El arranque de Larrañaga en Montevideo Habló en el lugar elegido, hasta por cábala. Lo precedieron una banda de rock, un grupo tropical y un conjunto al estilo Agapornis. Se paró firme ante un auditorio con tribunas a los costados y una amplia platea, y fue seguido desde el cielo por un dron, prefigurando la imaginable edición televisiva de fragmentos del mensaje. Habló por casi una hora. Abundó, en el principio y en el final, en el recuerdo de Wilson Ferreira. Apuró un sorbo de agua antes de comenzar, le echó un vistazo a su reloj pulsera. Recurrió en varias oportunidades a su computadora Mac, situada en el atril, y expuso con soltura durante tres cuartos de hora. Se emocionó sobre el final. Desde ese Montevideo que a los blancos suele serles hostil, Jorge Larrañaga echó a rodar el sábado...
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