Cuando Marcelo Odebrecht, presidente de la principal constructora de Brasil y una de las 25 más grandes del mundo, fue arrestado el 19 de junio en el marco de las investigaciones sobre corrupción en Petrobras, se encendieron todas las alarmas en el gobierno de Dilma Rousseff, en el paralizado Partido de los Trabajadores (PT) y en el conjunto de la izquierda brasileña. El mensaje era claro: el próximo podía ser Lula. El ex presidente fue el primero en advertirlo y en reconocer que su cercanía con Odebrecht, cuya empresa le financió campañas electorales y viajes, lo colocaba inevitablemente en la línea de mira de los investigadores.
Una semana antes, el 13 de junio, en el marco del quinto congreso del partido, Lula formuló una dura crítica al PT. Contrastó el espíritu militante del períod...
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