Un lugar donde algunos espectadores se ponen a bailar, un clásico lorquiano cuyas siete figuras femeninas resultan sorpresivamente encarnadas por hombres y una leyenda urbana ambientada en un espacio con peso propio motivan tres espectáculos llamados a poner una nota diferente en la cartelera.
Ruido (Zavala Muniz), escrita y dirigida por el joven Bruno Acevedo Quevedo, convierte al espacio contiguo al Solís en una especie de pista donde, además de los asientos para aquellos espectadores que sólo quieren contemplar el desarrollo, queda lugar para que un puñado de actores y los concurrentes que así lo deseen se pongan a bailar. Sobre una plataforma colocada al frente, pantalla de video incluida, se ve a un animador presidiendo la reunión a lo largo de la cual se mezclan las historias de varios personajes. Romances, lazos familiares y alguna confusión alimentan los encuentros y desencuentros de un grupo humano que muestra que lo que les sucede a sus integrantes, más allá del ruido ambiental, quizás no sea muy distinto de lo que podrían estar viviendo ciertos espectadores. Como en la vida real, entonces, todo parece desmerecerse o terminarse cuando uno se retira de la sala, pero los puntos suspensivos que Acevedo Quevedo deja flotando pueden dar que pensar, habida cuenta del muy original punto de partida de una puesta que hace esperar con curiosidad los próximos pasos de su responsable.
La casa de Bernarda Alba (El Tinglado), (*) del poeta español Federico García Lorca, dirigida por Virginia Ramos, se toma la licencia de adjudicar el papel de la titular, sus cinco hijas y la infaltable criada Poncia a siete actores que, amén de vestir ropas masculinas, hablan y gesticulan como los hombres que son. La tragedia original, por cierto, no varía, y los hechos y los respectivos parlamentos llamados a expresarla se desenvuelven sin alteración alguna, ya que cada uno de sus protagonistas brinda la impresión de estar viviendo lo que el texto señala que le sucede. Lejos de caer en los dictados del grotesco, del disparate o de la mera intención de llamar la atención, esta historia de mujeres reprimidas tanto por el entorno familiar como por la propia sociedad de su tiempo cobra aquí la inesperada fuerza de ser sentida y trasmitida por hombres que hacen suyas las palabras de siete mujeres que, de una forma o de otra, se meten debajo de su piel. Ricardo Couto, Bananita González, Maximiliano González, Rafael Beltrán, Pablo Rodríguez, Fabrizio Puppi y Andrés Pastorini, impulsados por la inquieta directora y más allá de las dificultades de pronunciar a Lorca en los momentos difíciles, salen adelante con la frente alta, en beneficio de una platea que puede ponerse a pensar que hay temas que, créase o no, no resultan asunto exclusivo de mujeres.
La llorona (Castillo Pittamiglio), escrita y dirigida por Guillermo Lockhart para integrar los relatos de su serie Voces anónimas, utiliza los distintos ambientes del propicio espacio de la rambla y reconstruye la historia de la mujer que, años atrás, desapareciera en el parque Rivera mientras buscaba a sus hijos pequeños. Para revivir tales hechos, alimentados por los variados detalles inventados por los montevideanos, el imaginativo Lockhart se vale de una introducción de corte científico que cede lugar a la búsqueda de esa protagonista, en la cual participan los espectadores. En el proceso, algún otro personaje habrá de irrumpir en forma sorpresiva de manera de alimentar el interés de la concurrencia. El asunto, además de la seudorrealidad a la que apela, sigue los lineamientos de un buen entretenimiento, sazonado con los sobresaltos de rigor, de modo que todo el mundo salga con la idea de haber participado en un juego que no deja de dar a entender que, tanto en Montevideo como en cualquier otra parte, suceden cosas extrañas que no siempre llegan a explicarse. Es probable que Lockhart y su entrenado equipo sigan adelante con el armado de estas reconstrucciones que se ofrecen en sitios singulares. La ocurrencia encierra jugosas posibilidades.
(*) En la publicación original de este artículo en el sitio web se utilizó erroneamente una foto de “La casa de Bernarda Alba” / Teatro El Arcón. La foto debió ser de la adaptación dirigida por Virginia Ramos. Pedimos las disculpas del caso.