La Comedia Nacional vuelve a representar esta clásica tragedia rural de Lorca, esta vez con la dirección de Marisa Bentancur (quien ya dirigió al elenco oficial en la puesta de Filoctetes, de Sófocles, en 2008 y Las artiguistas, de Schinca, en 2016). La directora adaptó el texto para acercarlo al público de hoy, respetando el original pero suprimiendo algunos pasajes y personajes secundarios. El montaje se centraliza en el aspecto musical de la poética lorquiana. Bentancur incorpora dos músicos en escena (Juanita Fernández y Gonzalo Franco), que son los responsables de generar las atmósferas con su música interpretada en vivo e introducir poco a poco los ribetes trágicos de la trama. En un trabajo conjunto con el bailarín y actor Rodrigo Garmendia, los actores trabajan con la corporalidad presentando sutiles números de baile y coreografía flamenca, en la que destaca la aparición de Andrés Papaleo en un solo de baile.
La directora eligió una escenografía no costumbrista, realizada por Gerardo Egea, que representa en líneas duras rampas y escaleras que permiten el desplazamiento de los actores para transitar en las diferentes escenas. Esta escenografía austera y blanca contrasta con los colores plenos del vestuario que expresan la pasión gitana en la que el texto y la puesta ahondan. El logrado vestuario a cargo de Cecilia Parra juega con la condición de género y la dualidad femenino-masculino tan presente en Lorca. Las mujeres, personajes fuertes de esta historia, lucen pantalones que simulan polleras flamencas y remarcan su lugar protagónico y decisivo en esta historia. Los hombres aparecen en una escena vistiendo rojas polleras y mantillas. El duelo coreográfico, varias veces propuesto durante la puesta, es bien compuesto por todo el elenco del que también participan en roles secundarios Florencia Zabaleta, Isabel Legarra, Roxana Blanco, Diego Arbelo, Fernando Dianesi y Juan Antonio Saraví.
Lucía Sommer compone a Yerma en todos sus grados de dolor, esa mujer que procura con todo su sentir un hijo que no llega. El significado de su nombre es lo inhabitado, lo estéril y Sommer trabaja sobre ese vacío en cada cuestionamiento de su personaje. La pieza se va tornando, tras los diálogos ya conocidos y profundizando sobre ese vacío, en una obra musical. Bentancur aprovecha la ductilidad y formación de los actores de la Comedia Nacional que se arriesgan al canto y a la danza para generar esta fuerte impronta musical. Es un hallazgo la conformación de la dupla de la compositora Juanita Fernández, más abocada a la música contemporánea y los nuevos medios, con el músico Gonzalo Franco, guitarrista flamenco de larga trayectoria. Juntos trabajan en el diseño sonoro sobre el grito como material inspirador. Y el grito de Yerma aparece tanto expuesto como ahogado a través de las notas de la guitarra y de las distorsiones creadas por Fernández que acompañan cada diálogo de Sommer con su esposo en escena, Juan, interpretado con la mesura e indiferencia propia del personaje por Fabricio Galbiati. Una mirada contemporánea y rupturista de una de las piezas de la reconocida trilogía lorquiana que traslada lo estéril de los hombros de Yerma hacia los otros personajes y que aun siendo escrita allá por 1934 mantiene su vigencia.