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Entre la Tina y la catrera

La decisión en torno al TLC con Chile.

El posicionamiento del Frente Amplio con relación al Tlc con Chile surgirá del plenario de este sábado. En los últimos meses, antes y después del plenario de mayo sobre el asunto, se multiplicaron las declaraciones y se profundizó el debate. Las posiciones de unos y otros se caracterizaron por una mezcla de generalizaciones algo abusivas, argumentos de alta complejidad técnica, declaraciones de principios y perspectivas más próximas al decisionismo político, sobre las cuales se centra el presente análisis.

El decisionismo frente a la TINA. El decisionismo es una práctica de reafirmación de poder y de adopción de una decisión que, en última instancia, debe ser política, pues no puede ser definida por criterios técnicos o administrativos (típicamente, la eficiencia económica o la adecuación legal). Este análisis propone abordar el decisionismo (y su falta) como práctica de la política exterior uruguaya. Complementariamente, tal vez pueda pensarse el “decisionismo en la política uruguaya” como el momento en el cual la decisión se torna imprescindible ante la imposibilidad de continuar administrando una situación a través de nuestras habituales soluciones compensatorias, parches, retórica y acuerdos de corto plazo que no acaban de satisfacer a ninguna de las partes.

A diferencia de otras políticas sectoriales, en política exterior no siempre es posible prolongar ad eternum la administración de un problema. Justamente por ello, los problemas de inserción internacional reaparecen cíclicamente como un parteaguas al interior del FA. Aquí se interactúa con actores que están fuera del área de autoridad del Estado uruguayo (en particular, otros estados); y los cronogramas no dependen de los tiempos uruguayos. Ambas cuestiones definen el escenario que fuerza a tomar una decisión sobre la política exterior uruguaya.

En cada uno de los tres gobiernos del FA ha habido hitos de política exterior en torno a los cuales las diferencias internas se hacen evidentes y obligan a una resolución política, más allá de los argumentos técnicos (económicos o legales) esgrimidos en uno u otro sentido. Así sucedió con el abandono de las negociaciones del Tlc con Estados Unidos durante el primer período de Tabaré Vázquez y con la suspensión de Paraguay del Mercosur para aprobar la adhesión de Venezuela cuando José Mujica era presidente. Ahora, en el segundo gobierno de Vázquez, el Tlc con Chile parece emerger como un nuevo brete, en el que, más allá de los argumentos técnicos, acabará siendo necesaria una decisión de carácter político.

Si bien la teoría sobre el decisionismo político data por lo menos de comienzos del siglo xx, en los últimos años recobró vigencia, en el marco de la disputa política frente a la lógica neoliberal del pensamiento único, definida en la sigla Tina (There Is No Alternative), utilizada en los ochenta por Margaret Thatcher para defender las reformas neoliberales. En ese sentido, el actual debate sobre el Tlc con Chile y la posibilidad de rechazarlo contribuye a cuestionar esta lógica: firmar o no un Tlc es algo sobre lo que se puede decidir, no un camino único que el país debe necesariamente seguir. A eso han apuntado muchos de los argumentos decisionistas de los últimos meses. Sin embargo, por otro lado, es importante que el argumento decisionista no acabe siendo una fachada para la inercia.

La catrera. El año pasado se cumplieron 50 años de la primera edición de El Uruguay como problema, en el que Alberto Methol Ferré analizaba la falta de sustentabilidad de Uruguay en el mediano y largo plazo, a través de una óptica internacional. El libro da cuenta de los límites del batllismo y, particularmente, su modelo de inserción internacional, basado en la distribución de la renta diferencial que el país obtiene por la exportación de productos primarios a las potencias imperiales.

La escasa población y la excelente dotación de recursos naturales permitieron durante la primera mitad del siglo XX administrar esta renta, asegurando un mejor nivel de vida que los demás países latinoamericanos: “la tacita de plata”. Esto llevó a asumir, según Methol, una combinación de nihilismo y autocomplacencia que nos permite desentendernos de los procesos regionales, en especial, el impulso que en la época dieron a la integración e industrialización el varguismo y el peronismo.

Sin embargo, el autor advierte: “¡No más literatura del ‘pozo’, que las catreras se rompen!”. La metáfora apunta a dos planteos. Por un lado, levantarse de “la catrera” asumiendo iniciativas activas que permitan superar el modelo internacional del batllismo (cuyas limitaciones exponían al país a la vulnerabilidad geopolítica y la falta de economía de escala). Por otro, salir de “la catrera”, mirar a los vecinos y comprender el destino regional del país. Ambos argumentos resultan hoy pertinentes para entender la necesidad de una decisión real en torno al Tlc con Chile.

Sobre el primer planteo, el argumento de que “no va a pasar nada” si no se firma el Tlc con Chile ilustra la “política de la catrera”, que desconfía de cualquier iniciativa y prefiere mantener una inserción basada en los beneficios de la renta diferencial. Esos enfoques se multiplicaron en autocomplacencia entre 2005 y 2015, cuando, a pesar de la coincidencia inédita de gobiernos de izquierda y alto crecimiento económico, la región no logró avanzar en ningún acuerdo importante. En la actualidad, cuando se ve que la posibilidad de un Tlc con Chile produce mucha más indignación que la creciente exportación de ganado en pie, uno no puede dejar de pensar en la analogía entre el batllismo de la primera mitad del siglo XX y el FA del siglo XXI. En ese contexto, ¿qué propuestas importantes de política exterior se han aportado como alternativas a los acuerdos comerciales? ¿Mantener la inserción actual? ¿La “articulación de cadenas productivas” en el Mercosur? ¿Asociarnos al Alba?

El segundo planteo, relativo a la necesidad de mirar a la región, parece ser justamente el que está detrás del argumento que lleva a muchos frenteamplistas a apoyar el Tlc con Chile. Este es el caso particular de Mujica. No en vano su pensamiento internacional está muy influenciado por Methol: él fue su asesor en sus últimos días de vida, durante la campaña de 2009, así como antes lo fue de Alberto Volonté, Liber Seregni y Benito Nardone. En el ámbito internacional, Methol expresó simpatías por iniciativas regionales igualmente variopintas: la propuesta de Juan Domingo Perón de un nuevo pacto de Abc (Argentina, Brasil y Chile), en los cincuenta, la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, en los sesenta, el Mercosur, en los noventa, y la Unasur, en el siglo XXI. Esta trayectoria tan variada, que podría ser considerada un ejemplo de incoherencia por los mismos principistas que se indignan con la palabra Tlc, en realidad es tan sólo un reflejo de su compromiso ineludible con la región.

Esto nos lleva nuevamente a los antecedentes de decisión en la política exterior de los anteriores gobiernos del FA. Tal vez haya sido ese mismo compromiso regional y no el principismo antineoliberal el que haya estado detrás de la decisión de rechazar el Tlc con Estados Unidos y de apoyar la propuesta argentino-brasileña para la heterodoxa aprobación de la adhesión de Venezuela al Mercosur. En cualquier caso, confiemos siempre en que haya sido la afirmación de una decisión política soberana, y no la inercia, la que llevó a Uruguay a rechazar el Tlc con Estados Unidos y aceptar la propuesta de nuestros vecinos sobre el ingreso al Mercosur del socio caribeño.

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