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La ola de huelgas en Reino Unido

Campo de batalla

La crisis del costo de vida moviliza a millones de británicos, con paros y ocupaciones en varios sectores de la economía. Aumentan las voces que denuncian los exagerados aumentos de las ganancias empresariales mientras cae el salario real.

Empleado del transporte en la Estación Waterloo de Londres durante la huelga de ferrocarriles, metros y autobuses en Reino Unido. XINHUA, LI YING

Si se le pregunta hoy a un trabajador británico hacia dónde cree que va su país, difícilmente se reciba una respuesta publicable. De una crisis en otra, Reino Unido ya va por su tercer primer ministro en el año. El precio de la luz y la calefacción se ha disparado en un 96 por ciento desde el invierno pasado, y los alquileres han aumentado hasta un 20 por ciento. Se estima que la inflación, que actualmente es de 12,3 puntos, crecerá hasta los 18 en los primeros meses de 2023.

Todo esto, en el país que fue el primero de Europa occidental en superar los 200 mil muertos por coronavirus y que en la última década ya ha sido sujeto a brutales medidas de austeridad que han destrozado el tejido social. Un análisis del Congreso de Sindicatos (la mayor federación sindical del país) publicado a principios de este año encontró que, en términos de salario real, en 2021 los trabajadores británicos ganaron 60 libras (70 dólares) menos por mes que al comienzo de la crisis financiera de 2008. Se trata del período de caída salarial más largo desde las guerras napoleónicas, de acuerdo a datos del Banco de Inglaterra usados en el análisis.

En los casos en que las patronales han ofrecido aumentos salariales para combatir la inflación, estos aumentos no han dejado de ser recortes salariales significativos si se los mira en términos reales. Pero no se aplican las mismas reglas a la gerencia: mientras que los aumentos ofrecidos a los trabajadores han oscilado generalmente entre el 2 y el 6 por ciento, el salario promedio de un director ejecutivo del FTSE 100 (compuesto por las empresas más grandes de la Bolsa de Valores de Londres) se disparó un 23 por ciento este año, gracias al reparto de bonificaciones récord, según un reciente informe de Price Waterhouse Coopers.

Uno de los destinatarios de esas bonificaciones récord fue Philip Jansen, director ejecutivo de BT Group, el proveedor de servicios telefónicos e Internet más grande de Gran Bretaña. Este año, BT reportó ganancias equivalentes a 1.800 millones de dólares y Jansen obtuvo un pago equivalente a 4,2 millones, un aumento del 32 por ciento. Ahora gana 86 veces más que el empleado promedio de BT.

Sin embargo, después de seis breves reuniones con representantes del Sindicato de Trabajadores de la Comunicación (CWU, por sus siglas en inglés), Jansen dio por terminado el diálogo e impuso unilateralmente un aumento insultante por 1.770 dólares en los salarios base anuales, lo que en los hechos significa un recorte salarial en términos reales para los 40 mil técnicos y trabajadores de call center de la empresa. Los empleados de los call centers son tan mal pagos que algunos se han vuelto dependientes de mesas de donación de comida no perecedera que han sido instaladas en las propias oficinas de la empresa (un vocero de la empresa dijo a Big Issue en junio que las mesas «no deben ser confundidas con ollas populares»).

Otro beneficiario de los aumentos salariales a la gerencia fue Simon Thompson, director ejecutivo de Royal Mail Group, el servicio postal de Reino Unido (privatizado hace una década bajo el gobierno de coalición conservador-liberal). En junio, Thompson, que gana 62.750 libras esterlinas al mes (75.700 dólares), se otorgó a sí mismo una bonificación «a corto plazo» equivalente a 172 mil dólares. Poco después, la empresa informó a sus 115 mil trabajadores que aumentaría los salarios en un 2 por ciento, lo que representa un recorte salarial drástico en el contexto de la actual crisis del costo de vida. Eso, a pesar de que los trabajadores de Royal Mail le generan a la compañía ganancias anuales récord de 915 millones de dólares.

