La frontera irlandesa es la piedra en el zapato de las negociaciones para la salida británica de la Unión Europea. Mientras el primer ministro Boris Johnson juega sus últimas cartas en el parlamento, los irlandeses del norte visualizan un futuro incierto en lo económico y temen que se reactive el conflicto que dividió la isla.
“Ahora la gente pasa sin problema. Va y viene para comprar más barato, o porque prefiere el sistema de salud o el tipo de educación de allá”, dice Rodney, quien trabaja como conductor de buses turísticos en Belfast, capital de Irlanda del Norte. De fondo, en el coche, tiene encendida la radio. Desde hace meses el único tema de los informativos es el Brexit y su posible impacto en la economía. A la pregunta: ¿qué espera que suceda?, dice que “sólo quien tenga una bola de cristal lo sabe”.
Esta semana, el primer ministro británico, Boris Johnson, logró que su plan para la salida de Reino Unido de la Unión Europea (UE), presentado a menos de un mes de la fecha límite que se fijó para el Brexit, fuera aprobado por el parlamento británico en una primera lectura. Sin embargo, también este nuevo plan podría fracasar, porque el parlamento quiere un plazo extendido de varias semanas para terminar de darle su visto bueno, aunque Johnson había insistido en que el 31 de octubre “habrá Brexit sí o sí”.
THE TROUBLES. En los encuentros de Londres con Bruselas el punto clave es no romper la estabilidad política entre las Irlandas. En los últimos 20 años, la frontera entre ambos territorios se ha vuelto casi imperceptible. La gente la cruza sin presentar ningún tipo de identificación. Si no fuera por el cambio de moneda y la mayor presencia de banderas británicas, viniendo del sur nadie supondría que ingresa en Reino Unido.
La ausencia de controles fronterizos fue clave en la firma de los acuerdos de Viernes Santo de 1998, que puso fin al período conocido como The Troubles, que enfrentó en el norte a unionistas, partidarios de pertenecer a Reino Unido, y republicanos, que querían la creación de una sola Irlanda. En el proceso de paz se estableció que los habitantes de Irlanda del Norte tenían derecho a pedir el pasaporte irlandés, el británico o ambos; pero la pertenencia de los dos territorios a la Unión Europea y la falta de controles lo hizo casi innecesario. Sin embargo, con el Brexit en la mesa el número de personas que solicita un nuevo pasaporte viene en aumento, aunque todavía no es claro lo que sucederá con los controles migratorios.
“En este momento hay muchos unionistas que no te lo dirán, pero si les abrís la mesa de luz, tienen un pasaporte irlandés. Nadie quiere perderse el beneficio de las dos nacionalidades”, cuenta Caitlín, quien trabaja en una tienda en el barrio católico de Falls Road. Para Caitlín, si se empiezan a establecer controles fronterizos, es posible que se reactive el conflicto, “las divisiones siguen ahí y pueden surgir en cualquier momento”.
El acuerdo de paz terminó con el período más duro de enfrentamiento en las Irlandas, pero las tensiones siguen latentes. En ciudades como Belfast y Derry, decenas de vallas dividen barrios católicos de protestantes. Los vecinos de estas zonas se sienten protegidos con las líneas divisorias, aunque preferirían que no existieran. La fragilidad del proceso de paz es el argumento que esgrime la UE para exigirle a Reino Unido un acuerdo que no arrastre a las Irlandas a un clima de división.
BACKSTOP. En 2016, Theresa May acordó con Bruselas una salvaguarda que tenía en cuenta este punto y establecía una salida temporal en caso de no alcanzar un acuerdo. “El backstop es un conjunto de arreglos diseñados para garantizar que no haya un retorno a una frontera dura en la isla de Irlanda. Este proporciona la libre circulación continua de mercancías, así como alguna otra alineación reguladora entre Irlanda del Norte y la Unión Europea para que la cooperación norte-sur pueda mantenerse”, explica a Brecha David Phinnemore, docente de política europea en la Universidad de la Reina de Belfast.
Las disposiciones del respaldo establecían que Irlanda del Norte continuaría temporalmente en la UE durante el período de transición hasta finales de 2020, algo que podría extenderse hasta finales de 2022. Pero esa fórmula fue rechazada en reiteradas ocasiones por parlamentarios a favor de un Brexit radical, quienes entendían que, de esta forma, Reino Unido quedaría ligado a la UE de forma indefinida.
