La principal causa que nos convoca es que tanto Comuna como el semanario Brecha son emprendimientos autogestionados bajo el formato cooperativa de trabajo, por tanto, existe una necesidad de autorreflexión sobre nuestros propios procesos, y una responsabilidad de nosotros con el entorno.
Por otro lado, los emprendimientos autogestionados por sus trabajadoras y trabajadores suelen tener mala prensa, alimentando la idea hegemónica de que no es posible que sean dueños de los medios de producción y capaces de gestionar su propio trabajo. Un hecho que afirma esta idea es el tratamiento mediático que se le suele dar a emprendimientos autogestionados que fracasan, y el casi nulo interés en aquellos que sí tienen éxito. Sin embargo, cuando se recurre a investigaciones académicas resulta que la evidencia empírica muestra lo contrario a lo que el sentido común impone. Esta literatura evidencia que las empresas gestionadas por sus trabajadoras y trabajadores fracasan menos en términos relativos que las empresas capitalistas, esto ocurre en Uruguay pero también en otras regiones del mundo.1 Estos resultados nos invitan a reflexionar críticamente y nos imponen la necesidad de dar a luz este tipo de experiencias, con el fin de romper la barrera cultural y convencernos de que sí es posible que la clase trabajadora tome las riendas de su vida, también en el ámbito productivo.
Ahora bien, que sea posible no quiere decir que sea fácil. De hecho, si fuera fácil existirían más experiencias de las que hay. Por tanto, es también necesario pensar cuáles son las dificultades y desarrollar conocimientos sobre cómo enfrentarlas. Este es uno de los principales convites de este espacio, que espera contar con entrevistas a referentes de las experiencias autogestionadas y con aportes de la academia y de militantes.
Con fines analíticos y para motivar la discusión podemos ordenar las dificultades en dos planos. Por un lado, aquellas que hacen a la supervivencia de los emprendimientos autogestionados, poniendo el foco en el emprendimiento y los problemas que despierta su competencia con el entorno. Del otro, la discusión más vinculada al contexto general y que nos lleva a reflexionar sobre la posibilidad de pensar esta forma de organización del trabajo en una disputa más amplia, como una nueva construcción que le da sentido político e ideológico a un movimiento social que vela por otra forma diferente de organizarse.
La primera dimensión es la que suele robarse la atención de los pocos intelectuales y académicos que piensan el tema en la actualidad. Y suponemos que es la principal preocupación cotidiana de la inmensa mayoría de los emprendimientos de este tipo, ya que allí se juega su supervivencia. Quienes vivimos cotidianamente esta construcción vamos aprendiendo que existen trabas internas, en el sentido de que fuimos criadas y criados para aceptar el trabajo asalariado como si fuera lo natural, y esto frena el avance hacia un relacionamiento sin jerarquías en el plano político. En el plano de la organización del trabajo está todo por explorar.
Es importante notar que en estas transformaciones es donde los emprendimientos autogestionados suelen tener ventajas respecto de las empresas capitalistas, ya que cuando se logra avanzar en organizaciones de trabajadoras y trabajadores motivados, que basan sus relaciones en la confianza grupal, a menudo se pueden hacer grandes ahorros en los costos –por ejemplo, una empresa capitalista suele tener mayores costos de supervisión–. A su vez, la motivación de trabajar en un emprendimiento colectivo convierte a las y los trabajadores en más productivos y esforzados. Explorar y explotar estas oportunidades tiene la ventaja de que depende de nosotros mismos, pero suele ser difícil, no fuimos formados para ello, por tanto, requiere explorar lo desconocido.
Otra gran dificultad hace a los problemas de la inversión y el acceso al crédito. Este tipo de emprendimientos se encuentra siempre con el dilema de cómo repartir los ingresos generados. Una posibilidad es repartir menos y realizar inversiones, o viceversa, tensión que siempre está presente. Por otro lado, una posibilidad es acceder a un crédito y contraer una deuda, pero la obtención de créditos suele ser una gran dificultad, incluso con las mejoras institucionales del Estado de los últimos tiempos. La baja inversión transforma a estos emprendimientos en menos competitivos que las empresas capitalistas, teniendo éstas mayores posibilidades de acceso a créditos, y por lo tanto a nuevas tecnologías.
