POSTAL CON JUEGO LIMPIO
En abril de 2019, las jefaturas de los partidos políticos se citaron en el Palacio Legislativo para proteger la democracia, firmando un compromiso de no usar mentiras para obtener el gobierno. Los acompañaban prestigiosos intelectuales, personalidades relevantes, agencias internacionales y sindicalistas. Estos últimos fueron los promotores del encuentro, seguramente basados en la experiencia de que todo deterioro democrático afecta en primer lugar a los grupos sociales más débiles. Celebración de la excepcionalidad uruguaya frente a la política canalla que crece en el mundo y la vecindad, hasta que algo fracturó la solemnidad. Todas las miradas abandonaron al orador para seguir el petardeo de cámaras, flashes y reflectores que acompañan el paso de arlequín y la sonrisa imbatible de un intruso: Juan Sartori también posa para la foto de familia en el Salón de los Pasos Perdidos. Su presencia no afectó la firma del compromiso de juego limpio electoral. ¿Habrá sido porque en la agenda de preocupaciones democráticas no figura la permeabilidad de los partidos frente al poder económico?
POSTAL CON SORDINA
Muchos episodios desnudaron lo frágil en las firmas de abril, pero recuerdo uno que fue tendencia y marcó línea. Setiembre. En el clímax de un acto de campaña, Lacalle Pou dijo que si el Frente Amplio ganara una cuarta elección, sería una dictadura. Habló con el tono asordinado que se usa para destacar lo grave de una confidencia. Eran tiempos de «es ahora, ellos o nosotros», y esa barbaridad política podía ser una picardía de candidato. Tres años después sabemos que estaba enunciando una pedagogía política basada en el desprecio por toda alteridad y la clausura del espacio para negociar disensos. Organización de política y gobierno alrededor del músculo siempre tenso. Mejor la paridad, así nadie está tranquilo, dijo Manini Ríos el 27 de marzo. Vivir peligrosamente. Guerra de guerrillas y manual de contrainsurgencia. Alma de LUC que impregna desde arriba a la política uruguaya, contamina o seduce, incluso el talante conciliador del centro político. Si se quiere medir el progreso del ethos bélico en el arte gobernante, es mejor no entretenerse con el sector cuartelero de la coalición. Es más significativo registrar el esfuerzo que hacen en su extremo moderado para no perder pie en la competencia antiprogresista. Piénsese, entre muchos ejemplos posibles, en el significado de la ferocidad desplegada por la vicepresidenta para disciplinar voces opositoras en el Senado. ¿Qué destino se imaginarán, para sí mismos y para la política uruguaya, los actores de centro que actúan aturdidos por la fantasía de cancelar simbólicamente el valor de la oposición?
POSTAL CON GABARDINAS BLANCAS
Me voy a 2016, cuando cinco dirigentes de tres partidos opositores posan para la foto en la Ciudad Vieja, mientras informan haber denunciado a jerarcas del gobierno ante el juzgado de crimen organizado. Entre ellos figuraba Raúl Sendic, vicepresidente de la república. Lacalle Pou celebró aquella foto de «las gabardinas» como una señal precursora de la coalición antiprogresista. Seis años después puede considerársela como la marca de una inflexión en la cultura política uruguaya. La demolición de Sendic fue ejecutada entre atacantes y defensores (incluyéndolo a él mismo) como una pieza guionada para convertir al vicepresidente en un esqueleto desencarnado de dignidad política. Así se reveló el lucro que produce judicializar la lucha política. Es un emprendimiento que se amortiza obteniendo muchos titulares de prensa, tuits rabiosos, portadas y zócalos de informativos, que asocien el nombre de adversarios a sospechas criminales. No importa cuáles sean los efectos jurídicos de las denuncias o las insinuaciones, porque se trata de una competencia moralista arbitrada por maestros del espectáculo. ¿Estoy reprochando que se investiguen desvíos, abusos o prevaricaciones? No. El poder siempre debe ser vigilado, con la siguiente distinción: si las iniciativas parten del ministerio público, colectivos de juristas, sociedad civil, instituciones ad hoc o incluso los partidos políticos actuando como colectividades cívicas, entonces investigar la política fortalece el músculo democrático y la potencia ciudadana. Pero cuando el Poder Judicial se vuelve escenario habitual de disputa por el prestigio político, la única consecuencia duradera es el debilitamiento de ambas esferas. La judicial se carga con las frustraciones y las impotencias de la política, y la política renuncia a entregarle a la sociedad un mensaje esperanzador. Porque ya se sabe que el terreno penal no ofrece restitución de daños ni programa de cambios, sino una vaga promesa de castigo. ¿Para qué modelo de sociedad acumula la política convertida en juego de villanos y expectativa de punición?
POSTAL CON PALABRAS CANSADAS
Hace tres semanas volvieron a reunirse las jefaturas políticas, para refrescar intenciones de cuidados democráticos. La iniciativa correspondió al presidente del Frente Amplio, congruente con la tradición de su fuerza política y atento a los desafíos del presente. Nuevamente fue en el Palacio Legislativo, aunque en esta ocasión sin garantes prestigiosos. Ellos solos con su fe, su palabra y una agenda de reducción de daños: limitar agravios y contener la polarización. Escasa ambición para magros resultados, porque las señales posencuentro revelan incapacidad de articular algo más que un deseo compartido. Reconozco que los planos densos en la actual crisis de la política no se pueden abordar mediante respuestas fáciles. Solo aprovecho la oportunidad para apuntar alguna idea. Creo que un obstáculo para un buen diálogo político sobre la política es la permanencia de palabras y asuntos omitidos. Glosando una metáfora de triste memoria, diría que hay problemas que subyacen, pero no sobrevuelan. Una ausencia pesada es la cuestión de la libertad y la democracia como campos de debate. De tanto no discutirlas parecería que todos hablan de lo mismo cuando las nombran. Como si democracia y libertad fueran bienes comunes, antiguos e infinitos, que no pueden ser afectados por la persistente crisis de la política. Es un talante extractivista que descarga chatarra retórica en el ecosistema político y favorece que las palabras olviden sus sentidos fundadores. Todas las palabras necesitan refrescos para actualizar su valor social de uso. Por decir algo obvio, la palabra viaje no representa la misma cosa para Jeff Bezos que para una persona a punto de balsearse en el Mediterráneo. Democracia y libertad son palabras de apariencia consensual entre nosotros, pero cansadas por abuso de unanimidades. Necesitan el vigor que otorga describir las diferencias. La conversación política necesita saber desde dónde se dicen y hacia dónde apuntan las ideas de democracia y libertad en el Uruguay de hoy. Necesita reconocer que los distintos proyectos políticos que pugnan en la sociedad no desean iguales intensidades democráticas. Algunos prefieren el orden de mínimos formales, y otros siempre pugnarán por mayores libertades. La política nacida desde órdenes sociales subalternos empuja siempre por más libertad de expresión y asociación, para corregir las condiciones de existencia o para sobrevivir. Siempre reclama más libertad de nombrar la injusticia o el agravio, para recrear la vida y subvertir lo intolerable. No son matices, sino diferencias sustantivas en las necesidades democráticas de la sociedad. La conversación política debería dar un lugar central a esas diferencias, sin tentarse con las cautelas de la unanimidad. En algún momento, la indiferenciación se convierte en indiferencia y abandono, y la timidez en la crítica democrática de la democracia abre espacio para lo audaz autoritario. ¿No es así?