Hace un par de semanas el suplemento Adn del diario porteño La Nación se despedía de sus lectores diciendo que cerraba un ciclo. En las redes sociales de este lado del río algunos lo lamentaron. Adn había nacido como una respuesta a la competencia de Ñ, la revista del rival Clarín porteño, aunque también continuaba cierta tradición cultural que “el diario de Mitre” –como escuché llamarlo siempre a Jorge B Rivera, intelectual y peronista porteño– cultivó en su historia, al menos desde que tuvo de corresponsal a Rubén Darío. Jorge B Rivera decía también en épocas en que el mercantilismo acosaba a los suplementos culturales esperando que fuesen obsecuentes con sus inversiones, que “el diario de los Mitre” acaso por un acendrado orgullo oligárquico se mantenía más libre que otros medios de la presión económica. Como sea, era para lamentar la desaparición de Adn desde que supo ser un suplemento que cumplía con una necesidad, parcial pero importante, de muy porteña tradición, la circulación de novedades literarias y artísticas, el acercamiento cosmopolita al mundo de las artes y la creación. Metían plata. Así, por ejemplo, en vísperas de una Feria Internacional del Libro, sin esperar a que llegasen los escritores invitados, los entrevistaban en sus respectivas ciudades y, adelantándose a sus colegas, sacaban la nota el día en que el visitante estaba desembarcando o aterrizando. Se daban esos y otros lujos. En una tapa que publican en ocasión de su anunciado fin, se lee como titular “Hoy escribe Woody Allen”. Pretendían “la entrevista inalcanzable, el anticipo exclusivo, la visión única”, escribió en la despedida Jorge Fernández Díaz, quien fue su fundador y es hoy jefe de redacción del diario y que argumenta: “todo lo demás es sopa de letras y hojarasca que se lleva el viento y que finalmente cualquiera puede encontrar en Google”.
El anuncio del fin de Adn vino, sin embargo, de la mano y al unísono con el anuncio de lo que será su sucesor: Ideas, del que han salido hasta ahora dos números. Todavía es difícil saber cuál es la diferencia respecto de su precursor. El nombre elegido da alguna pista. Ya había sido ensayado por un suplemento que hacía honor a su semántica original: Ideias, del Jornal do Brasil. Leerlo era como tomar vitaminas. Su homónimo porteño pareció por ahora más light. Incluyó libros –comentados por Elvio Gandolfo, que migró a La Nación desde hace un tiempo–, pero parecía que la impronta estará más dedicada a buscar temas de la discusión de ideas, pero también del ambiente. No faltó, obviamente, un informe sobre el engrosado “Aleph” de Borges y su viuda querellante.