Los Reyes Magos llegan el 6 de enero, pero Moisés, en pantalla grande, y en este caso en muchas pantallas grandes, llegó recién el 28 de ese mes. Al menos a Brasil. Fue ese día que en 1.000 de las 3 mil salas que hay en todo el país se estrenó Los diez mandamientos. La película, superproducción brasileña de dos horas de duración que ya tenía, esperándola, a 2,4 millones de espectadores con sus entradas compradas anticipadamente. Ni Charlton Heston ni Cecil B de Mille están en la génesis de este milagro religioso-comercial (o al revés), sino una telenovela homónima de 170 capítulos emitida en 2015 con éxito total, tanto que el canal Rede Record –propiedad del obispo evangélico, telepredicador, escritor y empresario Edir Macedo, fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios– logró desbancar a Globo en el rating del horario estelar. Todo un asunto a analizar: Globo, dominante en el espectro televisivo norteño desde hace más de 40 años, además del nivel de sus realizaciones –en tanto producción, actuación, publicidad de la “marca país”, etcétera–, es responsable de haber instalado en la pantalla chica, astutamente imbricados con los eternos temas del culebrón, asuntos de exposición tan contemporánea como el racismo, las drogas, la libertad sexual, la homosexualidad y, en sus novelas históricas, la esclavitud y la lucha de clases. No es asunto menor que tantos brasileños hayan optado por prenderse, en cambio, a un relato bíblico (y no estará Umberto Eco para explicarlo).
Algunas de las explicaciones que la prensa recoge tienen que ver con que los adeptos a las religiones evangélicas representan, se calcula, una quinta parte de los 200 millones de habitantes de Brasil. Una audiencia potencial nada desdeñable –a la que seguramente se puede agregar unos cuantos milloncitos de católicos– para una telenovela, y ahora una película, basadas en un guión de probada eficacia: un profeta que saca a su pueblo de la esclavitud y lo guía a la tierra prometida, logrando que se abra el mar y esas cosas (los efectos especiales ya estaban previstos en La Biblia). Otros ligan el éxito de ambas producciones a la situación económico-social de Brasil, que impulsaría a una rápida identificación de amplios sectores desesperanzados con el pueblo judío de entonces. “La gente está pesimista, y Los diez mandamientos presenta un mensaje de esperanza, de un pueblo oprimido que se libera. Creo que la elección de esta temática fue muy oportuna, porque responde a la necesidad de un entretenimiento que señale un camino de salida”, opina el director –de serie y película– Alexandre Avancini. Más simplemente, hay quien opina que un espectáculo para toda la familia con mensaje edificante y moraleja asegurada tranquiliza a personas sencillas que se sientan frente al televisor con sus hijos a la hora de la cena. Para afirmar tanta paz, en marzo arranca una nueva temporada de la serie, esta vez con 60 capítulos.
Para los productores de la telenovela, y luego de la película, no hay que dejar de lado lo que consideran el “alto nivel” de ambas. La realización de cada uno de los episodios de la primera costó unos 230 mil dólares, incluyendo rodajes en países extranjeros como Egipto o Chile, y los efectos especiales. Las distribuidoras de la película –que se arregló para comprimir los 170 capítulos de la serie en dos horas– se aprestan a superar en taquilla a Tropa de elite (2010), hasta ahora el mayor éxito del cine brasileño con sus 11 millones de espectadores, contando con una intensísima campaña de marketing en el propio canal Record y en cada uno de los templos de la Iglesia Universal. Mientras tanto, Record inició sus negociaciones con el canal Mundo Fox para vender los derechos de trasmisión de la telenovela en Estados Unidos.
No hay que dudar de que consigan sus objetivos. Después de todo, en la base de ambos emprendimientos está el mayor bestseller de la historia, y si Jehová ayudó a Moisés con las siete plagas, para recuperar imagen popular bien puede aportar una octava.