Cuando los responsables de la asociación ecologista Greenpeace pudieron finalmente leer pasajes de los documentos que unas pocas horas después pondrían en conocimiento del público, lo que vieron les hizo exclamar: “¡Con razón eran secretos!”. Lo mismo habían afirmado unos meses atrás eurodiputados españoles que habían accedido a una documentación similar pero en una fase previa de discusión. “Ahora me explico tanto secretismo, tanta opacidad”, sostuvo en esa ocasión la legisladora de Podemos Lola Sánchez. “Es impresionante”, se limitó a afirmar su colega de Izquierda Unida Marina Albiol. Era en febrero, y ambas acababan de salir del llamado reading room, un pequeño cuartito bruselense que oficia de cámara secreta y al que los eurodiputados deben ingresar para conocer –vigilados por guardia...
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