Los puestos gerenciales de las grandes farmacéuticas están ocupados por especialistas en marketing,1 lo que explica
la maestría con que manipulan los datos de sus productos valiéndose de ocultamientos y medias verdades que camuflan mentiras. Dado este secreto a voces, es muy sorprendente la credulidad –por decir lo menos– de la abrumadora mayoría
de los periodistas de los grandes medios, que se han limitado a repetir las informaciones recibidas renunciando a la esencia
de su oficio: investigar, chequear, contrastar distintas fuentes.
Amparadas bajo el «secreto comercial», las farmacéuticas no han dado a conocer los informes integrales de sus ensayos de las vacunas contra la covid: solo se dispone de la información brindada por las propias empresas, sin que pueda contarse con chequeos independientes.2 Médicos sin Fronteras –junto con investigadores, instituciones y aun naciones– viene reclamando insistentemente que estas empresas compartan la propiedad intelectual, la tecnología, los datos y el conocimiento necesarios para que otros fabricantes puedan también producir las vacunas y garantizar así un acceso equitativo a ellas.3 Una negativa cerrada y sin fisuras ha sido toda respuesta de la big pharma; tal parece que, para la industria del medicamento, el lucro está por encima de cualquier consideración humanitaria. A ello debe agregarse una manipulación deliberada de la poca información pública brindada por las farmacéuticas: es el caso de la pretendida protección que brindan las vacunas. De esto trata la presente nota.
El Centro Nacional para la Información Biotecnológica (NCBI, por sus siglas en inglés) es una dependencia de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos. En febrero de este año, el NCBI publicó un informe de investigación que devela el engaño de Pfizer-Biontech y Moderna sobre la eficacia de sus vacunas.4 Es curioso que, tantos meses más tarde, aún no nos hayamos enterado de tan importante noticia por la gran prensa, siempre generosa en los espacios de cobertura de la pandemia. Esta omisión debería bastar para apagar la TV a la hora de los «informativos» y procurar por otras vías información seria y verificable. Veamos los detalles de esta manipulación de una información tan sensible para el gran público.
La comercialización de las vacunas de Pfizer-Biontech y Moderna se vio acompañada de un anuncio rimbombante: sus productos cubrirían más del 90 por ciento del riesgo relativo de contraer la gripe covid, dato al que llamaron porcentaje de efectividad de la vacuna. Desde entonces, la prensa se ha hecho eco, sin más, de esta tranquilizadora efectividad muy alta de las vacunas que anuncian sus propios fabricantes.5 Entretanto, estos nada han dicho sobre la reducción del riesgo absoluto de contraer la enfermedad, que, como veremos, es ínfima y constituye el dato clave que todos deberíamos conocer. Dicha omisión contó con la complicidad tácita de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), agencia reguladora oficial estadounidense para la aprobación de fármacos. Esto muestra, una vez más, que la big pharma controla a sus controladores.6
Pfizer-Biontech anuncia –sin mayores explicaciones– que su vacuna tiene un 95 por ciento de efectividad. Se sugiere así, sin decirlo con todas las palabras, que 19 de cada 20 personas vacunadas están protegidas contra el virus o bien que existe solo un 5 por ciento de probabilidades de que la vacuna no produzca el efecto deseado. ¿Qué hay de cierto en esto? Veamos cómo se llega a este porcentaje y cuál es su verdadero significado.
De acuerdo con los datos suministrados por Pfizer-Biontech sobre sus ensayos clínicos, de las 21.720 personas que se prestaron a ser vacunadas, solo ocho de ellas (0,04 por ciento) desarrollaron síntomas de la enfermedad. En cambio, de las 21.728 personas inoculadas con un placebo –muy similar a la vacuna, pero sin su principio activo– 162 (0,75 por ciento) desarrollaron la enfermedad.7 Admitiendo un pequeño margen de error, estos datos son proyectados a la población total, asumiendo que vacunados y no vacunados están representados proporcionalmente en los ensayos antedichos: es lo que en estadística se llama muestra representativa. El grupo placebo –o grupo de control– representa el 100 por ciento de la población antes de ser vacunada. Si a ese total le restamos el 0,75 por ciento que cursó la enfermedad, tenemos un 99,25 por ciento de no vacunados que no fueron afectados por la covid-19. En el otro grupo, la cantidad de personas vacunadas que no desarrolla síntomas de la enfermedad es del 99,96 por ciento, porcentaje superior en menos del 1 por ciento al de los no vacunados. Puede verse que en ambos casos –vacunados y no vacunados– el porcentaje de personas protegidas por su propio sistema inmunológico es muy alto: como es sabido, se trata de niños, jóvenes y mayores sin comorbilidades (patologías respiratorias o cardiovasculares, obesidad, etcétera).
