El altar de la pintura - Brecha digital

El altar de la pintura

Fernando de Szyszlo (1925-2017)

FERNANDO DE SZYSZLO

La extraordinaria circunstancia de una muerte a dúo distrajo por un momento del carácter profundo e irreversible de la ausencia de uno de los grandes pintores de América. La prensa dio a conocer que Fernando de Szyszlo (Lima, 1925-2017) tropezó junto con su esposa, Liliana Yábar, en una escalera que da a la sala de su casa en el barrio de San Isidro y ambos fallecieron.

La noticia generó suspicacias y circularon versiones de un suicidio asistido de ambos, ya que días antes, en una entrevista, Szyzlo había hablado a favor de la eutanasia. Nada se pudo comprobar al respecto, en todo caso el hecho coloca el foco de atención en otros temas, como la vejez de un gran artista, la muerte voluntaria, el manejo de la información y el morbo de las redes sociales, pero no nos exime de una pérdida enorme y muy presente: el artista seguía pintando todos los días, a sus 92 años.

Fernando de Szyszlo es una figura cardinal del panorama pictórico latinoamericano, perteneciente a la generación limeña del 50 que nació en torno a la revista Las Moradas e integrante del grupo Espacios, de arquitectos y artistas. Tuvo su estadía europea consagratoria de seis años en París (1949-1955), que le brindó una visión global de América Latina y la conciencia de su renovación cultural: “Después nos fuimos dando cuenta de que para cambiar cualquier cosa de nuestro mundo teníamos que estar en nuestros países, que desde el Café de Flore es imposible”, confesó en una charla con Rosalba Oxandabarat, publicada en Brecha en 2003.

Casado en primeras nupcias con la gran poeta Blanca Varela, tuvo con ella dos hijos. Participó de la IV y V bienales de San Pablo, en la XXIX Bienal de Venecia, en la exposición de Pittsburg Internacional, expuso en el Guggenheim de Nueva York, en el Museo de Arte Moderno de España y en el de México, en el Museo de Arte de Lima, el de Bellas Artes de Caracas, en el Museo de Arte Moderno de Rio de Janeiro, entre algunos de los que actualmente conservan sus obras. Recibió el Doctor Honoris Causa de la Universidad de San Martín de Porres, de la Pontificia Universidad Católica de Perú, así como la Cruz de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, del gobierno de Francia, y Caballero de la Orden del Sol, de Perú.

Pese a un inquieto trajinar por tierras del Sur y del Norte, o precisamente gracias a éste, el arte de Szyszlo posee, según las palabras de su amigo Mario Vargas Llosa, el aire de “lo latinoamericano (…) eso que nos pasa con los cuentos de Borges, los poemas de Vallejo o de Octavio de Paz, los cuadros de Tamayo o de Matta”.

Es considerado el introductor de la pintura abstracta en Perú, pero el grueso de su obra oscila más bien entre una figuración insinuada y una abstracción de intenso cromatismo, moviéndose entre el espíritu de las vanguardias europeas y el legado iconográfico de las culturas precolombinas. Todo lo cual llevó al crítico argentino Damián Bayón a hablar del “indigenismo abstracto” de Szyszlo.

Con motivo de la exposición que realizara hace tres lustros en Montevideo, escribíamos: “Pero más que la idea de una combinación precisa, controlada por balanza 15 gramos de cubismo, 20 de figuración a lo Klee, y todo sazonado con grafías de cacharros e informalismo matérico, sus pinturas generan la conciencia de un espacio en entredicho, una problemática que acompasa el desarrollo de la pintura occidental y en donde vienen a comparecer los trazos y las formas de evocaciones prehispánicas inquietantes”.

Su obra se reconoce por una paleta con predominancias de violetas y fucsias, “luz violeta, negra, fosforecida” (Bayón dixit), toques espatulados de rojos y cerúleos, fuertes naranjas y azules ultramarinos, que sugerían una lucha entre fuerzas antagónicas (cielo, tierra, fuego, sangre, mar).

Esa paradójica “circunstancia espacial” donde se desarrolla un conflicto de presencias intuidas –altares, sangre, sacrificios– se da en su obra más por la superposición de planos que por un manejo sutil de claroscuros. “Por eso –rematábamos en la nota citada– no resulta extraño que sea en un altar donde comparezca la pintura, con sus expiaciones y sus violencias contenidas.” Hoy vienen a sumarse otras expiaciones y violencias, las del manejo de la información y el tratamiento mediático de la muerte, y sin embargo, muy pronto volveremos a hablar de la pintura inmensa de Szyszlo por lo que nos deja de hondo y de perdurable.

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