OLA DE HUELGAS

Como era de esperar, tanto los trabajadores de BT como los de Royal Mail votaron en gran número a favor de ir a la huelga en los meses pasados. Una de las votaciones por correo registró un 97,6 por ciento de votos a favor de la huelga, con una participación del 77 por ciento de los afiliados. Es el mayor mandato de una medida de lucha desde la implementación de la propatronal Ley de Sindicatos de 2016, que requiere una participación del 50 por ciento de la plantilla para que una votación de huelga se considere válida.

Los 40 mil obreros de la Unión Nacional de Trabajadores Ferroviarios, Marítimos y del Transporte (RMT, por sus siglas en inglés) también votaron a favor de ir a la huelga. Su lucha contra los recortes salariales y los despidos se ha beneficiado enormemente de las intervenciones de Mick Lynch, el humilde e ingenioso secretario general del sindicato, cuyas salidas en los medios han gozado de gran popularidad. Sin perder la calma, Lynch llamó «mentiroso» 15 veces en tres minutos a un parlamentario tory con el que compartía un programa en la BBC, le respondió a una miembro de la Cámara de los Lores que lo criticaba «yo ni siquiera sé quién es usted» y acusó a un conductor de informativo de «meterse de cabeza en el mundo del surrealismo» por insinuar que los miembros de RMT podrían recurrir a la violencia contra las empresas y los rompehuelgas.

A medida que pasan los meses, a estos trabajadores se han sumado otros sectores de la clase obrera involucrados en sus propias disputas. Recientemente, 70 mil miembros del Sindicato de Universidades y 100 mil del Sindicato de Servicios Públicos y Comerciales han votado ir a la huelga. Por primera vez en la historia, las 465 mil enfermeras del Royal College of Nursing, el sindicato de enfermeras más grande del mundo, votaron a favor de la huelga. Los próximos meses verán a muchos otros trabajadores –desde bomberos y maestros hasta los funcionarios de bromatología y el personal a cargo de las armas nucleares– yendo a votar si deben detener sus tareas para defender sus niveles de vida.

«DECLARACIÓN DE GUERRA»

Algunas huelgas ya están mostrando resultados. Unite, la segunda central sindical británica, dirigida por la combativa Sharon Graham, se ha abocado a una guerra de guerrillas implacable contra las empresas regionales de autobuses, los municipios y las corporaciones multinacionales. Sus miembros en los sectores del transporte, aeropuertos y la administración local vienen dando batalla con piquetes masivos y ocupaciones de edificios públicos.

En julio, los trabajadores de check-in y el personal de tierra afiliados a Unite y al sindicato GMB (una confederación sindical de 460 mil afiliados) obtuvieron un aumento del 13 por ciento después de amenazar con cerrar el aeropuerto de Heathrow. En una serie de huelgas que fue de setiembre a noviembre, los estibadores de Liverpool ganaron hasta un 18,5 por ciento de aumento.

Sin embargo, muchas disputas importantes han dado un giro menos satisfactorio para los trabajadores. En el caso de los empleados de correos, luego de una serie de paros extraordinariamente populares, en setiembre los líderes sindicales aceptaron un pedido de reunión de los jefes de empresa, con la esperanza de resolver el conflicto. Cuando se sentaron a la mesa, las patronales les dijeron que en ese momento los gerentes de todo el país estaban recibiendo información sobre los planes para «modernizar» la empresa. Se les entregaron dos cartas: la primera les informaba que Royal Mail planeaba retirarse de todos los acuerdos con el sindicato, y la segunda planteaba establecer una nueva relación, en la que la empresa ya no negociaría, sino que simplemente «consultaría» al sindicato.

El secretario general del CWU, Dave Ward, lo calificó como «el mayor ataque contra los trabajadores y sus delegados de base que este sindicato haya visto». El ejecutivo nacional de CWU votó por otros 19 días de paros. La gerencia intentó, entonces, debilitar al sindicato, ofreciendo un irrisorio aumento salarial del 7 por ciento a dos años, a cambio del cierre de varios centros de correo y la implementación de un régimen de repartidores autónomos en Royal Mail. La idea parece ser allanar el camino para convertir el servicio postal de Reino Unido en un sistema de entrega al estilo Uber.

