Las encuestas confirman que el Frente Amplio ha conseguido en la campaña electoral recuperar la iniciativa tras el shock que le propinó la impensada victoria de Luis Lacalle Pou sobre Jorge Larrañaga en las elecciones internas de junio. La contraofensiva oficialista, tardía pero eficaz, ha logrado quitar del centro de la escena al candidato nacionalista y reposicionar a Tabaré Vázquez como el primus inter pares de esta campaña. Por otro lado, los comandos mueven también sus fichas en un área siempre observada con sumo detalle, la de la economía. Si con la última conferencia de la serie promovida por el FA la intención deliberada fue sacar a relucir su solvencia en el manejo de la política económica (con una indisimulada entrada en escena del vicepresidente Danilo Astori), en sus sucesivas salidas públicas, la candidata del Partido Nacional (PN) a ese trompo, Azucena Arbeleche, lució errante y algo nerviosa. Algunos equívocos en el manejo de cifras sobre cargos de confianza, juicios desmedidos sobre turbulencias en el horizonte económico –las tan mentadas “luces amarillas”– y la inexperiencia política son algunas de las falencias que el oficialismo le achaca a la candidata a ministra de Economía de Lacalle Pou. Habiendo entrado al juego por la centralidad que cobró la economía en este tramo de la campaña y la alta exposición pública que le deparó su nombramiento como jefa del equipo económico del PN, los blancos intentan ahora cuidar a Arbeleche mientras procesan un silencioso cambio de estrategia hacia octubre.
LISTAS Y ENCONOS. Acallado el boom inicial desatado tras las internas, los blancos se enfrentan a un desafío sin precedentes en esta campaña: sacar a jugar a las primeras líneas justo cuando los más afilados guerreros son relegados de los puestos más trascendentes. La necesidad de mantener intacto a su candidato –que en algunas de sus intervenciones reconoce, sin embargo, la tentación de salirse del libreto “por la positiva” ante la embestida oficialista– motivó al comando de campaña a dar un papel más protagónico a Larrañaga. “El Guapo no se encontraba en ‘la positiva’”, confiaron a Brecha algunos de sus peones más próximos.
Ahora, sostienen, todo cambió. Con un discurso marcadamente confrontativo, Larrañaga va encontrando el punto de su participación en la campaña. El candidato, en tanto, muestra hacia afuera su costado zen, pero hacia adentro la táctica es otra. Los más avezados dirigentes herreristas aún recuerdan que en ocasión de solicitarle a Lacalle padre que diera un paso al costado tras la derrota de 2009, el hombre advirtió: “Si caigo yo, caen todos”. Pareció una premonición: cuatro años más tarde, el armado de las listas –cuyas decisiones fundamentales fueron tomadas por su hijo– relegó a la vieja guardia a lugares que sus integrantes jamás imaginaron. Es el caso de figuras de la talla de Luis Alberto Heber y Gustavo Penadés, ubicados en el quinto y séptimo lugar de la lista al Senado, respectivamente. O del ex intendente de San José Juan Chiruchi, que la semana pasada concretó su acercamiento a Alianza Nacional entre pedidos de que el ex presidente asuma un papel protagónico (véase nota aparte). La frutilla del postre fue la ubicación de Jorge Saravia como primer suplente de Lacalle Pou, bajo amenaza de retirarse del sector.
Pero no sólo en el Herrerismo debieron sortearse obstáculos para la conformación de las listas electorales. En el sector de Larrañaga, el peso de los votos obtenidos en las internas se hizo sentir de cara a la primera vuelta. De ahí que Ana Lía Piñeyrúa –que hizo una magra elección junto a Jorge Gandini y su lista 250– haya tenido que conformarse con la segunda suplencia del candidato a vice, justo por detrás de Eber da Rosa. Adriana Peña y Wilson Esquerra, que ocupan la titularidad de las intendencias de Lavalleja y Tacuarembó, respectivamente, también se vieron relegados: en ambos departamentos Lacalle Pou consolidó en junio el primer lugar, en parte gracias al escaso trabajo de la maquinaria aliancista. Más favorecidos resultaron el senador Carlos Moreira –que ocupará el segundo lugar en la plancha al Senado– y Verónica Alonso, tercera en la lista a la Cámara alta. La tardía definición de las listas provocó algunos enojos en Alianza, donde no pocos advierten sobre la posibilidad de que octubre les depare un nuevo golpe. El hecho de que el propio candidato a la Presidencia encabece las listas del sector Todos –que en principio iban a ir por separado pero que luego, por decisión del propio Lacalle, llevarán una plancha común al Senado– es visto en las filas del Guapo como un escollo a vencer de cara a la conformación de la nueva bancada parlamentaria nacionalista. Entre los dos bloques mayoritarios, solamente asoman Sergio Abreu –que encabezará la lista 903–, el ex diputado Alem García –que apadrinará a las menguadas huestes del Movimiento Nacional de Rocha que resistieron el acuerdo entre Carlos Julio Pereira y “LP”– y un testimonial Alfredo Oliú.
