“Es una parte importante de mi vida, lo tomo todo el tiempo, no me lo olvido nunca” comenta en instagram el usuario @mate_doctor cuando Brecha le pregunta por su costumbre de tomar mate. Para él es tan natural como para nosotros, con la diferencia es que él nació en Siria y vive en Arabia Saudita.
En toda Siria se toma mate, pero es considerado bebida tradicional en Damasco, Homs, Hama, Tartús, Latakia, Idlib, Sueda y Salamiyeh. La costumbre se viene arraigando paulatinamente también en Palestina y Líbano, donde la vanguardista The Mate Factory, ubicada en Aley, a 17 quilómetros de Beirut, ofrece noches de karaoke, mate y narguile. En esa zona de guerra se toma mate en los dos bandos, dicen algunos en Internet.
Shammat estudia literatura francesa en la Universidad de Damasco, y habla del mate como algo natural, parte de su cultura. Explica que el paquete de yerba sale unas 250 libras sirias (alrededor de 33 pesos), pero sólo contiene un cuarto quilo. La costumbre por aquellos lares puede infartar a un purista local del mate: se toma habitualmente en un vasito de vidrio (a veces ornamentado a la usanza oriental) con sólo una cuarta parte de yerba, y se sorbe mediante una bombilla (“massasa”, así suena en árabe) bastante más corta; se sirve con azúcar y, siguiendo la tradición argentina, se ceba con pava. Cada integrante de la rueda tiene su propio mate.
Según el Informe Estadístico Comercial argentino publicado en el sitio Corrientes Exporta, en 2012 Uruguay lideró la compra mundial con 59.365 toneladas de yerba, seguido de Siria, que adquirió 45.322 toneladas, todas a Argentina.
En un artículo publicado en enero de 2013 en The Syrian Times y titulado “Mate: un amigo de los encuentros de amigos”, Amal Farhat explica que tomar mate está “fisiológicamente conectado con la comunidad. Tomar mate con dos o más amigos convierte a la ocasión en más agradable, especialmente si es acompañada con conversaciones, fumar y disfrutar programas de tevé con algún cítrico y nueces. Los tomadores de mate dedican una buena parte de su salario al mate”.
El Banco Mundial no tiene los datos del Pbi per cápita de Siria, pero según la Cia es de 5.100 dólares al año. Según la misma fuente, el de Uruguay es de 16.600 dólares. Pero, claro, una cebadura uruguaya es cinco o seis veces más grande que las que usan allá.
Hélène Desmet-Grégoire, en su nota preliminar publicada en Les arabes du Levant en Argentine, explica que los emigrados del imperio otomano (que incluía a Siria y Líbano) llegaron a Argentina y adquirieron la costumbre del mate, y a su regreso a su tierra natal la llevaron consigo. Los habitantes de Oriente Medio que toman mate consideran que es una costumbre milenaria y la han hecho propia, no conocen a argentinos ni son nietos o bisnietos de aquellos que vivieron por aquí. Emigrados del imperio otomano comenzaron a instalarse en Argentina a partir de las últimas décadas del siglo XIX, y las cadenas migratorias siguieron hasta bien entrado el siglo XX. Por ejemplo, en 1912 llegaron 19.792 sirio-libaneses y se fueron 4.244, en 1913 llegaron 19.542 y salieron 5.309, según los archivos del Departamento de Inmigración de Argentina.
Las imágenes de Luis Suárez tomando mate con Messi y Mascherano en el vestuario del Barcelona, o de Luis reconociendo una cancha mientras toma mate, son publicadas y republicadas con orgullo por amantes del mate en Siria y Líbano. Compartir costumbres nos hace sentir cercanos a todos.