La expansión del virus covid-19 y la necesidad de enfrentar la pandemia mediante el distanciamiento social y la cuarentena están impactando fuertemente en la economía uruguaya. Estamos ante un shock económico sui géneris. El principal vector del impacto es la paralización de áreas enteras de la economía, debido a la reducción de la circulación de la población y la imposibilidad de formar aglomeraciones, lo que golpea fuertemente al sector terciario (servicios), que es, además, el que ocupa a la mayor parte de la población. Esto trae consigo una caída de los ingresos parciales o totales en estos sectores, pone en riesgo las empresas y deja un tendal de desocupados que presiona crecientemente la capacidad de sostén del seguro de desempleo. Por otro lado, afecta directamente a diferentes trabajadores por cuenta propia, que ven cómo ya no les es posible lograr un mínimo de actividad económica que les permita generar un umbral básico de ingresos.
Otra particularidad de este shock es su carácter global, ya que todos los países están siendo afectados a la vez. Esto va a tener consecuencias en el comercio exterior, coloca un manto de incertidumbre sobre las posibilidades de recurrir a excedentes de otros países que no estén afectados por la situación (por ejemplo, por la vía de la deuda externa) y satura las capacidades de financiamiento de los organismos internacionales.
Aún no es posible identificar con claridad la profundidad y la duración del shock, por lo que no sabemos si estamos en un problema sectorial y transitorio o escalando desde la cuestión sanitaria hacia una crisis económica de carácter más general. Es necesario, por tanto, comenzar a identificar líneas de acción en materia de política económica, al mismo tiempo que prepararnos para responder con todos los recursos de los que disponemos como sociedad. En ese sentido, con un conjunto de profesionales hicimos una “Propuesta de medidas económicas ante la emergencia sanitaria, económica y social”,1 que busca identificar, valga la redundancia, una serie de medidas necesarias a tomar gradualmente conforme se vaya presentando el escenario. En lo que sigue se resumen las fundamentales, ordenadas por etapa o sucesivas líneas de contención.
AUXILIO MONETARIO PARA LOS SECTORES PARALIZADOS. En una primera línea de contención, es clave avanzar en medidas inmediatas de auxilio monetario para los sectores paralizados. Las medidas tomadas hasta el momento están excesivamente focalizadas, atienden a pocas personas y son insuficientes. Es preciso avanzar en partidas monetarias más abarcativas, tal como reclama el Pit-Cnt, para inyectar poder de compra en los sectores que han visto pulverizados sus ingresos. La situación en estos sectores comienza a ser desesperante, ya que se trata de trabajadores con poca o nula capacidad de ahorro y muchos de ellos viven de los ingresos generados diariamente. Esto puede acompañarse con una moratoria en el pago de las tarifas públicas para los sectores afectados o la imposibilidad de hacer cortes en este tipo de suministro que realizan las empresas del Estado.
FINANCIAMIENTO E INTERVENCIÓN ESTATAL. En una segunda línea de contención, se hace necesario rebalancear la economía, atender las modalidades de financiamiento de las medidas adoptadas (y a adoptar) y fortalecer la capacidad de intervención estatal en un escenario en el que la iniciativa privada no va a responder a los estímulos para la inversión. La forma particular de este shock hace que haya sectores que se mantengan activos y otros, paralizados. Mientras que los segundos se quedan sin ingresos, los primeros no tendrán cómo gastar los ingresos que aún perciben, ya que parte de estos se gasta en actividades y bienes a los cuales no se puede acceder debido al distanciamiento social y la movilidad limitada. Si no se avanza en una estrategia redistributiva transitoria entre estos sectores, los ingresos excedentes de los tramos superiores de los sectores que se mantienen operando probablemente comiencen a presionar sobre el dólar para protegerse de la incertidumbre y la inflación. De este movimiento redistributivo debería salir parte del financiamiento de las políticas necesarias. El tope de los salarios de altos funcionarios públicos y representantes nacionales, y una suba en las alícuotas del Irpf categorías I (capital) y II (trabajo) en los tramos más altos podrían ir en este sentido.
