El mensaje se expandió y cuajó en toda Europa: los griegos no hicieron sus deberes y por ello deben ahora acatar sin chistar las medidas de austeridad que reducirán a la más mínima expresión, si cabe, sus servicios públicos básicos. La lógica de las simplificaciones –“el griego es perezoso”, “al griego no le gusta trabajar”, “el griego no paga impuestos”– culpabiliza al ciudadano de a pie mientras exime de responsabilidades a las grandes corporaciones económicas nacionales y extranjeras que no ocupan titulares sino grandes espacios publicitarios que garantizan en buena medida su impunidad.
Ese doble rasero lo encarnó, entre otros, el ministro de Finanzas holandés, Jeroen Dijsselbloem, quien como presidente del eurogrupo fue un gran defensor de las medidas de austeridad que finalmente se...
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