Algo flotaba en el ambiente. A principios de 2011 aún no estaba claro qué era, pero muchos dirían, meses después de todo aquello, que sabían que algo estaba a punto de suceder. Tres años de crisis y el golpe que el país se había pegado –tras pasar de creer que estaba compitiendo en la primera liga a encontrarse en el agujero dejado por la burbuja inmobiliaria y con unas cifras de paro inéditas en Europa– habían agudizado el letargo político de la sociedad española. Sin embargo, algo estaba cambiando y, si se observaba atentamente, podían verse pequeños movimientos en el subsuelo que cada día crecían y crecían, sin que el establishment notase nada.
En las plazas de varias ciudades, megáfono en mano, comenzaron a reunirse pequeños grupos que, simplemente, se juntaban para expresar, en su ...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate