Cuando el director de Aquarius, Kleber Mendonça Filho, llamó a Sonia Braga para ofrecerle el rol protagónico, le confesó con cierta preocupación que se encontraba trabajando con un elenco compuesto por muchas personas que no eran actores profesionales. Braga, sin embargo, se mostró animada con la idea: “Yo dije ‘¡ah, pero qué bueno, porque yo tampoco lo soy!’”, recuerda la (no) actriz brasileña en conversación con Brecha. A ese primer acercamiento siguieron varias reuniones en Nueva York, donde reside actualmente Braga, en las que el director y la entonces futura protagonista conversaron sobre el proyecto y especialmente sobre los detalles del set, la puesta de luces y los movimientos de cámara. Según Braga, estos aspectos técnicos son lo más importante a la hora de actuar en cine. “Eso es lo que amo, no el hecho de sentarme a pensar y repetir cómo es el pasado del personaje, dónde vivió y con quién. Todo eso para mí no es cine. El cine que amo se trata de la cámara, la luz y cómo acompaño yo todo eso. Pienso que soy más que nada una persona de equipo antes que una actriz que viene con propuestas. Yo no tengo propuestas, mi propuesta es una sola: hacer una película de una manera en que todos estén de acuerdo”.
Aquarius es, en gran parte, la actuación de Sonia Braga. La película recae sobre ella, que aparece prácticamente en cada plano y se mueve con una notable conciencia de cámara. Es un cine detallista, los objetos y la música juegan un papel clave en la historia, los movimientos, miradas y gestos de la protagonista son milimétricos. Desde esta perspectiva, la idea de Braga sobre la actuación –o eso de no ser actriz pero actuar– resulta evidente más allá de su aparente contradicción. “Hay actores y actores. Los actores de teatro, por ejemplo, sufren mucho cuando no están trabajando. Los que son actores necesitan actuar. Yo no. No fui a una escuela de actuación, no sé qué es lo que pasa, no sé lo que es representar un personaje. A mí me gustan las artes visuales, por eso me gusta estar ahí presente con todo el equipo de rodaje; los miro a todos continuamente, siempre sé cuáles son los movimientos de la cámara y cuál es la posición de la luz, dónde me tengo que colocar precisamente para dar con el clima correcto de cada escena”. Braga cuenta que, incluso, se pintó las uñas de los pies de cuatro colores distintos, se sacó fotos y preguntó a cada miembro del set cuál opción le parecía la mejor. Lo mismo con los peinados y el vestuario, siempre en conversación con vestuaristas, maquilladores y técnicos.
La historia de Aquarius transcurre en un edificio ubicado sobre la avenida Boa Viagem, en Recife, a una calle del mar. Ahí vive Clara, una ex comentarista de música que se aferra a un pasado de objetos tangibles y música analógica asediado por un presente efímero y digital. El edificio será el campo de batalla de esta lucha simbólica: mientras todos los demás apartamentos ya están vacíos, Clara se mantiene inalterable en el suyo, haciendo frente a una empresa inmobiliaria que primero se le acerca de manera amistosa y que rápidamente apelará a todo tipo de estrategias intimidatorias para quitarla del medio. Se produce el choque entre dos mundos, uno lento y lleno de reminiscencias del pasado y otro frenético donde sólo hay tiempo presente; ambos confluyen en el personaje de Clara. “Cuando terminé de leer el guión de Aquarius me di cuenta de que era el mejor guión que había leído en portugués en toda mi vida. Es una cosa impresionante”, dice Braga. “Pero llamé al encargado del casting para preguntarle qué personaje me estaban proponiendo. Muchas veces me invitaban a Brasil a hacer películas en un solo día de rodaje. Me puse muy feliz cuando me dijeron que era para interpretar a Clara. El guión empezó a crecer dentro de mí con cada lectura.”
Esta película significó, además, el regreso de una leyenda del cine brasileño –Doña Flor y sus dos maridos y El beso de la mujer araña figuran entre sus clásicos más populares– a su tierra natal después de varios años. En su alejamiento de la televisión fue determinante el juicio que le realizó a la cadena O Globo y que finalmente perdió en los tribunales. “La manera en que pagan los derechos de los artistas es algo con lo que no estoy de acuerdo. No me parecía correcta la forma en que la cadena jugaba las cartas. Yo quería ir a un juicio y que me dijeran ‘usted no tiene derecho a reclamar’. Todos me decían: ‘lo que va a pasar es que vas a perder’. Y yo decía: ‘no, yo nunca pierdo, yo voy a ganar porque esta es una experiencia que va a repercutir en el futuro sea cual sea el resultado del juicio’.”
Braga volvió a ser noticia junto al resto del elenco de Aquarius y su director en el Festival de Cannes, donde la comúnmente frívola alfombra roja se convirtió en una buena plataforma para mandar un mensaje contra el golpe de Estado ocurrido en Brasil. Los actores llevaron pancartas escritas en portugués y en francés denunciando el gobierno ilegítimo que tomó el poder en su país. “No pertenezco a ningún partido pero voté por las personas que estaban en el poder, y no estoy de acuerdo con lo que está pasando ahora. No me gusta ver a Brasil dividido.” Pero la situación política, según Braga, responde a un contexto internacional. “Fuimos a Europa y a parte de Latinoamérica y la gente tiene los mismos problemas o problemas muy parecidos. Antes había una derecha, ahora tenemos que saber cómo llamar a esta cosa que es la derecha de la derecha.”
A los 66 años, con una enorme carrera en cine y televisión con la que ha recorrido diferentes industrias y latitudes, Sonia encontró en Clara uno de sus personajes más importantes, uno que la ha vuelto a poner en la primera plana. Entre otros reconocimientos, se ha llevado los premios como mejor actriz en los festivales de Mar del Plata y La Habana así como también en los premios Fénix. A pesar de todo esto, no deja de experimentar en otras áreas. Desde que vive en Nueva York, Braga se ha interesado ante todo en estudiar fotografía y pensar más allá de la actuación. De hecho, no descarta dirigir su propio material en un futuro. Eso sí: no haría ficción porque, lógicamente, no quiere trabajar con actores. “Creo que los actores me intimidan un poco, y no podría dirigirlos. La realización sí me interesa, siempre pienso que si hago algo será un documental, pero no quiero hacer un documental sobre gente, a no ser que la persona quiera hablar de sí misma. No me gusta entrometerme en la vida de alguien porque sí. Por ejemplo, cuando voy por la calle y quiero hacer una foto de alguien, primero le pido permiso. Pero no tengo mucho amor por la ficción, yo amo la vida.”