Esta falta de apoyo fue la que provocó la dimisión de la ex primera ministra Theresa May y la asunción de Johnson con una propuesta de Brexit más duro. La alternativa del premier británico, conocida como “Dos fronteras para cuatro años”, plantea un camino diferente al backstop, al establecer una zona con relaciones comerciales que se mantendría alineada con las regulaciones europeas hasta 2025, pero que no formaría parte de la unión aduanera.
Según el primer ministro británico, esta solución evitaría que se levantaran barreras entre las Irlandas, respetando el acuerdo de 1998, y permitiría al Reino Unido salir de la UE, recobrando el control de su política comercial.
LA RETIRADA. Para Neil Jarman, investigador docente de la Universidad de la Reina, el nuevo plan de todas formas no brinda respuestas frente al clima de incertidumbre que prevalece en la isla. “Existe la sensación de que todavía no se aborda de forma clara cómo se establecerá el tema de los controles fronterizos, que seguro tendrán un impacto negativo en la economía”, señala a Brecha.
En el referéndum del Brexit de 2016 Irlanda del Norte votó por quedarse en la Unión Europea (55,76 por ciento), y uno de los argumentos en ese sentido fueron las pérdidas que supondría no contar con los beneficios del mercado europeo. Hasta el momento, el efecto retirada provocó la reducción del valor de la libra esterlina frente al euro y el dólar, y una fuerte pérdida en materia de inversión. Según David Phinnemore, si finalmente se da una salida abrupta, “esto afectará gravemente el comercio, generando grandes pérdidas de empleos, con el peor impacto en la región fronteriza”.
En marzo de este año, más de cincuenta compañías de Irlanda del Norte, como Allianz o Bombardier Aerospace, enviaron al parlamento británico una carta abierta en contra de un Brexit sin acuerdo. Advertían que una salida abrupta causaría un “daño muy importante” a la economía de la región. En la misiva también señalaban que habían tenido que enfrentar la pérdida de 450 millones de libras de financiación que les brindaba la Unión Europea para infraestructuras.
También el sector agrícola se vería afectado, que es una de las industrias clave de la isla. En las Irlandas, los animales y productos animales cruzan la frontera en varias etapas, dependiendo de dónde se crían, sacrifican, procesan y venden. La posibilidad de una frontera dura haría muy complejo este tránsito. Además, los granjeros han sido grandes beneficiarios de los apoyos económicos de la UE. “Cualquier reducción en los subsidios tendrá un impacto muy negativo en el sector”, explica Jarman.
El Brexit genera que vuelva a estar en la agenda la posibilidad de convocar el referéndum de reunificación establecido en los acuerdos de paz de Viernes Santo. El Sinn Féin, partido católico y republicano a favor de una sola Irlanda, señaló que es momento de que los ciudadanos norirlandeses reclamen una convocatoria que les permita decidir la relación con Reino Unido. De acuerdo a una encuesta realizada por Irish Unity, organización que está a favor del referéndum, por primera vez habría una mayoría social en Irlanda del Norte a favor de la reunificación de la isla. Según los datos, un 51 por ciento lo aprobaría frente a un 49 por ciento que estaría en contra.
Para Jack, ex integrante del Ira que trabaja brindando tours políticos en Belfast (véase Brecha, “Turismo de guerra”, 9-VIII-19), “los conflictos alrededor del Brexit han creado muchas ventajas. No hay nada como la pobreza para unir a la gente. El Brexit nos va a ayudar a deshacernos de las fronteras y a sacar a los británicos de aquí, esa es una de las prioridades para nosotros. Los problemas que se suceden con la Unión Europa se verán más adelante”.
Jack entiende que la cuestión económica podría hacer que sectores particionistas como el unionista, pero también grupos del sur que no querían la unidad de la isla, ahora sí la apoyen. “Las guerras civiles son muy amargas, y debido a esto el establishment irlandés del sur también es muy particionista. Sin embargo, ahora el Brexit amenaza su economía y la economía de los unionistas. Eso podría hacer que los dos quieran que se termine con la frontera.”