; vemos perjurios públicos, hurtos, fraudes… Sin embargo, conviene que el juez permanezca sereno y ecuánime. Nunca debe tornarse enemigo sino reformador de los que delinquen.

—El juez debe proceder todos los días con disposición de servir.

—¿Acaso aquel cuyo barco hace agua y cede en su ensamblaje se enoja contra los marineros y el barco? Antes bien, achica el mal, corrige los orificios visibles y, con continuado esfuerzo, hace frente a los destrozos ocultos que anegan la sentina. No ceja. Su contribución paciente es menester contra los males empedernidos, para que no prevalezcan.

UN PODER MÁGICO: LA SINCERIDAD. Por O’Higgins (calle que parece de Montevideo, con sus plátanos tan altos) deambula Roberto Arlt, el periodista que escribe como habla la gente que lo lee:

—Le ruego me conteste, seriamente, de qué forma debe uno vivir para ser feliz —le ha preguntado un lector de sus “Aguafuertes”.

—Si yo pudiera contestarle, señor, en serio o humorísticamente, en vez de estar pergeñando notas sería, quizás, el hombre más rico de la tierra, vendiendo a diez centavos la fórmula para vivir dichoso. Ya ve qué disparate me pregunta.

Sin embargo, Arlt sugirió, enseguida:

—Creo que hay una forma de vivir en relación con los semejantes y consigo mismo que si no concede la felicidad le proporciona, al individuo que la practica, una especie de poder mágico: es la sinceridad. Ser sincero con todos y más todavía consigo mismo.

No es una fórmula para vivir feliz; creo que no, pero sí lo es para examinar el contenido de la vida, cuyas apariencias nos marean y engañan de continuo.1

Dobla Arlt la esquina hacia su pensión, próxima al caserón de Mujica Láinez, en ese tranquilo Belgrano de antes.

No sé, pero me parece que dio en el clavo: ser sinceros, ahorrarnos simulaciones, eufemismos y extrapolaciones (que da un trabajo bárbaro descifrar). Es hora de abandonar esa técnica copiada de los teru-terus: armar alboroto donde no hay nido.

La usamos al decir “¡Nunca hay cebollas en esta casa!”, en vez de “¿Cocinamos algo?”; o “¡Cómo puede ser que siempre tengas prendida la radio!”, cuando nuestra pena es no sentirnos escuchados.

No se arreglará nada apagando la radio o mostrando un canasto lleno de cebollas. Porque el verdadero problema es invisible.

Sin sinceridad, seguirá sin solución.

SOL DE AGOSTO. El día es precioso: ¡un frío…! ¡Y un sol…! Mi móvil (soy movilera del pasado, recuerden), como una máquina del tiempo enfila hacia una conferencia que hace unos veinte años presentó la psicóloga y astróloga Liz Greene.

Está hablando sobre la influencia del Sol en las cartas natales. Esa charla quedó registrada en un libro que se llama El carro de Apolo.

Su lenguaje en parte es intrincado (para quienes no frecuentamos cuadraturas y sextiles), pero muy atractivo: relaciona lo poético y lo mitológico con las cartas natales.

—Creo –dice Liz Greene– que el corazón de la vocación de alguien es el Sol. La naturaleza de una vocación es, sobre todo, generar alegría. Algunos la confunden con las obligaciones. Pero es un llamado. A conectarnos con algo más brillante y mayor que nosotros, a jugar y sentir. Si no es así, lo que hacemos es un trabajo, no una vocación.

Greene propone a su audiencia como ejemplo de estudio la carta natal de Steven Spielberg: “Él ha sido capaz de entrar en el mundo transaccional del juego. Y produce cosas maravillosas”.

El mundo creativo traducido en el mundo exterior se expresa a través del Sol. En la carta de Spilberg un signo de fuego está en una casa de tierra: él se inspira entonces en la vida diaria.Su trabajo creativo debe estar incrustado en lo cotidiano. Spielberg tiene una capacidad notable para ser comprendido por muchas clases diferentes de audiencia. Sus secuencias de familia son particularmente interesantes y de gran naturalidad. Y siempre incluyen niños. En The Post aparece la pequeña hija del director del diario, decidida a vender limonada. La audiencia se identifica con facilidad con sus actores. Los caracteres de Spielberg son siempre posibles. Olvidamos que estamos en el cine. Sus temas son enormes, pero él es Norman Rockwell detrás de una cámara. Minucioso hasta en la lata de galletitas o el juguete olvidado.

Después de Parque Jurásico produjo La lista de Schindler. La oscuridad y el terror presentes en La lista de Schindler, Tiburón y Parque Jurásico están arraigados en su historia personal, pero también en la psique colectiva.

La lista de Schindler toca un lugar traumático en la familia y la memoria racial. Un lugar eterno y arquetípico. Podría aplicarse a cualquier época de la historia en la que un grupo es culpabilizado y un individuo solitario, valeroso, en “el lado” de los perseguidores, adopta una postura distinta e intenta ayudar. Spielberg nos ha dado valiosas imágenes transaccionales.

ET es una película mágica. Él ofreció una superación del trauma, a niños y adultos, a través del carácter imaginario de alguien que cura.

ET es un cuento de hadas: un relato de experiencias inconcebibles, en una forma que puede abordarse.

Los cuentos de hadas son representaciones imaginativas de la difícil realidad de la vida humana, en forma de “como si”.

La moralidad, las lecciones emocionales que podría ser insoportable contemplar en la vida real se hacen tolerables a un niño en forma de imágenes. ¡Han sido inventadas!

Hansel y Gretel encuentran recursos para destruir a la bruja antes de que ella los destruya. Un niño tiene que creer en el poder de apartar el mal y la destrucción, sobre todo en un ambiente de familia destructivo.

También para nosotros es insoportable, como para los niños, afrontar tales emociones, terrores. Pero en el cuento de hadas todo pasa “como si”. Eso es tolerable.

Spielberg captura la esencia de los cuentos de hadas en sus películas, en particular en ET.

Presenta una verdad urgente: podemos perder todo lo que es precioso, inocente, y la armonía con la naturaleza, debido a nuestra avaricia y la explotación insensible de todo lo que encontramos. Elliot, el niño que traba amistad con ET, es el único humano con la inocencia y la franqueza necesarias para relacionarse con esta criatura. Sólo Elliot respeta la realidad de ET suficientemente como para no sacar provecho de sus habilidades. El regalo que ET ofrece a cambio es insinuado cuando toca la frente de Elliot y dice: “Yo estaré aquí”.

El genio de Spielberg es el “como si”.

El mundo del juego y la alegría.

La verdadera declaración imperdible.

  1. Aguafuertes porteñas.

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