Va a ser muy difícil evitar una caída en los salarios reales de la población. Pero si los trabajadores pondrán parte de su salario real para paliar esta situación, es necesario que los sectores acomodados también contribuyan al esfuerzo social para enfrentar esta crisis. Por esto, es necesario analizar el incremento del Irae en los sectores que se mantienen operativos, así como en la implementación de un impuesto al sector exportador de poco valor agregado con ganancias extraordinarias (granos de soja, carne y celulosa), que ha visto multiplicados sus ingresos en dólares respecto del peso debido a la devaluación de más del 23 por ciento que ya acumula el año 2020 respecto del promedio de 2019.
No hay que descartar el uso de reservas internacionales ni la emisión monetaria para financiar la primera línea de contención si la asistencia de los organismos internacionales no es suficiente. El costo de no hacer nada o tomar medidas de poca monta será mucho mayor que las consecuencias de recurrir a estos mecanismos de financiación.
Será necesario evaluar, a su vez, la moratoria del pago de rentas y alquileres durante la duración de la situación de excepción. Rentas y alquileres son dos formas de transferencia masiva de ingresos desde sectores que hacen algún esfuerzo productivo hasta sectores propietarios. En un escenario de excepción y caída general de los ingresos, no tiene sentido mantener este mecanismo regresivo de transferencia de ingresos. Es importante complementar esta medida con acciones compensatorias para las personas cuyo único ingreso de subsistencia es el cobro de algún tipo de renta o alquiler.
Por último, como parte de esta segunda línea de contención, es importante que se diseñe una política para hacer un uso racionado y planificado de los dólares con los que se cuenta. En los últimos días, el riesgo país trepó considerablemente, lo que nos advierte del incremento de las dificultades de Uruguay para acceder al crédito externo. Está habiendo una fuga de dólares desde los países emergentes hacia los países centrales, y, de profundizarse la aceleración de la inflación, el dólar comenzará a ser visto crecientemente como una de las reservas de valor más seguras para quienes tengan excedentes en pesos. Tarde o temprano, el gobierno tendrá que decidir si usa los dólares disponibles para que los sectores de mayores ingresos protejan sus activos o para resguardar el poder adquisitivo externo del país en un escenario incierto y de enormes restricciones.
ARTICULACIÓN DE LAS FUERZAS SOCIALES. Aún no es posible descartar un escenario en el que las medidas monetarias y fiscales sean desbordadas por la envergadura de la crisis. En ese sentido, en una tercera línea de contención, se hace necesario articular las fuerzas sociales y conducirlas hacia la “dimensión real” de la economía, la vinculada con el flujo concreto de bienes y servicios, para lidiar con el problema del abastecimiento y el correcto funcionamiento de las cadenas de suministro del sector alimenticio, el sector de la salud y las otras áreas estratégicas. Esta pandemia nos está dejando ver lo que es realmente una economía: un sistema en el que la gente trabaja de forma interrelacionada y en el que lo que nos mantiene vivos, sanos y comunicados es producto del trabajo de otros. Si el Estado y la sociedad son capaces de garantizar la cadena de suministro de bienes básicos (importación, producción y distribución), a nadie tiene por qué faltarle lo esencial, por más que circunstancialmente se haya quedado sin su fuente de ingresos.
Esta emergencia nos encuentra con un elenco gubernamental cuyo tronco central es el herrerismo, una fracción ideológicamente lejana de políticas intervencionistas como las que hoy se precisan y muy permeable al lobby empresarial, a los terratenientes y a los sectores acomodados en general. El mercado y la iniciativa privada no sólo son totalmente impotentes para enfrentar esta situación, sino que incrementan el caos y el sálvese quien pueda. Sin la organización y el protagonismo creciente del conjunto de la sociedad, no será posible una salida que resguarde los derechos básicos del conjunto de la población.
1. La Diaria, 25-III-20, ‹https://ladiaria.com.uy/articulo/2020/3/propuesta-de-medidas-economicas-ante-la-emergencia-sanitaria-economica-y-social/›.