DE LA POSITIVA AL CHOQUE. El estilo anti confrontativo elegido por Lacalle Pou ofrece flancos tan interesantes como arriesgados. Por lo pronto, no le resulta sencillo sostener ese portento en un clima polarizado. A un mes exacto de la primera vuelta, y con su familia proscripta de cualquier intervención en la campaña, el ecumenismo de Lacalle es alterado por sus propios compañeros. El último de ellos, su asesor en materia económica, Juan Dubra, quien consideró en declaraciones al portal Infobae que el país “estaba muy bien” antes de 2004 y que “Uruguay no creció por lo que hizo el FA”. Las continuas desmentidas del candidato a sus asesores, en tren de contener a la tropa, generaron más de una fricción en los equipos programáticos, que ahora callan y otorgan debido a la esperanza de victoria, pero que por lo bajo multiplican las quejas contra su candidato por dejarlos, un día y otro también, en orsái. Lejos de amainar, los desmentidos crecen con el fluir de la campaña. La enésima aclaración debió hacerla ayer el propio presidente del Directorio nacionalista, Luis Alberto Heber, luego de que el senador comunista Eduardo Lorier cargara sus tintas contra lo que, sostuvo en el canal Nuevo Siglo, implicaría un parate en materia laboral. En declaraciones a El País, Heber debió aclarar que Lacalle Pou “nunca” dijo que iba a derogar ninguna ley laboral. Si a fines de agosto, en un evento organizado por la Liga de Fomento y Turismo de Punta del Este, Lacalle dijo sobre la de responsabilidad penal empresarial que “si se obtienen los votos impulsaremos su derogación”, para Heber se trata de “constitucionalizar” una ley que juzga “inconstitucional”.
Más allá de que nadie asume a viva voz un giro en la campaña, el cambio se husmea en el aire. Los blancos necesitan recuperar oxígeno en la agenda política, regenerar escenarios y motivar expectativas. En pocas palabras: agregar pilas a una campaña donde se empieza a sentir el desgaste de algunos dirigentes y el enorme peso del aparato del gobierno. El candidato, evalúan en su entorno, debe rodearse de colaboradores de perfil más alto que el que prima hoy, con aptitud para hacer agenda y sumar palabras y discursos al debate público. A diferencia de lo actuado hasta ahora, hacen falta protagonistas con volumen propio en un contexto de agrande de las contrapartes. Pero con la exclusión de los viejos lugartenientes del Herrerismo –aquellos que tienen el cuero curtido en campañas electorales– el casting es reducido. Las habas se cuecen en un hermético comando de campaña. Lo cierto es que mientras su compañero de fórmula se preserva de los dardos que lo acechan desde muchos ángulos, en menos de una semana el Guapo criticó la “falta de sensibilidad” del Frente Amplio en relación con la seguridad, achacó al oficialismo las pérdidas ocasionadas por el cierre de Pluna, insistió en la necesidad de un debate entre Lacalle Pou y Vázquez –o, en su defecto, entre los vicepresidenciables– y atacó al gobierno por lo que considera un excesivo gasto en publicidad oficial.
El rol de Larrañaga en la confrontación directa es necesario pero no suficiente, evalúan en tiendas nacionalistas. De ahí que el comando haya habilitado a las primeras líneas a contestar a los voceros del oficialismo y, por primera vez en varias semanas, haya habilitado a varios de sus cuadros a debatir públicamente con dirigentes del oficialismo. Fue el caso, por ejemplo, del coordinador de programa, Pablo da Silveira, que este miércoles debatió sobre educación con Ricardo Vilaró en el programa Código país. La necesidad de reaccionar ante el embate del oficialismo llevó también a Javier García, líder de la lista 40, a confrontar con el propio Astori. “Perdió la compostura. Perdió el equilibrio que le era característico. Descubrió una tesis muy particular, que es la tesis de que las cosas son buenas o malas según quién las haga: si los déficits son en gobiernos de izquierda, son buenos. Si son de otros, son malos”, opinó García. Y redobló la apuesta al decir que “si uno extendiera el razonamiento, podría decir que hay corrupciones buenas y corrupciones malas. Y así nos explicamos, entre otras cosas, por qué Astori no votó ninguna comisión investigadora en este período, cuando hubo episodios de corrupción con gente de su sector político involucrada”. Con el paso de los días, “la positiva” pierde pie frente a la ardiente coyuntura de campaña. Atrás quedaron las “coincidencias positivas”, una iniciativa lanzada a principios de setiembre para encontrar similitudes entre los programas de todos los aspirantes a presidente que nunca terminó de cuajar.
A 30 días de la primera vuelta, los blancos tomaron nota de que el FA entró nuevamente en acción, superando el estado de shock. Si bien Larrañaga sostuvo ayer en una entrevista con Búsqueda que la recuperación del FA es sólo “una atmósfera que respiran por un tubo los periodistas”, en voz baja los nacionalistas aceptan que la campaña entró en una etapa en la que deben extremar la sutileza para mantener lo sustancial de su oferta, evitando cualquier paso en falso hasta octubre, justo cuando las encuestas demuestran que el FA no tiene más alternativa que jugarse a fondo y pelear voto a voto como cualquier hijo de vecino si quiere evitar el terreno fangoso de una gobernabilidad imprevisible, aun en el caso de triunfar en un eventual balotaje. Asombrados por el despliegue del aparato oficialista –que incluye al propio gobierno–, los blancos ya no barajan ministerios, como sí lo hicieron apenas se conoció la designación de Arbeleche, al calor de la caída de la coalición en los sondeos. Algo aprendieron de su larga estadía en la oposición: no basta con cantar falta envido y truco para tener ganada la partida.
[notice]Lo que sube, lo que baja
Este miércoles se dio a conocer en Telemundo la última encuesta de la empresa Cifra sobre intención de voto. Si las elecciones fueran este fin de semana, el Frente Amplio obtendría el 43 por ciento de los votos, el Partido Nacional el 33, el Partido Colorado el 15, el Partido Independiente el 3, Unidad Popular el 1. El 5 por ciento restante se reparte entre indecisos, votos en blanco, anulados y a otros partidos. En comparación con la medición de agosto, el FA crece dos puntos, el PN uno, el PC se mantiene estable y el PI desciende un punto.
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