Una última dificultad que nos interesa resaltar refiere a cómo los emprendimientos autogestionados resuelven sus remuneraciones. No hay recetas y los dilemas son muchos. ¿Está bien pensar en la equidistribución como horizonte? ¿O será mejor el cada quién según sus necesidades? ¿O la mejor forma es el pago por productividad o por responsabilidad en las tareas? Son todas cuestiones que tienen ventajas y desventajas, pero lo cierto es que existe la posibilidad de discutirlas colectivamente de manera democrática, teniendo el potencial de adaptar cada esquema a cada colectivo.
En la otra dimensión –la forma política e ideológica de organización del trabajo– es donde se suele tener menos reflexiones y diagnósticos conocidos. Con la intención de aportar insumos para la discusión, se plantea un pantallazo y algunas interrogantes que nos surgen.
El cooperativismo en Uruguay tiene larga data, incluso cuenta con federaciones de segundo y tercer nivel también desde hace mucho tiempo; a modo de ejemplo, la Federación de Cooperativas de Producción del Uruguay –Fcpu–, que nuclea a las cooperativas de trabajo, data de 1962. A ella se le suman colectividades más recientes que reúnen organizaciones productivas autogestionadas por sus trabajadores, pero no necesariamente bajo el formato de cooperativa. Ejemplo de éstas son la Coordinadora Nacional de Economía Social y Solidaria y la Asociación Nacional de Empresas Recuperadas por sus Trabajadores. Por otro lado, existen muchos emprendimientos autogestionados de matriz sindical, un tema que siempre ha estado en tensión dentro del sindicalismo. Recién en el XI Congreso del Pit-Cnt se incorporó la autogestión a su orgánica a través de la Mesa de Autogestión. Este fue el lugar de confluencia de muchas organizaciones en el marco de la creación del Fondo para el Desarrollo (Fondes).
Por otro lado, con los gobiernos progresistas hubo avances en algunos temas clave para la autogestión. Desde el año 2008 existe una ley general de cooperativas que sustituyó al cambalache legal que se había ido generando a partir de conquistas específicas que cada modalidad cooperativa había conseguido. Esa ley creó el Instituto Nacional de Cooperativismo (Ina-
coop), una institución paraestatal encargada del fomento y desarrollo del cooperativismo, con representación de esta modalidad y de los trabajadores en su directorio. En el gobierno de Mujica se creó el Fondes, y por primera vez hubo un organismo financiero específico para el sector. Con el tercer gobierno del Frente Amplio esta institución se hizo ley, con algunos cambios que implicaron importantes pujas en la interna del oficialismo.
Estos avances institucionales cumplen con reivindicaciones históricas que los emprendimientos autogestionados asociados solían y suelen tener. De hecho cabe preguntarse, con el fin de mejorarlos, de qué manera se implementan y llegan a los colectivos estas herramientas, ¿son las adecuadas?, ¿son suficientes?
Por último, y con el fin de ampliar la mirada, nos cuestionamos si es posible hablar de un movimiento autogestionado en Uruguay. Es decir, un lugar político donde confluya una síntesis para pujar las reglas de juego del capitalismo, o simplemente la autogestión es la exploración concreta de experiencias pero no se le puede pedir una disputa más amplia. ¿Puede pensarse la autogestión como una herramienta política amplia que construya otra forma de organizar una sociedad sin explotados ni explotadores? En ese caso, ¿cuál es y cuál debería ser el rol de este movimiento con el movimiento sindical? ¿Cuál es el grado de integraciones productivas de intercooperación? ¿Es posible pensar esto de manera estratégica a la hora de otorgar avances que den poder a la autogestión?
Son estas interrogantes las que intentaremos abordar con la experiencia concreta de los emprendimientos y con las opiniones de analistas. Se observarán éxitos, fracasos y, por sobre todo, primará la reflexión crítica y constructiva.
- Para el caso uruguayo, y como un asomo a la literatura sobre el tema, puede verse el trabajo de Burdín y Dean “El comportamiento demográfico de las cooperativas de trabajadores. Observaciones empíricas y nuevas preguntas para el caso uruguayo”, en Gestión obrera: del fragmento a la acción colectiva. Sceam-Udelar y Editorial Nordan.