Un test para Xi - Brecha digital
Las protestas en China contra el covid cero

Un test para Xi

El celo del Estado chino en la contención del virus, a tres años del brote inicial, provocó protestas inéditas en las principales ciudades. Aunque la censura y el despliegue policial parecen haberlas contenido, las autoridades atraviesan ahora un terreno delicado.

Prueba de ácido nucleico en un centro de pruebas, en el distrito de Chaoyang, Beijing, en abril de 2022. XINHUA, JU HUANZONG

En pocos días, las manifestaciones en China se han propagado de una ciudad a otra, incluyendo grandes metrópolis, como Beijing o Shanghái. Sin duda, estas protestas ponen de manifiesto el desasosiego y el malestar de importantes capas de la sociedad ante la persistencia de las restricciones derivadas de la política de tolerancia cero con el covid-19 y sus efectos.

El detonante inicial se remite a sucesos trágicos, como un incendio ocurrido en Urumqi, Xinjiang, que se saldó con la muerte de diez personas. Algunos lo atribuyen a las dificultades que encontraron los servicios de emergencia para acceder a la zona debido al rigor del confinamiento del edificio en llamas. Otros, sin embargo, lo achacan a la estrechez de las calles circundantes, atestadas de vehículos. Actuando como catalizador del hartazgo público con los cierres abruptos, las cuarentenas prolongadas y las campañas de test masivas, las movilizaciones denotan un severo quiebre de la confianza social en la capacidad de las autoridades. Muchos se preguntan si estas podrán dar una pronta salida a la pandemia, mientras cunde la sensación de que esta dinámica, que contrasta con la progresiva normalidad alcanzada en otros países, podría mantenerse durante un largo tiempo si persiste ese afán de erradicación total del virus, insostenible según sus críticos.

En China siempre ha habido cientos o miles de protestas cada año, aunque rara vez se hacen eco de ellas los medios occidentales. Habitualmente se trata de conflictos sectoriales o de profunda raíz local, y en el punto de mira se sitúa a las autoridades territoriales. La excepcionalidad de las manifestaciones de esta última semana es que se vertebran en torno a un hilo común y transversal, y que pone el foco, en gran medida, en el poder central, alcanzando de lleno a su principal exponente, Xi Jinping.

Por otra parte, la elevada presencia de jóvenes en las manifestaciones podría evidenciar un cambio cultural hacia una mayor autodeterminación individual, frente al afán regulatorio e invasivo de las autoridades, por lo que las invocaciones a la disciplina colectiva ya no serían tan eficaces.

LAS RAZONES CHINAS DEL COVID CERO

En su respuesta a la pandemia, China ha optado por priorizar el freno de la propagación del virus. Se entiende que de esa forma se controlarían mejor los contagios y se evitarían víctimas. Este enfoque se explica en razón de la abultada dimensión de su población general y, concretamente, de su población más vulnerable: los mayores de 60 años son más de 260 millones de personas. Su índice de vacunación es bajo. Por otra parte, los recursos sanitarios disponibles son limitados, no solo en el medio rural, sino también en las grandes urbes. Cualquiera que haya tenido necesidad de visitar un hospital en China coincidirá en su habitual masificación en condiciones normales. En una pandemia que afecte a cientos de miles de personas, el colapso sería inmediato. Hay que señalar que en el índice de desarrollo humano la segunda potencia económica del mundo se ubica en la posición 85 (de 189). La inversión social no ha discurrido, ni mucho menos, en paralelo al incremento del poder económico. Paradójicamente, Xi Jinping es uno de los líderes chinos que recientemente ha puesto mayor énfasis en alterar esta situación.

A las razones sociales se suman también razones políticas. La pandemia se ha convertido en un ejemplo de manual de por qué China debe tener siempre en cuenta sus propias condiciones nacionales y, consecuentemente, dar una respuesta ajustada y propia. Es así como también se garantizará la mayor eficiencia y rigor de las políticas públicas asociadas a su modelo de «socialismo con peculiaridades chinas». De acuerdo con sus autoridades, la singularidad del modelo chino consistiría en anteponer la vida y la salud de las personas a la lógica del beneficio económico, en contraposición al empeño capitalista en priorizar la economía despreciando los costes humanos de dicha elección.

Cabe añadir, también, que los procedimientos asociados a esta política de tolerancia cero fueron adoptados por las autoridades siguiendo las recomendaciones de expertos, tanto chinos como extranjeros, en salud pública. Entre los epidemiólogos, el debate arreció en los últimos meses a propósito de la sostenibilidad, pero la mayoría se inclinó por mantener la estrategia por ser la más práctica a la hora de contener el virus.

