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APERTURA DEL CICLO DE POESÍA MÁS ACÁ DE LOS MUNDOS EN EL TEATRO SOLÍS

Con la camiseta puesta

La escuela de poesía Más Acá de los Mundos nace en 2022 a partir de una idea de Agustín Lucas y Gabriel Richieri. Su objetivo es interrogarse acerca de la poesía y preguntarse si forma parte de la cultura popular, como el fútbol. Ellos consideran que sí; para justificar esa respuesta, se remontan a los orígenes de la identidad nacional.

Apertura del ciclo de poesía Más acá de los mundos en el Teatro Solís, el 12 de febrero / Gonzalo Nogueira

En Occidente, la lírica se ha encargado de cantar mitos en torno a la creación de las naciones. Así, en su doble carácter, la poesía ha sido portadora y enunciadora de verdades de pueblos, sociedades, grupos que, sin el cuerpo de la palabra, se habrían esfumado. Particularmente, en nuestro país, el fútbol tiene una función primordial en la construcción identitaria. Esto no es aleatorio. Si revisamos algunos datos históricos, encontramos que ambas manifestaciones −tanto la poesía como el fútbol− se hacen representativas en el último tercio del siglo XIX para terminar por desarrollarse activamente a principios del siglo XX y aportar elementos en la edificación de la cultura nacional. Según Jean-Marie Brohm, la existencia del deporte no data de todos los tiempos, sino que aparece como institución en la moderna Inglaterra industrial. Es producto de una ruptura histórica y tiene una práctica diferenciada por clase social.1 El deporte es, entonces, una manifestación cultural política. En el Río de la Plata, las corrientes migratorias de finales del siglo XIX, las vías de trenes y las fábricas que industrializaron el país trajeron en la sangre el compás de la poesía social y del picadito de pelota, que no funcionaron como instrumentos recreativos, sino que instauraron la cultura de masas y sembraron el germen popular en este paisito, más acá de los mundos. En particular, el fútbol y el cricket −y, con ellos, la creación de los clubes deportivos− fueron introducidos por la colonia inglesa que residía en nuestro país. Es el fútbol el que se vuelve lo más nuestro, y así se forma el primer equipo –el Albion– integrado por jugadores nacidos en Uruguay, y se deja el cricket para los ingleses y otras clases sociales. Asimismo, impulsado por su origen ferroviario, el deporte se moviliza hacia el interior del país, popularizándose aún más. El inicio del siglo XX, especialmente el 900, fue un período clave para erigir los monumentos de esta cultura popular. Por poner un par de ejemplos: la creación de la Asociación Uruguaya de Fútbol (1900) y la del Estadio Centenario (1930) cuentan en paralelo la historia de este deporte y la del desarrollo nacional y económico de nuestro Estado, como lo versan las letras. En el ámbito de la poesía, fue también por esta época que los inmigrantes y obreros se reunieron en clubes sociales con el móvil amplio de la creación y de la reivindicación política. El recitado de poesía, la lectura de textos provenientes de Europa, la inserción del socialismo y corrientes libertarias de mano de los obreros liderados por poetas como Emilio Frugoni, Armando Vasseur y Ángel Falco –amigos de Delmira Agustini– dieron lugar a la creación de una lírica más allá de lo intimista y de una cultura que, aunque por fuera del canon, dialogaba con ambos sectores.2


La educación del pueblo


No es, entonces, azarosa la elección de la cita de Delmira para denominar el ciclo poético de esta escuela que se inauguró el pasado 12 de febrero en la sala principal del Teatro Solís con un espectáculo de poesía, música y performance, y que tuvo como prólogo un partido de fútbol jugado por artistas, poetas, escritores y músicos en la propia explanada del teatro. Finalizado el partido, los jugadores leyeron el poema Vida!, de Agustini, en el que se encuentra el verso aludido en el nombre del ciclo.
El espacio propone dejar de lado el nosotros y ellos, propio de los contrincantes de una cancha, y armar un gran equipo poético. Así, la velada de apertura en el Solís tuvo de todo. El espectáculo fue una gala de poesía con todas las letras. Se cumplió una apuesta importante: llenar la sala y fusionar las dos manifestaciones culturales.


El telón se abrió con el recitado de Martín Barea Mattos, a quien le siguió Regina Ramos. En cada caso, la voz fue acompañada de una gestualidad situada entre la declamación y la performance. Luego, sonó una fusión de ritmos latinoamericanos intercalada con las poesías de Animales de Poder, una banda trío formada por Agustina Santomauro, Julia Somma y Eloísa Avoletta.

Posteriormente, intervino Vivianne con una performance que intentaba generar conciencia pospandémica: el tener que rearmarnos o el volver a nacer. Al sonido de su canto lo escoltó el acto de desvestirse como otra forma de decir. Noah, fiel a su prontuario activista y futbolero, recitó poesía de fútbol algo rapeada. El show terminó con la participación de Chicas Japonesas, una fusión de electrónica, funk, rock y visuales transparentes. El efecto sonoro se acompasaba a las luces y los visuales. En medio de la intervención de la banda, Agustín Lucas subió al escenario a recitar un poema.


El ciclo será una vez por mes. En marzo, el 9, la grilla está integrada por mujeres: Centeiia FC, Mariana Olivera, Natalia Romero, Lucía Fernández Ramírez y María Schelotto Varela (las dos últimas integrantes de la escuela de poesía del 2022). Habrá también un homenaje a Marosa di Giorgio. Por su parte, la escuela consta de diez módulos de talleres mensuales dictados por poetas, los domingos, en la sala Delmira Agustini del Teatro Solís. Como cierre, se propone una publicación y un espectáculo en la sala Zavala Muniz.


Tanto el fútbol como la poesía se impregnan del espíritu contestatario del 900 y se suben al tren de la militancia cotidiana por la cultura en nuestro país. Los poetas de ambas épocas quisieron salir a la calle a decir y a ganar cancha para crear la identidad de un recién nacido que parece estar huérfano de muchas madres. Hoy en día, el fútbol amalgama clases sociales en una pasión colectiva. Llevar la poesía y la poesía del fútbol desde la calle hasta la sala principal del Solís, que es teatro pero también monumento histórico, es parte del diálogo que se pretende instaurar para tirar por el piso la solemnidad en la que descansa la lírica y dejarla vagar por los leves surcos que deja la pelota al rodar por la tierra.

  1. Brohm, Jean-Marie (1993). «20 tesis sobre el deporte». En AA. VV. Materiales de sociología del deporte, Ediciones de La Piqueta, Madrid, págs. 47-55.
  2. Para ampliar la idea de cultura popular de comienzos de siglo, véase: Zubillaga, Carlos (2011). Cultura popular en el Uruguay de entresiglos (1870-1910), Linardi y Risso, Montevideo.

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