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Aclaración pública

El 19 de octubre Álvaro Revello, presidente de APLU (Asociación de Profesores de Literatura del Uruguay, que reúne cerca de 1 millar de docentes de Literatura de todo el país), convocó a las profesoras y colegas de Formación Docente Elena Romiti y Gabriela Sosa, y a mí, al conversatorio en el CLAEH «Literatura y su enseñanza», en el marco de la reforma actual, que no termina de mostrar el alcance concreto de sus cambios en estructura y programas, lo que genera incertidumbre en el colectivo docente desde el pasado mes de agosto.

El conversatorio dio cuenta de la necesidad de hablar públicamente sobre lo que ha sido en la historia de la enseñanza de nuestro país la Literatura y lo que esta tiene para aportar en la formación humanística de nuestros adolescentes.1

Por entonces, solo había un título vacío que correspondía al tramo 3, noveno año del plan de reforma (actualmente tercer año de liceo), que decía: «Arte con énfasis en Literatura». ¿Pero qué es esto del énfasis? Nadie lo comprende bien y los programas no lo explican. Mientras, se sigue especulando con que Literatura, que actualmente tiene horas desde cuarto hasta sexto de liceo en casi todas las orientaciones sería en ese nuevo misterioso tramo final (cuarto, quinto y sexto de liceo) una asignatura meramente opcional. Pero, como las autoridades han anunciado una reforma que ni siquiera tiene programado su tramo final (y aun así pretenden que, sin el panorama completo, los docentes y los estudiantes firmemos alegremente ese cheque en blanco), es imposible señalar nada sobre el punto. Sí consideramos necesario adelantar nuestra posición, ya que, por falta de propuesta oficial, tiempos y ámbitos adecuados, no lo pudimos hacer en 2022, mientras el tren bala de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) dice que la reforma se activa, a como dé lugar, en marzo de 2023.

En ese marco se dieron a conocer, finalmente, los contenidos del programa «Arte con énfasis en Literatura. Tramo 6 | 9».2

Pero el programa no aparece firmado. Esto se vincula, acaso, con algo particular de nuestra asignatura en otro orden. En los programas de la malla curricular para Formación Docente, Literatura es la única asignatura que no tiene malla. Pues ni uno/a de los cientos de profesores/as de Literatura de todo el país aceptó ser contratado/a por el Consejo de Formación en Educación, a espaldas de la participación de las Salas de Literatura y de las Asambleas Técnico-Docentes. El programa de noveno alguien se prestó a hacerlo, o se le obligó a hacerlo, pero no lo firmó, acaso porque quedaría en una situación vergonzante frente al gremio literario de la educación. El hecho es que en las fundamentaciones se recogen a modo de cita y bajo el subtítulo «Competencias específicas de la unidad curricular por tramo», las palabras finales de mi ponencia en el coloquio del CLAEH antes mencionado.

Quien no haya oído toda mi exposición poco puede comprender a qué apunta el humor de una glosa del final de las «Palabras liminares» de Rubén Darío: «La primera ley, creador, crear. Y cuando una musa te dé un hijo, queden las otras ocho encinta».

Al final de la locución mi planteo fue que, lejos de perder horas, Literatura debería reproducirse en la currícula y darse con programas actualizados, pero también articulando con talleres de escritura creativa, así como de investigación, y que «teatro» debería ser una asignatura en sí misma. La cita es: «La literatura es la imaginación de la palabra. Cuando la musa de la Literatura te dé un hijo, que toda la currícula quede encinta». Un planteo contrapuesto al espíritu de lo que, según se puede inferir, propone la reforma.

Mi postura apuntaba, también, a que, si bien aún no sabemos qué pasará con Literatura en los programas de Formación Docente, todo indica que al ingresar el cuarto eje titulado «Lenguajes diversos» se obliga a las materias de formación específica a reducir su corpus. Esto es como decirle a un médico que va a tener menos Anatomía en su formación, pero va a aprender a manejar muy bien la tecnología que, a veces, ni siquiera tiene a disposición. Las asignaturas de ese cuarto eje tienen títulos inventados y, por tanto, no se sabe tampoco quién las dictaría. En concreto, Literatura tiene hoy en Formación Docente, durante los cuatro años, 26 asignaturas específicas, pero el modelo de la reforma propone recortar esa cantidad a un máximo de 12 materias específicas. Por ejemplo, en Formación Docente de Idioma Español, las asignaturas Literatura Hispanoamericana, Literatura Española y Literatura Uruguaya ya no aparecen (estudiar lengua sin literaturas es como hacer gastronomía sin ingredientes, ¿no?).

Quienes recogieron mis palabras en dicho programa lo hicieron, entonces, de manera equívoca, intentando hacer que esa afirmación, que critica el rebajamiento literario de la formación educativa que esta reforma propone, apareciera asimilada a un documento oficial. Por esto me he visto en la obligación de aclarar lo que considero es una apropiación que carece de honestidad intelectual, pues lleva mis palabras a un contexto opuesto al que estas pertenecen. Quien lo hizo pretendió juntar agua con aceite y hay cosas que, naturalmente, no se mezclan.

1. Puede verse aquí.

2. Puede accederse al documento en la web de ANEP.

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