A lo largo de
décadas, la reciente ganadora del premio Cervantes logró zurcir una obra
calibrada y persistente, que, publicada principalmente entre México, España y
Uruguay, se vuelve rompecabezas de un periplo marcado por despedidas y
retornos. Un derrotero en ocasiones a salto de mata, cuya expresión más
drástica estuvo en la decisión de exiliarse en México junto con su marido en
1974, estadía que se prolongó hasta 1984. Se trata de una búsqueda verbal sin
histrionismos, que no apela a la eficacia de la función referencial; estilo
nómade y austero que, cuando las circunstancias lo ameritan, puede ser
dolorosamente irónico (por más señas, leer “Agradecimiento”, en Trema,
2005).
Pero en
la autora conviven varias facetas: poeta en verso y en prosa, sí, pero también
traductora prolífica,...
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