No sabemos qué tipo de razones consideró el cardenal Daniel Sturla antes de dirigirse a ofrecer plegarias al pie del féretro del exministro del Interior Jorge Larrañaga, cuando existía la posibilidad de que estuviera contagiado con el virus y, eventualmente, contribuyera a esparcirlo entre la muchedumbre. Tampoco queda claro por qué la organización del solemne velatorio, que tuvo lugar en el Salón de los Pasos Perdidos, olvidó repentinamente la vigencia de las recomendaciones, teniendo en cuenta, además, que había legisladores que contrajeron la enfermedad antes de la ceremonia. Sabemos, sí, que en estos asuntos no siempre triunfan la disciplina y el raciocinio. Y es común que a menudo se impongan inclinaciones más básicas, como los impulsos de fe y los criterios de necesidad afectiva, co...
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