Parece inaudito que una banda formada en 2018 en nuestro pequeño país esté tocando en Buenos Aires y Santiago de Chile en el Primavera Sound, uno de los festivales de música con mayor convocatoria en el continente. Para entender mejor: en el mismo festival en el que estará Björk estará Niña Lobo, el quinteto femenino formado por Camila Bustillo, Julia Guerriero, Camila Rodríguez, Andrea Pérez e Isabel Palomeque. Pero, como es de imaginarse, Niña Lobo, en ese contexto, es una banda chica y, como tal, recibirá el caché correspondiente. Un buen monto que cubre el trabajo y la estadía, pero que colma las expectativas de una banda locataria y no de una internacional. Las Niña Lobo tienen que llegar a su destino y, además, no quieren desaprovechar la oportunidad de llevar a todo su equipo para hacer de estos conciertos algo memorable.
Así surgió la campaña Niña Lobo al Primavera Sound, dos propuestas cuyo objetivo es recaudar fondos para cubrir los costos. La primera fue un concierto íntimo en el Splendido Hotel de Montevideo el 2 de octubre, en el que Camila R. y Andrea hicieron varios temas a dúo. La segunda, que será este domingo 23 de octubre en Bluzz Bar, seguirá la línea de lo íntimo, pero contará con toda la banda, que tocará varios temas a modo de ensayo abierto. Eso permitirá una interacción más cercana con el público. «Es la primera vez que salimos del país, y salir en avión con todo lo que implica… No es que nos tomamos un Buquebus con la guitarra en mano. Da mucho miedo y es un desafío», comenta Camila B.
ROCK CON OTRO GÉNERO
«Es rock, pero no es rock… pero es rock», dice Camila R. al intentar definir qué música hace la banda. Luego de unas risas, profundiza: «Es indie, pero siento que con el último disco –Lo que duró la vida de alguien– más bien hacemos Niña Lobo. No es una cosa superrara ni nueva, pero creo que en esas canciones definimos qué es la banda desde la sensibilidad, más allá del sonido en concreto».
La historia del rock es una de misoginia, machismo, poses y un exceso de show que se planta entre lo caricaturesco, lo oscuro y lo tóxico. Al consultar a Camila R. qué hay detrás de la decisión de pertenecer a ese género, comenta: «A veces no somos conscientes de que somos mujeres que tocan rock. Nos nace hacerlo, y sabemos que no es algo habitual, sobre todo acá en Uruguay». Aunque ha habido artistas femeninas en el rock, cada vez son más las bandas de mujeres que buscan su propia impronta, una que se encuentre por fuera de los códigos preexistentes. Niña Lobo sigue esta línea e intenta pararse en otro lugar. «Es real la misoginia en el rock, pero también crecimos con eso. Es natural para nosotras hacerlo desde nuestro lugar, desde el cariño», comenta Isabel.
Hacer rock también viene con una carga vinculada a la necesidad de alcanzar lo espectacular. No importa si es un estadio o un boliche con 20 personas: si al público le gusta, brota el espíritu del fanatismo en gritos y arengas de pertenencia. Al respecto, Julia comenta que «lo que queremos es que no haya ni una cosificación ni una idolatrización cuando estemos en el escenario, queremos que se naturalice que haya mujeres ocupando el espacio. No nos sirve ser Niña Lobo, la única banda de pibas… Hay un montón de compañeras más, pero pasa sistemáticamente eso, que nos pongan en ese lugar». Aun así, se colocan en un lugar bastante definido: el indie rock. Al charlar con ellas, el antivirtuosismo aparece al instante, algo habitual en el género. «El indie valora la música por encima del individualismo. Isa es la que más sabe y aun así, cuando toca, no busca todo el protagonismo, da el 80 por ciento», «incluso si tuviéramos la capacidad de hacerlo, ¿por qué llenaríamos todo de notas?», «pila de veces ves al roquero con la guitarra colgada y luego viene tremendo solo. ¿Para qué? ¿Qué es eso?», expresan entre todas.
