La ciencia ha triunfado sobre las habladurías y las creencias, despojándoles el reinado. Si, como dice Nietzsche: “Lo que caracteriza al siglo XIX no es la victoria de la ciencia, sino la victoria de los métodos científicos sobre la ciencia”, es esta transformación científica la que ha despojado al ser humano de su mochila cargada de supersticiones, creencias y relaciones mágicas con su entorno y hasta consigo mismo, dejando la necesidad pura sin amparo y al hombre desconcertado al verse transformado en una serie de engranajes concatenados: una nueva realidad, una anatomía en movimiento fisiológico que padece patologías cuya explicación última no comprende, pero que ya no le importa.
La misteriosa inmensidad del firmamento, por un lado, y la profundidad de nuestra mente y nuestro cuerpo...
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