“Váyanse a otra parte, el mundo es ancho” decía un hacendado a los indígenas peruanos a los que acababa de quitarles sus tierras, en la novela de Ciro Alegría El mundo es ancho y ajeno. Es ancho para unos, anchísimo para los capitales financieros y cada vez más enrejado para inmensas multitudes. Uruguay no ha sido uno de los principales países de acogida, pero no son pocos los perseguidos de la tierra que buscaron refugio en el país.
Hace unos años tuve ocasión de conversar con personas que hallaron protección en Montevideo bajo el amparo del Sedhu (Servicio Ecuménico para la Dignidad Humana), cada una de ellas con la mirada cavilosa frente a la línea ambigua de la realidad y la pesadilla. Estar refugiado es habitar un limbo entre el sueño y la vigilia. Como los relatos de las políticas...
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