No es necesario recorrer una gran distancia desde el centro de la capital del departamento de Canelones para que las vastas viñas, que por esta época recién comienzan a brotar, se apoderen de la mayoría del paisaje. Son decenas de cuadras, a ambos lados de la calle, de arbustos que no superan el metro de altura y se organizan en largas filas hasta rodar las casas de la zona suburbana. Cada cierta distancia esa disposición bien calculada se interrumpe por otras variedades frutales y el panorama se torna heterogéneo. El conjunto permite que los visitantes experimenten la combinación del entorno natural con el productivo, donde interviene un gran número de productores familiares. En ese contexto, como se sabe, el segundo departamento con menos superficie del país ofrece como opción principal...
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