El CWU redobló sus esfuerzos. Condenó la «declaración de guerra» a los trabajadores postales y reafirmó su compromiso de parar las actividades durante el black friday y el cyber monday, los días de mayor actividad comercial online –y de entrega de pedidos– de todo el año. La gerencia de Royal Mail finalmente ofreció negociaciones serias a través de un organismo de conciliación independiente financiado por el gobierno. Las patronales ferroviarias y de BT anunciaron su disposición a negociaciones similares. Muchos sospechan que la determinación de las patronales puede estar resquebrajándose bajo una presión inesperadamente fuerte de los sindicatos.

«LA CLASE OBRERA HA VUELTO»

La percepción generalizada es que los CEO se están riendo de los trabajadores mientras se regalan a sí mismos pagos caricaturescos y extravagantes, cuando los trabajadores sufren el costo cada vez mayor de las necesidades básicas. En tanto, el gobierno mira y no hace nada.

Para Ward, del CWU, las empresas británicas atraviesan una «crisis moral». Ideas como limitar los salarios de las altas gerencias y que los trabajadores puedan ejercer votos de censura sobre sus jefes disfrutan ahora de un apoyo mayoritario (72 y 62 por ciento de la población, de acuerdo a una encuesta de fines de agosto de la consultora Survation).

Incluso cuando Reino Unido se acerca a una situación de «huelga general de facto», como la llamó en entrevista con el Financial Times un ministro de gobierno, la respuesta del oficialismo conservador ha sido de una completa cerrazón. En lugar de abordar los problemas que están dando lugar a un momento tan excepcional, el gobierno trata de restringir aún más el poder de los sindicatos británicos –que ya operan bajo condiciones que están entre las más restrictivas de Europa– e impulsa un proyecto de ley que consagra un «nivel mínimo de servicio», o de esencialidad, en el caso de huelgas en el transporte.

Lynch ha denunciado esa iniciativa y en octubre le dijo a una multitud de trabajadores que su aprobación significaría que «los trabajadores sean conscriptos contra su voluntad para luchar contra ellos mismos». El Congreso de Sindicatos está impugnando el proyecto en los tribunales.

Pero parece poco probable que la oposición sindical termine ahí. El aumento en la movilización obrera les ha dado a los sindicatos una posición social que no habían disfrutado en décadas. Mientras el Partido Laborista ofrece soluciones tibias a la crisis del costo de vida y da muestras de una gran ambigüedad acerca de si respalda o no a los trabajadores en huelga, son los sindicatos los que están marcando la agenda de la oposición y articulando con mayor claridad el estado de ánimo de la población.

Enough is Enough (‘ya basta’) –una coalición de sindicatos, hinchadas del fútbol, parlamentarios socialistas, organizaciones de inquilinos y la publicación Tribune– ha ganado este año casi 1 millón de seguidores, movilizando a gente que no suele involucrarse en la actividad política, para recolectar donaciones para los huelguistas y las ollas populares, ensanchar los piquetes en los lugares de trabajo y manifestarse contra el estado del país en lugares que a menudo no habían visto protestas en mucho tiempo. No hay duda de que si los tories o las patronales como la de Royal Mail quieren pasar a la ofensiva, esta acumulación en las bases se alistará en la defensa de RMT, CWU y los otros sindicatos.

En última instancia, la situación sigue siendo volátil e impredecible. Pero una cosa es innegable: en Reino Unido, millones de personas están envalentonadas con desafiar una estructura social que las quiere hacer vivir una peor vida mientras trabaja más duro para personas que nunca lo habían pasado mejor. El lugar de trabajo ha sido redescubierto como un campo de batalla y vienen en aumento las personas que están descubriendo su fuerza colectiva.

En el Día de Acción, organizado en octubre por Enough is Enough para apoyar a los trabajadores ferroviarios y postales en huelga, varias pancartas mostraban las palabras del difunto líder de RMT Bob Crow: «Escupan solos y no podrán hacer nada. Escupan juntos y ahogarán a esos bastardos». Sin importar qué pase en los próximos meses, millones de personas seguirán repitiendo esas palabras. En palabras de Lynch, «la clase trabajadora ha vuelto».

(Publicado originalmente en Labor Notes. Traducción de Brecha.)

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