El caso Astesiano ha ganado, en buena ley, el centro de la agenda mediática de los últimos meses. Lo ha hecho a caballo de varias características atractivas: a la preocupación por el manejo subterráneo del poder del Estado se suman el morbo que produce el acceso directo a su red de contactos y el rédito político que ofrece a la oposición. Pero hay también otro factor fundamental: la jerga que signa los chats del excustodio es fácilmente comprensible para cualquier hijo de vecino, en especial si se la compara con otros temas que han sabido protagonizar la agenda, como el acuerdo del puerto o la seguridad social. Sin embargo, también es cierto que la trascendencia de estos asuntos en el tiempo y en la estructura del país es casi incomparable: para 2081 –año hasta el que se extiende la nueva...
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