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Llegan por todos lados los inmigrantes. Y seguirán llegando aunque los llamen “plagas”, “insectos”, “lacras”, como lo han hecho en las últimas semanas varios dirigentes europeos (entre ellos el primer ministro británico, David Cameron).

En sólo 24 horas, entre el viernes y el sábado pasados, Italia rescató del mar, en una de las mayores operaciones de salvataje recientes, a más de 4.400 inmigrantes que buscaban llegar a sus costas en 22 barcos, 16 lanchas neumáticas y siete barcazas, y estaban a la deriva. Otros cientos continuaron llegando a las costas de Grecia. Según cálculos de la Onu, en lo que va de 2015 algo menos de 300 mil inmigrantes han llegado a Europa por vía marítima. Entre enero y el 24 de agosto Italia recibió a unos 110 mil inmigrantes y Grecia 181 mil. El 65 por ciento han llegado de Siria (casi la mitad), Afganistán (el 12 por ciento) y Eritrea (el 10). “Huyen mayoritariamente de países en guerra, regímenes autoritarios y violaciones a los derechos humanos”, dice un informe del Acnur.

En las bodegas de tres de los barcos rescatados por la Armada italiana había 55 cadáveres.

Otros cientos de refugiados intentan cruzar hacia Inglaterra desde Francia a través del túnel bajo el Canal de la Mancha, y son miles los que en las últimas semanas pretenden llegar al norte del continente a través de las fronteras terrestres entre Macedonia y Serbia o Macedonia y Grecia. Durante el sábado y domingo últimos entre 6 mil y 8 mil refugiados hicieron el primer recorrido, arribando a la ciudad de Presevo, en el sur de Serbia. En una aldea cercana, Miratovac, ya se habían agolpado otros 5 mil llegados en los días anteriores. Las autoridades macedonias, que los habían reprimido de varias formas al comienzo, luego los dejaron pasar y organizaron mejor su transporte hacia el norte. También terminaron cediendo en la frontera con Grecia, donde unas 3 mil personas estaban bloqueadas en una estación de tren. La frontera greco-macedonia es otra de las vías por las cuales los refugiados tratan de penetrar en Serbia en su periplo hacia el norte rico del continente. Serbia es hoy uno de los mayores países de tránsito de emigrantes. “En su enorme mayoría no quieren quedarse aquí. Su destino es Alemania y Suecia, sobre todo, donde tienen ya sus comunidades, parientes y amigos”, dijo Mirjana Milenkovski, portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) en Belgrado. Al igual que la Cruz Roja, Acnur les da a los inmigrantes alimentos, agua y medicinas, pero no les asegura su transporte dentro de Serbia. De ahí su ruta hacia el norte de Europa pasa por Hungría, que hasta ahora los repele en la frontera. Budapest ordenó construir un muro que terminaría de levantarse en diciembre (véase informe sobre la crisis de los refugiados en Brecha, 7-VIII-15).

En el este de Europa, los que alguna vez fueron llamados países socialistas llegaron a un consenso de hecho que no es fácil de lograr entre ellos: recibirán a pocos refugiados, y seleccionados. Cuando la Unión Europea intentó establecer cupos para repartir entre los distintos países a unos 60 mil inmigrantes que Italia y Grecia no pueden recibir hubo dos actitudes opuestas: la de algunos nórdicos que aceptaron más de los que en principio les hubieran correspondido en el reparto, y la de Polonia, República Checa, Letonia, Lituania, Eslovaquia y Estonia, que se negaron a que se les fijara mínimos. Sólo el gobierno checo de centroizquierda se salió un poco de ese libreto y admitió un máximo de 1.500 refugiados. Polonia admitirá 2 mil. El resto reciben a algunos, dijeron, no podrán superar unos cientos, y en todo caso deberán ser “cristianos”, nunca musulmanes. El problema es que muchísimos de los que huyen de Siria precisamente son musulmanes. “Somos un espacio de cultura cristiana”, dijo el ministro de Asuntos Sociales de Estonia, el conservador Margus Tsahkna. “Sería muy fácil que entre los musulmanes se colaran terroristas”, comentó a su vez el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico. En 2014 Eslovaquia aprobó sólo 14 de 311 solicitudes de asilo. En todos los países del este de Europa y los Balcanes se han formado fuertes movimientos neonazis, o “contra la islamización”. En República Checa, el Bloque contra el Islam, dirigido por el profesor de zoología Martin Konvicky, logró reunir ya 145 mil firmas en rechazo a la llegada de inmigrantes islámicos.

En Polonia, según los sondeos, 70 por ciento de los ciudadanos está en contra de recibir a refugiados de Oriente Medio o África, al igual que el 55 por ciento de los lituanos. En Polonia la “opinión pública” sería mayoritariamente reacia a acoger incluso a cristianos. El arribo de 50 familias de ese origen, la semana pasada, a Varsovia, fue tema de debate público en un contexto electoral. “Nosotros, los polacos, y el gobierno polaco deberíamos ser ante todo solidarios con los polacos que están en el exterior”, dijo la candidata conservadora Beata Szydlo.

En Alemania, uno de los países de fuera del Mediterráneo que más inmigrantes está recibiendo, los ataques neonazis contra centros de refugiados se multiplican. Hubo más de 200 en los primeros seis meses del año, según cifras del Ministerio del Interior. A los centros a menudo los incendian y a los refugiados los golpean, apalean y hasta les orinan encima, como les sucedió a dos hermanos sirios, de 5 y 15 años en un tren. La canciller alemana, Angela Merkel, visitó el miércoles el centro de Heidenau, en el este del país, mientras el presidente, Joachim Gauck, fue a un albergue berlinés. En el de Heidenau, donde hay 500 refugiados, los neonazis se enfrentaron con grupos de izquierda que defendían a los inmigrantes.

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