Hay por lo menos dos riesgos de enfoque a la hora de abordar asuntos de inteligencia. Uno de ellos –en el que suelen poner el énfasis los discursos políticos– es reducir la inteligencia a uno de sus instrumentos más polémicos: el espionaje. El otro es explayarse sobre los objetivos más nobles de la actividad (proteger recursos estratégicos, prevenir catástrofes naturales, detectar oportunidades económicas) o subestimar los riesgos que el costado más oscuro de la inteligencia trae aparejados y que porfiadamente los hechos se encargan de confirmar, a nivel local, regional e internacional. En ese escenario, en el perfil de quienes se encargan de producir inteligencia se juega buena parte de la dirección que la actividad tome y sus consecuencias.
Justamente, ese fue uno de los asuntos trat...
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