Por segunda vez en la historia francesa el Frente Nacional (FN), el partido de extrema derecha que sigue teniendo vínculos con movimientos neofascistas, aunque persiste en negarlo, puede jactarse de contar con uno de los dos candidatos en un balotaje presidencial.
El domingo 7 los franceses que se motiven lo suficiente como para ir a votar tendrán que elegir entre dos candidatos de derecha: uno liberal (hay quienes dicen social-liberal), Emmanuel Macron, y otra reaccionaria y xenófoba, Marine Le Pen.
El debate entre los dos candidatos, trasmitido por televisión el miércoles, fue un desfile de acusaciones mutuas. La frentista Marine se mantuvo fiel a su estrategia electoral de presentarse como una candidata alternativa, una outsider alejada de la elite política francesa, una representante de la gente común, del pueblo abandonado a los daños de la globalización. Acusó al ex asesor de negocios del banco de Rotschild, Emmanuel, de no proteger lo nacional sino de “defender intereses privados”. El ex banquero, que promueve una reforma laboral desreguladora, privatizaciones, despidos de funcionarios públicos, eliminación del impuesto a las grandes fortunas (véase Brecha, 28-IV-17), le replicó que ella era una “heredera” y una “coproducción” del sistema que ella misma critica. Una referencia a la fortuna heredada de Marine Le Pen, que consiste en varias mansiones y propiedades. El valor de esas propiedades aparece tachado en su declaración ante la Alta Autoridad por la Transparencia de la Vida Pública (Hatvp, por sus siglas en francés), al no haber podido ser establecido. La candidata está acusada por el fisco de haber subestimado el valor declarado de sus bienes (según el diario Le Monde éstos valdrían hasta 60 por ciento más de lo declarado) y el caso está siendo investigado.
Mientras Macron y Le Pen se atacaban mutuamente, dentro de la izquierda el debate era otro. Giraba alrededor del dilema de votar o no en la segunda vuelta.
La última vez que el Frente Nacional llegó a esta instancia de las elecciones presidenciales, en 2002, la izquierda votó masivamente a favor del candidato de derecha Jacques Chirac para evitar que el padre de Marine, Jean-Marie Le Pen, se hiciera con la presidencia. Esta vez el posicionamiento ha sido diferente. Jean-Luc Mélenchon, el candidato del frente de izquierda Francia Insumisa, decidió no dar una consigna de voto propia, sino hacer y publicar una consulta entre sus seguidores sobre qué harán. Esa consulta mostró un resultado que cambia la perspectiva con respecto a 2002: dos tercios de los casi 250 mil militantes de Francia Insumisa que participaron en la consulta se opusieron a votar a favor de Macron para evitar que Le Pen asuma el poder. Más de un tercio propuso votar en blanco, y 29 por ciento no ir a votar. El resto optará por votar a Macron. Los militantes no propusieron votar por Marine Le Pen. Pero una encuesta del centro de investigación de ciencias políticas Cevipof realizada el 30 de abril y el 1 de mayo muestra que no todos los votantes de Mélenchon son necesariamente sus más fieles seguidores. Un 14 por ciento de quienes votaron por él en la primera vuelta estaría dispuesto a votar por la candidata de extrema derecha en la segunda.
Estos resultados muestran la polarización política que vive la sociedad francesa. Muchos votantes de izquierda han expresado estar hartos de que se los asuste con el fantasma de la extrema derecha para que así entreguen su voto a un candidato de derecha, y se niegan hoy a legitimar un candidato que no representa una alternativa de izquierda.
Esta postura ha dado lugar a un debate incluso fuera de las fronteras francesas. El Movimiento por la Democracia en Europa (Diem25, paneuropeo de izquierda), fundado por el economista griego y ex ministro de Economía del gobierno del izquierdista Syriza, Yanis Varoufakis, instó a los votantes de izquierda franceses a apoyar a Macron. “Somos conscientes de los peligros que representa el programa de Emmanuel Macron para la igualdad social, y estamos en profundo desacuerdo con su proyecto para Europa y la zona del euro, que sólo prolongará y agravará la situación desastrosa de la Unión Europea”, señalaba una carta abierta del movimiento publicada por el sitio Médiapart. “Pero el Frente Nacional representa un peligro de otra naturaleza, porque se nutre de un proyecto antidemocrático y de regresión social que tiene como punto central la desigualdad entre los seres humanos”, prosigue. “Su presencia en el poder representaría (…) una amenaza inmediata para numerosos ciudadanos compañeros (…) en primer lugar todos aquellos que no son considerados ‘franceses de estirpe’”, advierte la carta.