La firma del acuerdo de entendimiento entre el gobierno y la oposición venezolana ocurrida en México el fin de semana pasado puede ser definida, sobre todo, como una capitulación del ensayo de interinato de Juan Guaidó, ejercido desde 2019 y que contó con el apoyo de 50 países. Con ella, estas naciones, y no solo la oposición venezolana, se desdicen de lo que terminó siendo un acto simbólico que ni se acercó al cumplimiento de su objetivo: derrocar al presidente Nicolás Maduro. Todo lo contrario.
A más de dos años de la insurrección de Guaidó, el gobierno venezolano está mucho más sólido en su control del país, mientras que la oposición aparece mucho más débil, atomizada y, ahora, después de la salida del Partido Republicano del gobierno de Washington, casi huérfana: quien impulsa la firma para este tácito reconocimiento del gobierno de Maduro, después de más de dos años de desconocimiento, no es Guaidó, sino Estados Unidos. Sin la venia de la Casa Blanca, este acuerdo de entendimiento habría sido saboteado por la oposición. Mientras en Afganistán la potencia del norte se retira tempestuosamente, en Venezuela podría hablarse de una retirada más ordenada.
NUEVO ESCENARIO GEOPOLÍTICO
Hay un nuevo marco geopolítico. Estados Unidos claudica su ensayo de interinato, aupando un acuerdo que reconoce la presidencia de Maduro. La Unión Europea, ahora bajo la dirección internacional de Josep Borrell, ha moderado su discurso hacia Caracas, que con la encargada anterior de asuntos internacionales, Federica Mogherini, llegó a ser salvaje en su posicionamiento contrario al presidente venezolano.
El grupo de Lima de 16 países americanos, que gastó ingentes recursos y tiempo durante dos años intentando cercar a Venezuela, sencillamente ya no existe. Perú y Argentina, entre otros, han cambiado de manera diametral su enfoque hacia el país caribeño y han terminado de enterrar cualquier intento de intervención. Los gobiernos de Brasil y Chile, en tanto, se desplazan hacia la neutralidad del silencio. Y el de Colombia queda casi solo, jugando en posición adelantada.
En cambio, el gobierno de México, con la firma del acuerdo en su patio y su mediación, da un paso importante en su posicionamiento continental y pasa ahora a tener peso en la narrativa diplomática internacional sobre Venezuela. Con mano zurda, Andrés Manuel López Obrador logra comenzar un proceso de negociación que lo catapulta hacia el liderazgo regional.
LA OPOSICIÓN CAMBIA DE SIGNO
Pero el realineamiento no es solo geopolítico. Ocurre también en la política nacional venezolana y especialmente en su oposición. Los sectores moderados serán los que tengan ahora la pelota. Este sector, que había mostrado su rechazo a las sanciones y a la vía violenta que convocó al golpe de Estado e invasiones militares, se encuentra, no obstante, disminuido en medio del descrédito político frente a una parte de la población y es blanco de acusaciones de entreguismo y traición de parte de los medios que poseen los actores radicales, provenientes de las clases más pudientes del país.
De ahora en adelante, todo el esfuerzo de la oposición moderada liderada por Henrique Capriles –quien ya había logrado acuerdos anteriores con el gobierno– se basará en volver a convocar la participación electoral. Su gran debilidad será quizás no poder explicarles a sus electores para qué sirvió el llamado a la abstención de las presidenciales de 2018, que le permitió a Maduro quedarse con el gobierno todo este tiempo. De todas maneras, este sector tiene ahora más espacio para desarrollar su estrategia electoral, que, según los plazos constitucionales, deberá esperar hasta 2024 para las siguientes presidenciales.
El mayor golpe lo recibe la oposición radical representada por el partido de Guaidó, Voluntad Popular, un pequeño partido al que le tocó ejecutar una insurrección para la que dependía del padrinazgo estadounidense, y que ahora queda colgado de la brocha. El acuerdo, sin embargo, permite la permanencia de esta oposición en el país. La mejor muestra de ello es su primer resultado: la excarcelación de un importante líder de Voluntad Popular, Freddy Guevara, segundo de Guaidó y que fuera detenido hace más de un mes.
EFECTOS EN EL CHAVISMO
Deben tenerse presentes las modificaciones que ocurren en la interna del chavismo tras la firma de este acuerdo en México con la oposición. El oficialismo, al igual que la oposición radical, se acostumbró en los últimos años a hacer política en un terreno extraelectoral y de amenazas. Ahora, deberá planificar un escenario electoral de cara a 2024 en medio de una merma importante de su intención de voto y de mayores probabilidades de debilitamiento de la que hasta ahora era su gran aliada en la práctica: la abstención opositora.
Si antes la oposición llamaba en bloque a abstenerse, ahora es esperable que haga lo contrario y llame a sus seguidores a participar de los comicios, lo que hace recordar el último resultado electoral en que la oposición entera y el chavismo se midieron: las legislativas de 2015, en las que la oposición arrasó.
Ahora el chavismo tendrá dos preocupaciones. Por un lado, deberá prepararse para un probable escenario de alta participación electoral y, por el otro, confrontar un álgido debate interno. Sus sectores radicales quedarán resentidos con un acuerdo firmado con una oposición que ha jurado hacer tabla rasa con los seguidores de Maduro.
Los sectores radicales de ambos bandos se han acostumbrado a tratar al adversario político como un enemigo bélico. La relación tóxica que hasta ahora mantenían es justo lo que el memorando puede erosionar, dando paso a nuevos actores, nuevas narrativas y nuevos métodos. Todos los actos que se orienten al cumplimiento de los acuerdos serán vistos por los sectores radicales del chavismo como concesión y entrega, y esto puede debilitar a quienes se mantienen en el poder.
Bajo este nuevo escenario, la oposición y el chavismo tendrán que cambiar su lenguaje, variar sus maneras de acercarse al electorado y mejorar las relaciones con sus militantes. Todo un esfuerzo político para una contienda política que durará al menos dos años y que nadie sabe cómo terminará.
* Ociel Alí López es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela.