La cadencia es otra, tal vez porque esta historia recién arranca, tal vez porque ya se impregnó de la parsimonia montevideana. A las rimas vertiginosas de La Poderosa hoy las detiene un sol que da ganas de dormir la siesta. Isla de Gaspar está radiante. Es martes a media tarde y hay poca gente en la calle: de camino a “La Planta”, el primer lugar que aloja a La Poderosa en Uruguay, no se ve más que a algunos pibes en la bajada de Larravide, más conocida como la cantera de los presos.
Ya en la planta de clasificación, atrás de la cancha de Huracán Buceo, viven un perro contorsionista, que se retuerce porque los mimos “le dan cosquillas y se ríe”, y un niño, el de la explicación anterior, que ahora se resiste a la tentación pero después intentará zambullirse dentro de una bolsa de caramel...
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