Por otra parte, es unánime el convencimiento de que un desconfinamiento rápido en ausencia de una cobertura vacunal sustancial, especialmente entre los sectores más vulnerables, podría tener efectos desastrosos ante la aparición de variantes supercontagiosas. En palabras de Liang Wannian, asesor del gobierno chino en estos temas, lo deseable es ir despacio y ganar tiempo para dar un impulso sustancial a la vacunación. El epidemiólogo Ben Cowling, jefe de la División de Epidemiología y Bioestadística de la Universidad de Hong Kong, también insiste en la prudencia.

En estos tres años de pandemia en China, la estrategia covid cero ofrece un balance en contagios y muertes nada despreciable, especialmente si lo comparamos con el de los países desarrollados. El número oficial de muertos no supera los 6 mil (frente a los 600 mil de la India, por ejemplo). Ello también ha acarreado costes: ha afectado especialmente el ritmo de crecimiento de la economía, hasta ahora la prioridad máxima del liderazgo chino. Y ha afectado también a las personas, en su salud mental y en su vida cotidiana. Millones de chinos se han confinado en sus hogares hasta por cuatro meses, y muchos se han quejado de la falta de alimentos y suministros médicos adecuados. La paralización de los transportes ha agotado la paciencia de la gente. Finalmente, la sacrosanta estabilidad social se ha resentido.

MENSAJES CONTRADICTORIOS

El pasado 11 de noviembre, las autoridades centrales iniciaron un cambio de rumbo en la gestión del covid cero. Sin renunciar del todo a esta estrategia, se dispusieron 20 medidas para aliviar las restricciones. Sin embargo, en su reciente visita a Chongqing, la vice primera ministra Sun Chunlan (jubilada en el reciente XX Congreso del Partido Comunista Chino [PCCh] y a la espera de abandonar su cargo en el Consejo de Estado en marzo próximo) instaba a las autoridades locales a contener sin demora la pandemia adoptando medidas «inmediatas, resueltas y decisivas». En la misma línea, la Comisión Nacional de Salud advertía sobre «cualquier relajación» en la prevención y control.

Esos mensajes contrastan con los lanzados por el Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades, que instaba a los gobiernos locales a abstenerse de cerrar arbitrariamente las escuelas, suspender la producción o bloquear los transportes, poniendo el énfasis ahora en evitar las «medidas excesivas».

En el transcurso de la pandemia, los responsables locales han actuado, a menudo, de manera expeditiva ante el mínimo crecimiento de los contagios para cortar de raíz cualquier foco de infección. La arbitrariedad de las decisiones también ha sido habitual. El nivel de cumplimiento de las exigencias centrales se convirtió en un medidor del nivel de lealtad política (véase «“El abuelo Xi Jinping se preocupa por el pueblo”», Brecha, 21-X-22).

El domingo 26 de noviembre, Beijing anunciaba ajustes en las medidas antivirus, con la prohibición expresa de la práctica de bloquear las puertas de los edificios en complejos residenciales bajo gestión cerrada. Igualmente, anunciaba la aceleración de la reapertura de los centros comerciales y supermercados que venden productos relacionados con las necesidades básicas, señalando que si dichos establecimientos comerciales se ven afectados por casos de covid-19, podrían reabrir después de un día de cierre para la desinfección. Se trata, en suma, de garantizar que las necesidades vitales y médicas básicas de las personas sean satisfechas adecuadamente.

Este puede ser el rumbo en lo inmediato. En cualquier caso, todo parece indicar que las medidas altamente restrictivas, como los bloqueos de distritos y ciudades enteras, tienen los días contados.

¿XI EN PELIGRO?

Una de las principales preocupaciones de las autoridades es evitar ahora que esta crisis sociosanitaria derive en una crisis política mayor. Cabe imaginar que esa primera respuesta, ya en curso, centrada en el alivio de las medidas restrictivas y un mayor despliegue de las fuerzas de seguridad para evitar que se repitan las movilizaciones, produzca cierto efecto. Pero ¿será suficiente?

Una de las principales conclusiones del XX Congreso del PCCh, celebrado en octubre, fue la conformación de un liderazgo totalmente afín a las tesis de Xi Jinping, desplazando a la irrelevancia a otras sensibilidades. Y, cuando en la cumbre se cierra el paso a la integración de la discrepancia, no es complicado imaginar que esta pueda desembocar en la calle si hay un hilo conductor. Y esta vez lo hay, y puede abrir camino a una convergencia de descontentos.

La persistencia de la movilización social puede provocar divisiones en el liderazgo sobre la política a adoptar y, a su vez, puede actuar igualmente como catalizador del hipotético malestar existente en algunos sectores del partido con la estrategia general de Xi. Por ello, si bien no se debe sobrevalorar el alcance de estas movilizaciones, tampoco se debe subestimar su importancia.

(Publicado originalmente en CTXT.)

* Xulio Ríos reside en Beijing y es asesor emérito del Observatorio de la Política China y directivo de la Red Iberoamericana de Sinología. Ha sido investigador visitante en universidades y centros de investigación de China continental y Taiwán.

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