En las últimas semanas los productores familiares del Interior profundo han visto cómo en su nombre se erigía un movimiento difícil de calificar, se blandían enseñas patrias y se leían proclamas a voz en cuello colmadas de hartazgo, frustración y directrices liberales acerca de políticas macroeconómicas. Vieron cómo parte de la izquierda relativizaba su mal paso, ironizaba sobre la catarsis de sus discursos y entrecomillaba el carácter autoconvocado de las manifestaciones, achacándoles razones desestabilizadoras. Notaron cómo el gobierno buscaba cercanía (sacando a relucir los beneficios de los últimos años otorgados a la producción familiar); y sintieron cómo las gremiales hegemónicas del negocio agrario uruguayo asomaban una vez más buscando imponer sus intereses en la negociación. En el...
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