El mensaje fue claro, patente y manifiesto: los escoceses son la región más europeísta de Reino Unido (los únicos que los superaron fueron los gibraltareños, donde el voto fue casi de 100 por ciento, inspirado por la tensión con España). Compárese con las cifras en Inglaterra, de 53,4 por ciento por salir y 46,6 por quedarse.
El mismo día de los resultados, la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, proclamó que en estas circunstancias su gabinete consideraría la posibilidad de un segundo referéndum propio sobre la independencia de Escocia, porque debía concentrarse en la postura de sus conciudadanos. (También dijo que mientras que el gobierno y la oposición en Londres colapsaban, en Escocia el mando seguía sin fisuras de ningún tipo.) Cuando el diputado europeo de su partido pidió,...
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