Las elecciones de 2018 fueron las menos violentas de la historia política reciente de Colombia. Las de este año –las legislativas de marzo (véase «El vórtice del huracán», Brecha, 17-III-22) y las presidenciales del 29 de mayo– se dan en cambio en un contexto de violencia creciente. Cuando Iván Duque llegó al poder, en agosto de 2018, los acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) llevaban casi dos años de aplicación. En setiembre de 2017, Naciones Unidas había dado por terminado el proceso de desmovilización del exgrupo guerrillero, que involucró a unos 13 mil de sus combatientes. Los acuerdos implicaban la puesta en marcha de una serie de reformas políticas y sociales. Duque se propuso dejarlos en papel mojado. No solo los incumplió, sino que dio vía libr...
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