Isabel ha tenido desde la infancia una formación intensa en el ámbito clásico-académico. Hoy se encuentra cursando la Licenciatura en Interpretación en Guitarra, en la Facultad de Artes, aprendiendo teoría a diario. Al respecto, comenta que «el bajo es un instrumento nuevo para mí. Mi educación formal ha sido en lugares bastante rígidos, con un planteo claro y un camino: no tenés chance de andar improvisando o elegir tu propio programa y perfil. Con el bajo fue libertad absoluta, un instrumento nuevo con el que puedo aportar cosas desde ese lugar, pero no me rijo por las mismas reglas». Lo lindo es que ese lugar no solo es aceptado, sino valorado por el resto de la banda: «Cuando sentimos que hay algo que tiene que ver más con lo teórico musical, Isa es quien puede ayudarnos a entender qué está pasando», comenta el resto.
Sin embargo, hay muchas cosas del indie con las que no quieren estar vinculadas. «Hay una cultura indie que es complicada, eso de ser cool. Yo no quiero ser cool», «es importante que no esté la imagen por arriba de la música, y más una que se muestra despreocupada, como si nada le importara», «si hay una intención, una investigación y querés que eso suene, está bien. El tema es cuando se trata de algo más superficial, de ponerse como en un personaje», son algunos de los problemas que traen a la mesa.
JUGUEMOS EN EL BOSQUE
En la música de Niña Lobo hay referencias a cosas que seguramente se consideren infantiles o de mal gusto para personas de su edad: Disney, películas y series de los noventa y los dosmil, pop adolescente del más pomposo. De hecho, el último disco tiene una estética que hace un uso fuerte del futurismo del animé japonés, el denominado neo-Tokyo. Todos estos aspectos, desde un punto de vista musical, están potenciados por los teclados de Andrea: sintetizadores ochentosos, melodías pegadizas, acordes largos y etéreos, arpegios que suben y bajan como secuenciadores. «Yo siento que algo de lo industrial se pasó al sonido, y tiene que ver con ese consumismo abundante», comenta al respecto. Estas decisiones no son simplemente intuitivas: la honestidad, la autenticidad y el cuidado son la base sobre la que Niña Lobo construye su mundo. «Algo nuestro y que no vemos en el indie es asumir sin vergüenza gustos que dentro del género se ven mal. Y, a su vez, tampoco jugar con que todo lo que hacemos es cool, porque eso también entra en el cubículo que te hace indie», aclara Camila B.
No es entonces casualidad que parte de su público sean menores de edad. Podemos toparnos en redes con alguna niña cantando una de sus canciones, y en vivo ni que hablar. Julia comenta que «esa niña podría estar cantando otra cosa, pero está cantando eso. Es algo que nos identifica, recordamos nuestras historias. Ahora podemos tener una visión más amplia, por los problemas que tuvimos nosotras, y las que nos antecedieron, aún más. La cosa es generar cada vez menos barreras para el ingreso de las niñas en la música». La banda intenta crear un espacio seguro en el que la música y la apuesta a ser uno mismo tengan una importancia real, y es inevitable que eso derive en un compromiso con las infancias. «Nosotras no tenemos un superpoder para eliminar la misoginia, pero siento que ser lo más auténticas posible es importante, intentar salir de esa línea patriarcal, por tu vida y por las demás», comenta Andrea.
En unas semanas, Niña Lobo tendrá su primer viaje a un gran festival y, si todo sale bien, tal vez entre la muchedumbre habrá al menos una persona que encuentre algo que le resuene, que quiera convivir en ese espacio que la música de la banda intenta crear. Ojalá que ese sueño de comunicación y encuentro se haga realidad, al menos por un momento. Nada mejor que las últimas palabras de Isabel para describir la importancia de este viaje: «Crecimos viendo que había festivales y que, entre cien artistas, tal vez dos o tres eran mujeres. Ahora vamos a tocar en un festival y luego de nosotras habrá otras compañeras. Hay niñas que van a crecer viendo y escuchando eso, y está de más».