Su sonrisa: soberbia, histriónica, de goce. Sus víctimas recuerdan que el Charleta actuaba con sadismo, que disfrutaba quitándoles las capuchas para que lo vieran, lo reconocieran, para que supieran quién los estaba torturando. Un gesto que simbolizaba su poder, su impunidad, que se extendió durante casi medio siglo.
La Justicia dispuso el miércoles 15 el procesamiento con prisión de Jorge Guldenzoph (alias el Charleta) y del expolicía José Lemos por las torturas en la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII) entre 1973 y 1984. El juez Nelson dos Santos los enjuició por los delitos de privación de libertad y de abuso de autoridad contra los detenidos, un sinónimo legal de torturas.
Guldenzoph es un personaje emblemático de la represión dictatorial. Exintegrante de la ...
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