De este modo, los ensayos de Pfizer muestran por sí mismos lo que la farmacéutica se cuida de omitir: la mayor parte de las personas –estén o no vacunadas– no cursa la enfermedad. Por otra parte, la abrumadora mayoría de las muertes con covid ocurre entre mayores de 80 años y personas con comorbilidades. En contrapartida, los posibles efectos adversos de la vacuna en personas jóvenes y sanas son mayores que los beneficios, y estos últimos son prácticamente nulos. Esto sugiere que la vacunación masiva no tiene sentido. Es precisamente lo que sostienen no pocos investigadores independientes: lo más prudente habría sido vacunar a los ancianos y a las personas pertenecientes a los grupos de riesgo.8
¿Qué hay, entonces, de las tasas de reducción de los riesgos absoluto y relativo? El procedimiento estándar para estos cálculos se encuentra disponible en cualquier texto de epidemiología.9 En el caso que nos ocupa, la tasa de riesgo relativo se obtiene dividiendo el porcentaje de enfermos del grupo de vacunados por el porcentaje de enfermos del grupo placebo: 0,04 dividido 0,75, lo que da 5,33 por ciento. Luego, se sustrae este 5,33 por ciento al 100 por ciento –que representa la totalidad del grupo placebo, es decir, la población toda antes de la vacunación–, con lo que se llega a 94,66 por ciento. Esta es la llamada tasa de riesgo relativo, a la que Pfizer denomina, confusamente, porcentaje de efectividad de su producto, sugiriendo así que ese altísimo porcentaje de personas que no cursan la enfermedad se debe a la vacunación. Equívoco absoluto: ese 94,66 por ciento (redondeado a 95 por ciento) es el porcentaje de personas que, con o sin vacuna, de todos modos no cursarán la enfermedad. A estar por los epidemiólogos, el índice que realmente cuenta es el de la reducción del riesgo absoluto: «Debido a que el informe exclusivo del riesgo relativo puede exagerar la eficacia de un tratamiento, se deben informar las tasas de eventos reales y los cambios absolutos en el riesgo».10 La tasa de reducción del riesgo absoluto indica la disminución –expresada en puntos porcentuales– de las posibilidades de contraer la enfermedad que aporta la vacuna con relación al riesgo de contraerla sin terapia alguna. La tasa de reducción del riesgo absoluto para los vacunados contra la covid-19 se obtiene restando el porcentaje de vacunados enfermos al porcentaje de no vacunados enfermos, esto es, 0,75 por ciento menos 0,04 por ciento, que da 0,71 por ciento.11 Esto significa que la persona que no se vacunó tiene 0,75 por ciento de chances de enfermarse, es decir, una probabilidad en 133 (100/0,75); luego de vacunarse, pasará a tener una probabilidad en 141 (100/0,71). En otros términos, con la vacunación masiva, solo una de cada 141 personas ha sido protegida contra la enfermedad, ya que las 140 restantes pertenecen a esa porción mayoritaria de la población que, de todos modos, no se enfermaría. La vacuna protege a una persona perteneciente al grupo de riesgo al costo de inyectar innecesariamente a otras 140 personas sanas, expuestas así a posibles efectos adversos que ni siquiera se conocen a ciencia cierta. Si solo se tiene en cuenta la reducción del riesgo relativo, el público cree entender –sin que nadie parezca interesado en sacarlo de su error– que debemos a las vacunas ese alto porcentaje de protección contra la covid, y no a las defensas naturales del organismo… Es exactamente lo que las farmacéuticas nos han hecho creer con esta manipulación de los datos.
Vale la pena leer el informe completo de la NCBI; termino transcribiendo aquí sus lapidarias conclusiones: «Una evaluación crítica de los datos de los ensayos clínicos de fase III para la vacuna Pfizer-Biontech BNT162b2 y la vacuna Moderna mRNA-1273 muestra que las medidas de reducción del riesgo absoluto son mucho más bajas que las medidas de reducción del riesgo relativo informadas. Sin embargo, los fabricantes no informaron sobre las medidas de reducción del riesgo absoluto en documentos publicados. Además, el Comité Asesor de la FDA de Estados Unidos no siguió las pautas publicadas por la FDA para comunicar los riesgos y los beneficios al público, y el comité no informó las medidas absolutas de reducción del riesgo al autorizar las vacunas BNT162b2 y mRNA-1273 para uso de emergencia. Tales ejemplos de sesgo de notificación de resultados engañan y distorsionan la interpretación pública de la eficacia de la vacuna de ARNm de covid-19 y violan las obligaciones éticas y legales del consentimiento informado».
A la fecha, con una vacunación masiva muy avanzada, ya no hay posibilidades de someter a prueba la alternativa de una terapia selectiva como la aquí sustentada para afrontar la covid-19. La decisión política de vacunar tomada por la Organización Mundial de la Salud y acatada por todos los gobiernos no resultó de un debate abierto que contemplara todas las opiniones. La ciencia libre de prejuicios, basada en la evidencia verificable, en la contrastación de hipótesis, faltó a la cita. La vacunación urbi et orbi y protocolos discutibles pero jamás discutidos fueron presentados como la única solución de la crisis sanitaria y firmemente respaldados por los principales medios de comunicación. Quienes expresaron dudas o críticas y reclamaron un debate plural fueron ignorados, denostados, censurados y moralmente cuestionados. El viejo y encomiable periodismo de investigación, independiente del poder, naufragó sin remedio. Por otra parte, la estrategia sanitaria anclada en el temor al contagio es terreno fértil para el pánico, predispone a la obediencia ciega y a la delación del transgresor, desestimula la solidaridad e invita a un sálvese quien pueda individualista e intolerante.
La mayor parte de los programas informativos y periodísticos más vistos y oídos han venido alentando sin desfallecimientos el pensamiento único, el cuestionamiento ético y la cacería al disidente. Baste como botón de muestra local la edición del 3 de diciembre pasado del programa Polémica en el bar (Canal 10). En la ocasión su conductor preguntó retóricamente: «¿Qué pasa con los no vacunados?», para contestarse luego con énfasis «¡Tienen que creer en el sistema, y creer en la ciencia!». Y concluyó a su vez más tarde la conductora: «Si no creen, hay que aislarlos». Como puede verse, el rótulo ciencia no alude aquí a la ciencia, sino a un acto de fe que ampara a creyentes y condena a no creyentes.
Este fin de año, hagamos votos por la sensatez, la empatía y el respeto del diferente; nuestra doliente y obediente humanidad lo necesita como el agua.
1. David Blumenthal, «Médicos y compañías farmacéuticas», The New England Journal of Medicine, 28-X-04. Disponible en https://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/nejmhpr042734.
2. François Graña, «Decálogo de una metamorfosis», Brecha, 3-XII-21.
3. Médicos sin Fronteras, «Los gobiernos deben exigir que las farmacéuticas hagan públicos todos los acuerdos de licencias de las vacunas contra el covid-19», 10-XI-20. Disponible en https://www.msf.org.uy/actualidad/los-gobiernos-deben-exigir-que-las-farmaceuticas-hagan-publicos-todos-los-acuerdos.
4. Ronald Brown, «Sesgo de notificación de resultados en ensayos clínicos de la vacuna de ARNm covid-19», Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, 26-II-21. Disponible en https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7996517/.
5. Véase entre otras decenas de notas similares, la de Mónica Mena Roa, «¿Qué tan eficaces son las vacunas contra la covid-19?», 6-V-21. Disponible en https://es.statista.com/grafico/23569/eficacia-estimada-de-los-candidatos-a-vacuna-en-la-prevencion-de-la-covid-19/. También «¿Cuál es la efectividad actual de las vacunas contra el covid-19?», El Financiero, 27-VII-21. Disponible en https://www.elfinanciero.com.mx/salud/2021/07/27/cual-es-efectividad-actual-de-las-vacunas-contra-el-covid-19/.
6. François Graña, «La big pharma controla a sus controladores: el caso de la FDA estadounidense», La Diaria, 11-XI-21.
7. Carlos del Fresno Sánchez, «Resultados científicos de la vacuna de Pfizer», 24-I-21. Disponible en https://www.empireo.es/resultados-cientificos-de-la-vacuna-de-pfizer/.
8. Véase, por ejemplo, Sebastian Rushworth, «Una reflexión sobre la manía covid», 23-IX-21. Disponible en https://sebastianrushworth.com/2021/09/23/a-reflection-on-covid-mania.
9. Kenneth J. Rothman,Epidemiology. An Introduction, Nueva York, Oxford University Press, 2012. Disponible en https://books.google.com.uy/books?hl=es&lr=&id=RZNpAgAAQBAJ&oi=fnd&pg=PP1&ots=s3ifY_Y5ch&sig=Kzi2R7CP21JxDuwtWhHF4PjLgHQ&redir_esc=y#v=onepage&q&f=false. McMahon Trichopoulos, Epidemiología, Madrid, Harvard School, Marvan Libros, 2001. Puede leerse también la explicación del Dr. Juan Gervas, «Riesgo relativo y riesgo absoluto», Acta Sanitaria,25-IV-19. Disponible en https://www.actasanitaria.com/opinion/el-mirador/riesgo-relativo-y-riesgo-absoluto_1387068_102.html.
10. H. C. Bucher et al., «Influencia del método de notificación de los resultados del estudio en la decisión de los médicos de prescribir medicamentos para reducir la concentración de colesterol», British Medical Journal,24-IX-94. Disponible en https://www.bmj.com/content/309/6957/761.short. Véase también Marlies Noordzij et al., «Riesgo relativo versus riesgo absoluto: uno no puede interpretarse sin el otro», Nephrology Dialysis Transplantation, Oxford Academic, abril de 2017.
11. La vacuna de Moderna tendría un 1,1 por ciento de reducción de riesgo absoluto (véase el informe de Ronald Brown, op. cit.).