Entre las aberraciones que produjo la dictadura uruguaya, está la que operó sobre nuestra historia cultural: mientras que, en Estados Unidos y Europa, la contracultura de los años sesenta (hippies, drogas, liberación sexual, rock, revolución política) empieza a desvanecerse bien entrados los años setenta y desemboca en el nihilismo anarquista del punk y el neoconservadurismo político de los ochenta (Reagan, Thatcher, etcétera),1 en Uruguay se ve violentamente interrumpida por el golpe de Estado y los 12 años de dictadura. Así, con la apertura democrática se produce una especie de big crunch en el que colisionan la restauración de los sesenta, con sus principales figuras devenidos en héroes por la persecución, el exilio y la cárcel,2 y el aggiornamiento desesperado de una generación ...
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