20 de mayo, memoria, verdad y justicia: La herida abierta - Brecha digital
20 de mayo: memoria, verdad y justicia

La herida abierta

Pintada en la ciudad de Minas. TODOS SOMOS FAMILIARES LAVALLEJA

A veces resulta difícil encarar un número especial y hacerlo con originalidad. ¿Qué más puede aportar Brecha a la causa de la verdad sobre las violaciones de los derechos humanos en dictadura, un tema que el semanario acompaña desde hace 36 años? Esa pregunta atravesó en las últimas semanas al Consejo de Redacción y las respuestas abrieron debates que todavía hoy seguimos procesando.

Hay, seguro, consensos que unen a este colectivo periodístico. Porque ahora, cuando la marcha del 20 de mayo se convirtió en una de las manifestaciones públicas más grandes de la ciudad, las huestes de los dos demonios vuelven a intentar imponer su relato. No es que alguna vez se hubiesen ido, vale aclarar, es que tienen fuerza renovada. Un sector de la sociedad insiste, empecinado, en reinstalar el relato del olvido, y lo más preocupante es que varias personas dentro del oficialismo parecen haberse sumado a esa tendencia. El reclamo a la senadora Amanda Della Ventura por usar una remera de Familiares y el cúmulo de acciones que viene llevando adelante el ministro de Defensa, Javier García, parecen muestras claras de que en algunos sectores se ha producido un verdadero retroceso cultural.

Terminada la campaña que llevó al Partido Nacional a poner paños fríos a ciertos relatos, sacudido cualquier vestigio de su pertenencia a la generación 83, que tan claro tenía quiénes estaban de un lado y otro de la línea, García reabrió la Cárcel del Pueblo y prometió una historia «sin recortes y sin ediciones». La nota de Gabriel Delacoste, que abre esta cobertura, sin embargo, muestra la construcción nada inocente de una historia flechada a la derecha en el discurso del ministro, encaramado, hace rato ya, como nuevo adalid de los militares. Lo ayuda la vieja incapacidad del Frente Amplio para navegar en aguas del pasado, que en 2014 lo llevó a encajonar un proyecto de la Universidad de la República para que la Cárcel del Pueblo se convirtiera en museo. Una iniciativa que, esa sí, no rehuía de la complejidad del pasado.

Si de nuevos aportes se trata, la entrevista de Venancio Acosta al médico Hugo Rodríguez aborda las contribuciones que hace hoy la medicina forense para conocer las responsabilidades en la muerte de militantes que estaban bajo custodia del Estado en dictadura. Avanza, en particular, en demostrar, «de una manera contundente y a través de los documentos militares, que hubo fallas en la asistencia, de tal magnitud, que incidieron en la muerte» de militantes presos. La actividad forense alcanza al presente, mostrando líneas de continuidad con lo que pasa hoy adentro de las cárceles.

Apoyada por pruebas documentales, la contratapa a cargo de Diego Sempol nos trae al presente un costado menos comentado de la represión en dictadura: la que padeció la comunidad LGTBI+ a manos del Estado que, encabezado por la Policía, se había propuesto limpiar la ciudad de «la actividad perniciosa del homosexualismo». La investigación deja en evidencia la vigilancia, la cárcel, las destituciones y las amenazas que debieron soportar las personas con identidades disidentes.

En otro artículo, Sofía Kortysz reconstruye la experiencia de la segunda generación, es decir, de las hijas y los hijos de quienes fueron presos políticos. Los testimonios describen varios de los procedimientos abusivos que sufrieron aquellos niños y adolescentes al visitar a sus padres, y revelan que se utilizaron directamente, contra las familias de los detenidos, métodos de adoctrinamiento que dejaron heridas muy difíciles de cerrar. A pesar de que en 2019 la Institución Nacional de Derechos Humanos emitió una resolución en la que recomendaba declarar a estas personas víctimas directas del terrorismo de Estado, no ha habido avances en este sentido.

Por otra parte, en este número de Brecha respondemos a la preocupación compartida en torno a la falta de canciones contemporáneas que registren la sensibilidad de los músicos y militantes nacidos a partir de los ochenta. Las decisiones éticas que rondan estas composiciones demuestran que el pasado vive en el presente y que es necesario continuar procesando desde el arte y la cultura la herencia política, económica y social de la dictadura cívico-militar. Santiago Bogacz ensaya la fundación de un nuevo cancionero de la memoria: recopila letras de cinco cantautores del siglo XXI que refieren al tema. Las canciones no solo sirven para compartir con otras personas la angustia, la nostalgia y la necesidad de acción respecto al pasado reciente, también amplían el alcance de los discursos y aportan nuevas aristas de sentido, conservando para el futuro interpretaciones poético-musicales, situadas, de la historia.

Hay una gran parte de la sociedad uruguaya que no está dispuesta a perdonar ni olvidar y comparte la certeza de que el ocultamiento de la verdad continúa siendo responsabilidad del Estado. La participación digital durante la pandemia contribuyó a visualizar que era posible adherir a la causa desde todas partes, y ese impulso de descentralización está adquiriendo nuevas dimensiones. Hoy, 20 de mayo, además de la Marcha del Silencio por 18 de Julio, habrá concentraciones en varios puntos del interior: Young, Fray Bentos, Bella Unión, Salto, Nueva Helvecia, Maldonado, Mercedes, entre otros. Estas movilizaciones configuran tradiciones culturales importantes para visibilizar que las desapariciones sucedieron en todo el país y que la denuncia en contra de la impunidad y sus efectos responde a una cartografía compleja, cuyas implicaciones todavía se están investigando.

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